La revolución de los votantes
Los 40 años de democracia debutaron ayer con una revolución de los votantes que arrolló a los dos aparatos electorales más importantes del país: el peronista nacional y el del PRO de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La hicieron los ciudadanos comunes apoyando espontánea y abrumadoramente a un “outsider”, Javier Milei. Su inesperado triunfo representa el repudio a la dirigencia política, una “casta” responsable de la inflación, la inseguridad y los abusos de poder que arrastraron al país a su actual decadencia en especial durante los últimos 20 años.
Otra señal del ánimo que impera entre los votantes y su voluntad de castigar al gobierno peronista y a la tibia oposición del Horacio Rodríguez Larreta y sus socios radicales fue el apoyo en la interna de Juntos por el Cambio a Patricia Bullrich.
La ex ministra de Mauricio Macri arrancó la campaña en la más absoluta soledad y en inferioridad de recursos frente al jefe de gobierno, que dispuso del enorme presupuesto de la ciudad y una maquinaria mediática/electoral aceitada con dinero público. Ello no obstante, aplastó a Rodríguez Larreta, indistinguible ideológica y políticamente de Sergio Massa.
En síntesis, el respaldo a Milei y Bullrich constituye un rechazo histórico a la clase política, que se ha aislado del resto de la sociedad y perdido representatividad. Expresa el hartazgo de la incompetencia y corrupción del “régimen” también conocido como república corporativa.
Es un caso insólito de rebelión que utilizó el voto como castigo, pero que no tiene un líder carismático que seguir. Más aún, que llenó las urnas con boletas de apoyo a un provocador sin programa, ni medios institucionales para llevarlo adelante.
El resultado de ayer puede también ser entendido como el acta de defunción del “camino del medio” que predicaban Massa y Rodríguez Larreta; de la “rosca” como método para que nada cambie. Un revés para el sistema corporativo que se mantiene desde hace décadas gane quien gane las elecciones. El mensaje de los electores fue transparente: de la gravísima crisis actual no se sale sin una ruptura total con el modelo de fracaso perpetuo de los dirigentes.
Hasta ahí el ánimo social; las consecuencias políticas del resultado de electoral son menos fáciles de prever. En primer lugar el revés para el precandidato peronista, Sergio Massa, abre un panorama económico complejo. Empeoró la inflación, empeoró la devaluación y empeoró la pobreza recibida de Martín Guzmán. Demostró que no era la solución, sino un catalizador de la crisis.
Más allá de su performance como ministro el problema está en el poder que se evaporó de sus manos ¿con qué autoridad irá a negociar a fin de mes con el FMI? ¿Cómo reaccionarán hoy los mercados?
Otra incógnita está en cuánto poder dentro de la coalición gobernante podrá retener y cómo reaccionará ante la derrota su fiadora política Cristina Kirchner. Para que la gobernabilidad no se resienta deberá racionalizar la economía, una estrategia especialmente compleja viniendo de una derrota.
En resumen, hasta el próximo 10 de diciembre más que la ancha avenida del medio el gobierno tiene por delante un camino de cornisa.