La última zamba de Marina y Hugo Jiménez

Junto con la celebración por los 55 años del Ballet Salta, sus creadores se despiden de los escenarios. Harán una presentación final en Buenos Aires, con el Chaqueño Palavecino como gran invitado.

Habrá un último aleteo de los pañuelos, un encuentro de miradas preanunciando el final, la vista al frente de los dos con los brazos extendidos al cielo y el giro del adiós para terminar ella con la cabeza recostada sobre el hombro de él, en un gesto indeleble de ternura y protección.

Será la última zamba de Marina y Hugo Jiménez sobre un escenario, la despedida de la arena artística de dos cultores del baile de raíz devenidos en pilares de la danza folklórica nacional.

A 55 años del debut del Ballet Salta, su máxima creación, la pareja ha decidido que es hora de colgar los vestidos de volados y dejar descansar las botas para abocarse de lleno en la docencia. Y así será. Darán por terminada esta etapa de sus vidas con una única presentación en Buenos Aires, el lunes 13 a las 21 en el teatro Metropolitan, y acompañados nada menos que por el Chaqueño Palavecino.

La decisión, según Marina, la apuró su estado de salud. "Hugo está íntegro pero yo no tanto", admite ante La Prensa con emoción contenida. "Son muchas las cicatrices que una ha ido acumulando en esta profesión. Entonces considero mejor dejar la danza antes que danza me deje a mí". Los últimos meses, el asunto se convirtió en tema de conversación familiar hasta llegar a esta decisión que la coreógrafa y bailarina confiesa que le resulta "muy triste".

"El corazón dice que no pero el cuerpo me pide a gritos que ya deje. Le dije a Hugo que estaba en su derecho de seguir actuando, no me hubiese enojado, no. Pero finalmente decidió seguirme".

 

LA DOCENCIA

Alejarse de los grandes escenarios o interrumpir las giras con el Ballet Salta no significa, aclara Marina Jiménez, que piensen en un futuro de sosiego en su casa del Pasaje Las Piedras, en Salta capital. "La docencia no la vamos a dejar porque para eso no hay límite de edad. Yo voy a seguir enseñando y viajando a tomar exámenes a Córdoba, a Misiones, a Comodoro Rivadavia". Lo propio hará Hugo con la escuela de danzas que hace más de tres décadas dirige en Buenos Aires. "La enseñanza nos da vida, nos prolonga. Uno se mantiene vigente y en contacto con gente de todo el país".

Quiaqueña de cuna y adoptada por Salta, donde se ganó un lugar en el cuadro de los grandes artistas folklóricos que ha dado la provincia, la bailarina (nacida Marina Ivonne Tondini) comenzó a formarse en la danza con apenas seis años de vida. Pasó por el clásico y el español, hasta que a sus diecisiete años conoció a Hugo y el baile folklórico, que hasta entonces no le gustaba "porque lo veía demasiado fácil", con la complejidad que le transmitió el maestro, terminó por atraparla.

Se enorgullece al decir que fue alumna hasta muy grande siguiendo el ejemplo de su admirada Norma Viola, con la que se encontraba en las clases de la maestra Ana Marini. "Uno nunca termina de aprender", sentencia.

-Viéndolo hoy en perspectiva, ¿cuál considera que fue el pico más alto en su carrera?

-Seguramente, los muchos viajes que hemos hecho a España, o la visita a Japón. Aunque los teatros más inolvidables los conocimos en la Unión Soviética. Veo ahora que Ucrania está en ruinas y no puedo evitar recordar las presentaciones que hicimos allá a fines de los años '70. Era muy emocionante el afecto de la gente porque, al no poder salir del país, agradecían enormemente lo que uno les llevaba.

-Y en nuestro país, ¿el Colón?

-Dos veces estuvimos, muy movilizantes. La primera vez con nuestro Ballet Salta, y nos otorgaron un reconocimiento junto a Vitillo Abalos, Ramona Galarza, Jaime Torres, Landriscina, Antonio Tarragó Ros.. Y después, con Hugo, en la cumbre del G20, para presidentes de todo el mundo. En esa oportunidad estuvimos rodeados de gente muy joven, de otros estilos de la danza, y nos sentimos muy valorados y contenidos

Con el espectáculo '55 años de esplendor' se presentan el lunes 13 en el teatro Metropolitan.

-Hugo y usted han sido grandes generadores de trabajo, para los bailarines de su elenco pero también para músicos y cantantes.

-Siempre con el riesgo de perder o ganar...Nos convertimos en nuestros propios empresarios. En ese sentido, Hugo ha sido muy inquieto y constantemente armaba ciclos para poder estar en movimiento. La danza folklórica es, a menudo, la menos apreciada, entonces uno tiene que moverse el doble para poder trabajar.

En esa línea de visibilización del trabajo realizado se inscriben el programa televisivo 'Vivencia de los caminos', que hace casi dos décadas Marina y Hugo llevan adelante por el canal Argentinísima, y los videos de enseñanza de danzas folklóricas, que fueron de los primeros que se conocieron de ese estilo. Hasta el cine ('El canto cuenta su historia'), el teatro musical ('Camila') y las telenovelas ('La cruz de papel') se enriquecieron con su arte en movimiento.

 

ADMIRADOS

De entre los momentos imborrables de su carrera rescata Marina el hecho de haber conocido y trabajado junto a Osvaldo Miranda en la obra teatral 'Hoy ensayo hoy'. "Fue la primera persona que vi cuando en mi casa compraron un televisor en blanco y negro. El protagonizaba el programa 'La nena' a mediados de los años ‘60, y tenerlo después al lado mío y compartiendo el escenario fue una emoción enorme".

Los caminos de la vida los llevaron a relacionarse también con otras figuras admiradas como Ekaterina Maximova y Vladimir Basiliev, y coreografiar para el célebre Ballet Moiseyev. Parte de las anécdotas que acopian las compendió Hugo hace tiempo en el libro 'El changuito de la esquina (que quería conocer el mundo)'. Marina escribe ahora mismo sus memorias, que van a llevar un título elocuente: 'No todo es color de rosa'.

"La gente a veces nos dice 'qué suerte que tienen', pero yo pienso que a la suerte hay que alimentarla con disciplina, dedicación y constancia. Por eso creo que, de los ballets folklóricos de antes, contando al Ballet Brandsen y al del 'Chúcaro' y Norma, somos los que más hemos viajado por el mundo. Ese es nuestro orgullo para el día después de esta despedida, sentir que hemos dejado una huella".

 

LA CONTINUIDAD

-Hugo ha contado que Jaime Dávalos le sugirió bautizar al Ballet con el nombre de su provincia para asegurarle una perdurabilidad en el tiempo. ¿Qué futuro imagina para el Ballet Salta cuando ustedes ya no estén en escena?

-El Ballet Salta no tiene que morir. Hay gente en la compañía que nos acompaña desde hace décadas y que tiene el empuje y el talento para poder seguir. Si bien nuestros dos hijos no tomaron la posta, hay gente que sí cree en nosotros y hay que darles el lugar y la importancia que merecen. Las generaciones que nos siguen también tienen ideas lindas e importantes, y hay que brindarles la oportunidad de hacer cosas nuevas. A Hugo le cuesta un poco soltar el mando, pero yo creo que debemos tomar esa vitamina de las generaciones que nos siguen.

-¿Le hubiese gustado que la continuidad del Ballet Salta estuviese asegurada dentro de su propia familia?

-Hay dos cosas que se contraponen y ambas están bien. Si los hijos quieren hacer su propio camino, hay que dejarlos. Pero a nosotros nos costó muchos años de sacrificio armar esta empresa que hoy está en pleno funcionamiento. Allanamos un camino que quizás ellos no han sabido disfrutar ni aprovechar. Pero respeto las decisiones de todos. Hay que permitirles que vuelen y cometan sus propios errores. Uno respeta lo que han decidido, pero por suerte hay otra gente que tiene la misma manera de pensar de Hugo y mía, que siente que la compañía y la escuela no deben morir.

Después de una función despedida en la provincia que dio origen a este sueño en 1970, realizada en julio pasado, el baile final de Marina y Hugo Jiménez tendrá lugar el lunes 13 de octubre en el corazón de la calle Corrientes, con la participación como invitados del Chaqueño Palavecino, la pareja de tango compuesta por Nicole Nau y Luis Pereyra, y alumnos de las escuelas del Ballet Salta de Buenos Aires, Salta y Roque Sáenz Peña, Chaco.