LA BELLEZA DE LOS LIBROS

La venganza de Poseidón

Por Danilo Albero

El origen de la historia del templo, se remonta a la mitológica disputa entre Poseidón y Atenea, rivales por el patronazgo de la ciudad de Atenas. La competencia fue juzgada por Cécrope, legendario fundador y primer rey de la ciudad. Poseidón golpeó la tierra con su tridente y surgió el caballo -símbolo de la guerra. Atenea dio un golpe con la contera de su lanza y engendró el olivo -símbolo de la paz- por lo cual fue declarada vencedora.

En el siglo V a.C., el estratego Pericles, protector de las artes y las letras, ordenó la construcción de un templo conmemorativo en honor a la patrona de la ciudad, el Partenón (de parthenos virgen o doncella, referencia a la castidad de la diosa), ubicado en la Acrópolis; una de las maravillas del mundo.

Los siglos venideros no perturbaron su serenidad de mármol del Pentélico. En los días del imperio de Bizancio fue convertido en iglesia latina. En 1455, después de la toma de Constantinopla, llegaron los turcos, indiferentes a la belleza escultórica no lo destruyeron; transformaron la iglesia en una mezquita.

Pero, en 1687, un depósito de pólvora turco en el interior del edificio estalló a causa del bombardeo veneciano. La explosión logró lo que no pudieron siglos. Cien años después, sus restos yacían dispersos donde fueron arrojados por el estallido, algunas restos de esculturas fueron llevados por coleccionistas; mucho peor y dañino, calcinados para obtener cal y elaborar mortero -destino similar a los restos de templos romanos en la Roma medieval.

ELGIN, EL LADRON

En 1799, Thomas Bruce, séptimo conde de Elgin, erudito y diplomático, fue destinado a Constantinopla como enviado ante la Sublime Puerta, sede del gobierno otomano. Más interesado en las artes, Elgin vuelve a visitar Atenas, verifica el deterioro creciente del Partenón y decide hacer algo por rescatar lo que fuera posible.

Tuvo suerte, las derrotas de Napoleón en Egipto hicieron que la Sublime Puerta se encontrara, por el momento, del lado de Gran Bretaña y Rusia; había que ser indulgente con el enviado británico, y si unas piedras (qualchi pezzi di petra, dice el permiso en versión italiana), le ganaban el favor de su aliado, valían la autorización.

Elgin y su equipo obraron con total liberalidad, encajonaron todo lo transportable: las esculturas mutiladas de los frontones, las métopas y una cariátide de un templo vecino el Erecteion. Los restos fueron transportados a Inglaterra en navíos de la flota de Nelson junto con otros hallazgos, entre ellos la Piedra de Rosetta, rescatada de las rapaces manos francesas y llevada a lo que hoy es el British Museum.

Es conocido el resto de la historia, Elgin llevó los mármoles a su propiedad en Londres y desde 1807 las expuso y de allí su fama se extendió por el mundo; una década después el conde, en apuros financieros, las vendió al gobierno.

Y su influencia en la arquitectura fue contundente entre otros: el frontispicio del British Museum que, coincidencia, alberga los mármoles del Partenón y la National Gallery. En Estados Unidos, será el Greek Revival, caro a construcciones de madera del siglo XIX en la costa este y el monumento a Lincoln en Washington, cuyo frente está inspirado en el Partenón.

En pintura los mármoles engendraron el movimiento encabezado por Lord Frederic Leighton que incluye, entre otros, a Edward Poynter, Albert Moore y Lawrence Alma-Tadema. En poesía, John Keats plasmó su embeleso en él soneto: Oda a una urna griega.

MELINA, LA LLORONA

La historia recién comenzaba, desde 1830 Grecia viene reclamando su devolución, pedido formalizado oficialmente en los ‘80 con la actriz y ministra Melina Mercouri, quien, cuidadosamente maquillada y enfocada, lloró ante las cámaras cuando las vio en el British Museum -si su llanto fue contundente como sus carcajadas en la película Topkapi, es ya excelencia-. A esos reclamos hay que sumar el rosario que cuenta, entre los más conspicuos: los reclamos de Egipto por la devolución del busto de Nefertiti, que está en el Neues Museum donde prácticamente se le ha hecho una sala a la medida, y ha calado la idea de que, después de tantos años, Nefertiti es otra berlinesa, como consideran los británicos londinenses los mármoles de Elgin.

De este lado del océano, los más reputados reclamos vienen de México, la actual presidenta, Claudia Sheinbaum, con la mediación de la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de Andrés Manuel López Obrador, empezó por el reiterado pedido de la devolución del penacho de Moctezuma, que está en el Museo Nacional de Historia de Viena; en principio Austria no se opone, pero el tocado fue restaurado entre 2010 y 2012, especialistas de ambos países coinciden en que su frágil estado no permite trasladarlo hasta que exista una tecnología que pueda impedir cualquier vibración.

Beatriz Gutiérrez Müller también ha solicitado dos códices, actualmente en Italia: el Codex Fiorentino, escrito entre 1540 y 1585 por fray Bernardino de Sahagún y colaboradores indígenas en náhuatl, latín y castellano, y el Codex Cospi o Codex de Bologna, texto que revela los avances en matemáticas y astronomía de los nahuas, anterior a la llegada de los españoles.

MEXICANOS INTENSOS

En otros campos estos reclamos, se vuelven más intensos -y densos-, con más exigencias ad hoc, comenzadas por López Obrador, que envió una carta al Rey de España, Felipe VI, en la que le insta a reconocer los atropellos que las autoridades mexicanas consideran cometidos durante la conquista, y a pedir disculpa; demanda reiterada por Sheinbaum quien, para su asunción, subió el listón, ante el no pedido de disculpas, no invitó al rey.

Curiosamente es por España que Sor Juana Inés de la Cruz, la “décima musa”, gloria de la poesía mexica, tuvo su obra protegida y rescatada por su mecenas, la virreina española María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga.

El Premio Cervantes 2025, el mexicano Gonzalo Celorio, intentó poner fin a la disputa, si bien admite: “Fue una conquista violenta y con sangre; si nosotros la ubicamos en el contexto ideológico, cultural y político del siglo XVI, vamos a advertir que esta violencia, de alguna forma, era más o menos pertinente en esa época”, enfatizó con los versos del poeta José Manuel Quintana: “Crimen fue del tiempo, no de España”.

Por estas razones Celorio siempre ha mantenido la tesis de que: “la lengua española, más que la lengua de la conquista es la lengua de la independencia”, aludiendo a la ruptura con España en 1821 y su inmediata declaración.

Por si no lo tienen presente, López Obrador y Claudia Sheinbaum, deberían revisitar la plaza de Tlatelolco en la ciudad de México, allí una placa reza: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota: fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy”.

Pero insisten en su remake de la venganza de Poseidón, cuando, en 1687, susurró al oído del artillero veneciano donde apuntar, y guio la bala de su cañón.