LA BELLEZA DE LOS LIBROS

La rosa, imagen de fugacidad

En un artículo anterior (Carpe diem) me referí a cómo habían desarrollado este tópico literario, entre otros posibles, dos maravillosos poetas españoles: Garcilaso de la Vega y Luis de Góngora.

Emparentado en cierta medida con el carpe diem, existe otro tema coincidente: la fugacidad de la vida humana, comparándola con la de las flores en general y con la de la reina de las flores, que, según consenso poético, no es otra que la rosa. Sin ser los únicos, los antecedentes latinos de lo efímero de la rosa están en Horacio (65-8) y Ausonio (310-395), los más conocidos.

En este caso, confrontaremos las creaciones de dos poetas del barroco español: Luis de Góngora (1561-1627), por segunda vez convocado, y Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), nuevo invitado a nuestra pacífica palestra.

Entonces, en orden cronológico.

GONGORA

He aquí el soneto de don Luis:

``Ayer naciste, y morirás mañana.

Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?

¿Para vivir tan poco estás lucida,

y para no ser nada estás lozana?

Si te engañó tu hermosura vana, (1)

bien presto la verás desvanecida,

porque en esa hermosura está escondida

la ocasión de morir muerte temprana.

Cuando te corte la robusta mano,

ley de la agricultura permitida,

grosero aliento acabará tu suerte.

No salgas, que te aguarda algún tirano;

dilata tu nacer para tu vida,

que anticipas tu ser para tu muerte''. (2) y (3)

 

CALDERON

Don Pedro, que arribó a este mundo unas cuatro décadas más tarde, aportó su soneto:

``Estas que fueron pompa y alegría

despertando al albor de la mañana

a la tarde serán lástima vana

durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz, que al cielo desafía,

iris listado de oro, nieve y grana,

será escarmiento de la vida humana:

¡tanto se emprende en término de un día!

 

A florecer las rosas madrugaron

y para envejecerse florecieron:

cuna y sepulcro en un botón hallaron.

 

Tales los hombres sus fortunas vieron:

en un día nacieron y expiraron,

que, pasados los siglos, horas fueron''. (4)

 

Góngora, aludiendo a la vanidad de lo mundano, le advierte a la rosa que, debido a su hermosura, corre el peligro de ser arrancada de su tallo y le aconseja diferir, o, más bien, evitar su nacimiento, para así rehuir su seguro fin (``dilata tu nacer para tu vida, que anticipas tu ser para tu muerte'').

Es verdad: no hay cotejo explícito con la existencia humana, pero el razonamiento del poeta tal vez nos lleve inconscientemente a formularlo.

Calderón, de tono más apacible, se complace en señalar las bellezas de la rosa (``Este matiz, que al cielo desafía, iris listado de oro, nieve y grana''), pero no hace alusión a los peligros externos, sino que se limita a señalar la ineluctable brevedad de la vida de las flores (``cuna y sepulcro en un botón hallaron''), asimilándola a la de los hombres (``Tales los hombres sus fortunas vieron: en un día nacieron y expiraron'').

En resumen, ambos poetas, cada cual, a su manera, y con los vastos y ricos recursos de sus talentos, nos han favorecido con dos preciosas obras de arte.

(1) Para que el verso conste endecasílabo debe realizarse hiato entre ``tu'' y ``hermosura''.

(2) Rodolfo M. Ragucci, `Manual de literatura española', Buenos Aires, Don Bosco, 3.ª ed., 1953, pág. 383.

(3) Sin embargo, cabe la pregunta (que yo no estoy en condiciones intelectuales de explicitar): ¿será obra de Góngora? Pues, en la página 559 de la edición de las Obras completas, Recopilación, prólogo y notas de Juan Millé y Giménez e Isabel Millé y Giménez, Madrid, Aguilar, 1972, se reproduce este soneto con alguna mínima variante, bajo el lema de `Sonetos atribuibles'; más adelante, en la página 1.172, se consigna esta opinión de José García de Salcedo Coronel (1592-1651), quien fue uno de los primeros comentaristas de la obra de Góngora: ``Algunos quieren que este soneto no sea de don Luis; ni lo afirmo ni lo niego''.

(4) Marcelino Menéndez y Pelayo, `Las cien mejores poesías (líricas) de la lengua castellana', Madrid, Victoriano Suárez, 3.ª ed., 1910, pág. 146.