La tragedia de Medellín
Por Walter Santoro (*)
Próximo a finalizar sus actuaciones en la ciudad de Bogotá, el 22 de junio se ofreció una cena de despedida para Gardel.
Pese a que se había elegido un restaurante más alejado, una joven, visiblemente emocionada, pudo ubicar el lugar y suplicó hablar con el cantor.
Gardel se acercó a ella y conversó unos minutos. Al regresar a la mesa les dijo a sus compañeros: “¡Pobre loquita! No es más que una niña... ¡Qué bonito episodio! Le estreché las manos, le acaricié la cabellera y le prometí un retrato con una dedicatoria. Me besó las manos y se marchó radiante de felicidad”.
Alguien notó en Gardel un ceño extraño después del episodio. No traía la misma alegría, parecía preocupado, como guardando sus pensamientos. Cuando le preguntaron qué le pasaba, Gardel confesó: “Esa chiquilla me dejó impresionado. Imagínate que conversamos tres minutos. Trivialidades, romanticismos quinceañeros, frases banales que un hombre como yo, con mi mundo, de mi experiencia, puede transmitirle a una tontuela desequilibrada, pero al despedirme, diciéndole que el lunes nos vamos para Cali en avión, se agarró a mi brazo como una lapa, rompiendo a llorar, diciéndome: ‘No, Carlos, no. No se vaya en avión, por favor. Tuve un sueño espantoso anoche. Por eso insistí en verlo. Soñé con muchos aviones y una gran tragedia’”.
Al día siguiente Gardel ofreció una audición radial en la emisora “La voz de la Victor”, en Bogotá, que sería la última vez que cantaría en su vida. Antes de interpretar el último tango, “Tomo y obligo”, expresó: “Me voy de Bogotá con la impresión de quedarme en el corazón de ustedes... Encontré en la mirada de las mujeres colombianas, en la sonrisa de los niños -que me hace acordar tanto a los niños de mi tierra- y en el aplauso de los bogotanos, un cariñoso afecto hacia mi persona. Si alguna vez alguien llega a preguntarme sobre las mejores atenciones que he recibido a lo largo de mi carrera, les aseguro que no podré dejar de mencionar al pueblo colombiano. Gracias amigos... muchas gracias por tanta amabilidad... Yo voy a ver a mi 'vieja', pronto... y no sé si volveré, porque el hombre propone y Dios dispone... Pero es tal el encanto de esta tierra que me recibió y me despide como si fuera hijo propio, que no puedo decirles adiós, sino hasta siempre... hasta siempre, mis amigos...”.
(*) Presidente de la Fundación Internacional Carlos Gardel