UNA MIRADA DIFERENTE

La reina está desnuda

La descontada negativa de LLA a hacer cambios de fondo en su mecanismo de gestión, de conducción y de relación con sus afines debe tener una respuesta inteligente del votante independiente.

Hasta la noche 8 de septiembre la situación luego del daño generado por el resultado de las elecciones provinciales en PBA parecía controlada, o al menos en vías de serlo. 

Había varias explicaciones esgrimibles:

* La sorpresiva derrota de LLA se podía atribuir al error de haber nacionalizado una contienda doméstica que brindaba un amplio espacio para la crítica y la propuesta de mejoras, ante una gestión paupérrima del peronismo durante muchos años. 

* Se había cometido el error de ningunear al PRO, invisibilizarlo y absorberlo, al punto de que sus adeptos, tradicionalmente los más independientes del sistema, no se habían sentido obligados a acompañar a sus referentes candidatos, desteñidos dentro de las listas de LLA, y prefirieron abstenerse, votando en blanco o simplemente no concurriendo a las urnas. Los guarismos del escrutinio mostraban claramente esa situación, al igual el hecho de que los votos del kirchnerperonismo no habían crecido en comparación a 2023. 

* Karina Milei, sus protegidos de las ramas más desprestigiadas del peronismo, Lule Menem, Sebastián Pareja y Pilar Ramírez eran los culpables de un armado francamente delirante y entonces serían desplazados o al menos se reduciría su influencia. De ahí surgió la idea del reconocimiento de los errores y la autocrítica.

* Las medidas sobre el hospital Garrahan, el gasto de las universidades y los fondos para discapacitados habían sido una de las causas del enojo de la sociedad con la economía y eso era factible de revertir y corregir. 

* Los discursos agresivos habían enojado al Congreso, que además hacía una oposición destituyente y entonces se debía negociar con los gobernadores para lograr que ordenaran a sus diputados y senadores dar una tregua al ejecutivo. 

* La provincia de Buenos Aires era un baluarte inmutable peronista, llena de trampas, fraudes, caudillos, y entonces no era posible extrapolar los resultados de una elección municipal al orden nacional. 

El discurso de aceptación de derrota del Presidente -innecesaria pero obligada eventualidad debida al error de la nacionalización de la elección municipal- pareció anticipar, en su estilo y en su anuncio de una autocrítica, que el gobierno reaccionaría y revisaría en profundidad no sólo su política en la relación con la oposición, sino su sistema de estrategia y conducción interna. 

Hasta ahí era posible colegir que la elección nacional de octubre no sería tan rutilante para el partido gobernante, pero se podía obtener un resultado todavía positivo y no riesgoso ni para la estabilidad del ejecutivo ni para eludir el torpedeo sistemático que el peronismo y su sumiso el radicalismo se empeñan en descargar contra el proyecto de equilibrio financiero del oficialismo. 

Vientos poco propicios

A partir de ese momento los vientos volvieron a ser poco propicios para la LLA, tal vez por su propia impericia. El mismo lunes a la noche, tiene lugar una conferencia de prensa de Kicillof camouflada como reportaje donde el precario mandatario provincial se presenta como una especie de estratega político de primera magnitud y futuro líder de su partido, negándose a hablar de los desastres de su gestión tanto en la Provincia como en la Nación, con costos largamente superiores a los 16.000 millones de dólares (mínimo) que penden sobre la cabeza de los argentinos a causa de la maniobra Repsol-YPF-Néstor-Eskenazi-Cristina, proceso que calificó de brillante, lo que seguramente fue compartido por el entrevistador, que no objetó el autoelogio que debe haber motivado la risa o al llanto de tantos ciudadanos.

El paso siguiente lo dio LLA. Creó una mesa política, cuya composición cambió en 24 horas, cuyos comensales eran los mismos que se suponía debían ser desplazados, alejados, escondidos o por el estilo, incluyendo al caído en desgracia con la hermana politóloga Santiago Caputo. O sea, los que trajeron hasta esta instancia y este resultado. El mensaje al electorado y a los mercados locales y mundiales, si bien no intentado, fue contundente y desilusionante, aunque muchos descontaban que ese grupo fraternal sería inamovible, una contradicción fatal en el discurso y el accionar del presidente. Tampoco cambió el discurso de los trolls y de todo el sistema comunicacional, salvo alguna expresión aislada de algún ministro. 

El falso reemplazo de Lule Menem por Pilar Ramírez es una prestidigitación ofensiva para el votante que tiene mucho de inocencia. Ningún independiente de los que ayudó a la derrota de LLA en PBA cambiará de idea si el armado, la campaña o la estrategia está a cargo de una militante camporista. Ni el cambio es cierto ni cumple la función para que se inventó. 

El discurso presidencial

Luego se produjo el discurso presidencial de presentación del Presupuesto, en un mejor tono y bastante racional, aunque la mayoría de las medidas de fondo depende de la aprobación de las leyes de reforma impositiva, laboral, de jubilación, sindical y fiscal, las que probablemente no se aprobarán. Esta columna criticó la referencia a que todo superávit sería dedicado a financiar emprendimientos del sector privado, incomprensible afirmación en quién ganó su mandato execrando al Estado y defendiendo el riesgo privado como valor básico, concepto este último que la columna comparte. La rara idea parece destinada a complacer a los grandes empresarios siempre con una gran vocación por encuadernarse. 

(Vaca Muerta, en la que están depositadas todas las fichas en el paño de juego del futuro, no será viable sin que los inversores privados cumplan su tarea de aportar capital o conseguir por su cuenta el crédito que estimen necesario, no con préstamos o garantías del Estado)

Los aumentos aparentemente modestos a ciertos sectores, por sobre la inflación futura, sólo sirvieron para motivar más críticas, probablemente injustas, interesadas e ignorantes. Debieron y deben explicarse mejor.  No parece haber demasiadas probabilidades de que el presupuesto sea aprobado sin alguna sangría fiscal que eche por tierra cualquier idea de déficit cero. Eso también tiene importancia en la toma de decisiones de los mercados y los individuos. 

En pocos días una gran cantidad de voces fue devaluando la idea del equilibrio fiscal como no relevante ni fundamental, una negación keynesiana, cepaliana, peronista, kirchnerista y massista cuyo destino final ya se conoce hasta el hartazgo. (Suponiendo que el pueblo argentino salud sea capaz de hartarse de algo) Sólo esa prédica basta para paralizar toda inversión y huir del peso supuestamente fuerte. También para desestimular cualquier voto por las ideas liberales, que el gobierno ha hecho tanto por desprestigiar. Las declaraciones de Elisa Carrió y Margarita Stolbizer, dos peligrosas ignorantes económicas, muestran el pensamiento facilista que ha llevado a la catástrofe tantas veces. 

Los vetos de los vetos, o sea el rechazo de los vetos presidenciales a ciertas leyes como la de los ATN, que las provincias sostienen sin razón alguna que les pertenecen además del efecto político que se verá más adelante, también pegaron contra la credibilidad y la confianza. Ergo contra el precio del dólar. Aquí, además de las circunstancias endógenas, coyunturales y políticas, le cabe al gobierno una gran responsabilidad. La de no haber seguido su propia receta, que simbólicamente se puede expresar como “quemar el central”, tal vez el más efectivo eslogan en la campaña presidencial de Milei. 

El problema del dólar

Si se hubiera liberado el mercado de cambios, (no el cepo que es otra cosa, aunque se confundan) el país se habría diferenciado de su propia historia de décadas de fracaso. No tendría la obligación de quemar dólares defendiendo un tipo de cambio puesto a dedo en vez de "quemar” el Central. Esa sola medida habría permitido desde exhibir un mercado transparente, más confiable y más estable, a evitar frases como las del ministro Caputo, que cuando dice “si está barato comprá”, o “tenemos suficientes reservas y estamos dispuestos a gastarlas todas para vender dólares”,  contradice todas las ideas libertarias, liberales, monetaristas, de la escuela austríaca, la de Chicago las de campaña, las de Milei y la de cualquier inversor, salvo los prebendarios seudoinversores argentinos que sólo subsisten en el proteccionismo de un tipo de cambio controlado y conveniente. Y anticrecimiento.

Además, ese triunfalismo es equivalente a decir: “Vamos a ganarles. Les venderemos a precio por debajo del costo todos los dólares que quieran comprar”, despreciando así la fundamental ley de oferta y demanda y la teoría del valor percibido, base del pensamiento mileísta, según declara. 

Por otra parte, se debe recordar que las reservas disponibles para “vender todos los dólares que quieran comprar”, luego de las ventas de esta semana de más de 1.100 millones de dólares, llegan apenas a algo más de 6.000 millones de dólares. El resto, hasta llegar a los 40.000 millones de dólares, son depósitos de particulares en los bancos, que sólo se muestran como reservas por una cuestión técnica. Si se quisiese vender esas reservas, deberían confiscarse, no comprarse, lo que generaría otro caos diferente. 

Ese festival de improvisaciones verbales y de piruetas reglamentarias diarias e intervenciones en el mercado de cambio y de dólar futuro para jugar el partido del control de cambios, que los gobiernos de cualquier país siempre pierden por goleada y sus ciudadanos también y pagan con la falta de crecimiento y endeudamiento, hace difícil criticar a audaces como Pichetto, que sostiene que el Banco Central “debería tener lo que hay que tener para controlar el valor del dólar’, una teoría económica que pondría envidiosos a Hayek, Mises, Fridman y tantos otros. 

Este brinco en el tipo de cambio no es definitorio, pero se suma al telón de fondo de las elecciones de noviembre porque afecta los índices, el riesgo país, el nivel de reservas, la confianza y hasta el humor, y abona las críticas sobre la gestión económica, tengan o no razón. 

La baja del precio de los bonos, por otra parte, también es la expectativa de un costo mayor de intereses para financiar al país, del mismo modo que la baja de las acciones supone un menor crecimiento y una retracción del consumo. Otra vez, no es definitorio, pero algún grado de peso emocional tiene sobre los votantes. Y las decisiones del votante son mayoritariamente emocionales, aunque suene difícil de creer. 

El amigo americano

También es grave -aunque haya sido comentado como algo positivo- el adelanto presidencial de que se está negociando un préstamo con el Tesoro americano directamente. Dejando de lado los compromisos no siempre livianos que esta gentileza podría implicar, tampoco es un dato positivo. Un préstamo para mantener el nivel del dólar o aumentar las reservas, como se quiera mostrar, implica estar dispuestos a tomar un préstamo para vender esos dólares al mercado y así mantener un tipo de cambio que por definición no es el adecuado, otra vez fomentando el carry trade y otra vez aumentando la deuda en nombre de ayudar a la prebenda. Otro dato que al votante independiente y un poco más analítico preocupa. Y peor, un dato que marca otro incumplimiento de las promesas de campaña en 2023. 

Porque si el tipo de cambio hubiera sido librado a la oferta y demanda sin ninguno de los formatos de intervención estatal, como era la promesa del primer mandatario, este préstamo para subsidiar compra de dólares no sería necesario. Habría que esperar que si se consiguiera finalmente ese préstamo se usara para pagar deuda, no con otros fines. Del mismo modo que cualquier superávit fiscal se debe usar para pagar deuda, o para bajar impuestos. 

No es la política cambiaria el único rubro en que el Ejecutivo está sufriendo las consecuencias de sus propios errores, de sus propios empecinamientos o de sus fantasmas sicológicos. Su actitud soberbia, a veces insultante, su necesidad de arrasar no sólo con sus enemigos sino con sus amigos, y el desconocimiento técnico detallado de cada área, producto de la inexperiencia de sus funcionarios y sus legisladores, hizo que perdiera la discusión en temas en los que tenía razón. Los casos del Garrahan, de las Universidades, de la Salud, de los ATN, de las obras públicas de los discapacitados, son cuestiones en los que el Gobierno tiene razón, pero encaró la resolución de esos problemas de modo inadecuado y los comunicó mucho peor, con lo que apareció como canalla por simplificar las cuestiones y tratar de defender superficialmente temas muy complejos donde necesariamente necesitaba mucho estudio y mucha ayuda de especialistas. 

Esos temas resucitan en este momento inoportuno electoralmente, mucho más luego de que el peronismo se envalentonara con los resultados en PBA que no merece. El Congreso en poder de la oposición simplemente aprovecha la oportunidad y la opinión pública predispuesta y exacerbada previamente y veta los vetos a sus leyes que inexorablemente lesionarían la meta de déficit cero, además de no beneficiar significativamente a los supuestos beneficiarios. Pero es la estructura gubernamental la que le ha dado esa oportunidad, como un boxeador que arma mal su guardia y recibe un directo a la mandíbula que lo deja groggy. 

Por ejemplo, con esta defensa a ultranza del tipo de cambio controlado determinado a ojito en colaboración con el FMI, en la que han fracasado todos los gobiernos argentinos sin excepción en los últimos 100 años como en todo el mundo, ha logrado que ese tema anide con toda ignorancia pero con toda efectividad en la mente popular, para desvirtuar la idea de equilibrio fiscal, que es el único punto en que se está siguiendo la política inicial de Milei, y que es crucial para enderezar la nave muy escorada de Argentina. 

Adicionalmente, los vetos a los vetos del Congreso son un torpedo que no sólo crea un serio obstáculo económico, sino que manda una señal al sistema y al mundo que necesariamente encarece el riesgo país, o sea el costo de refinanciar la deuda, frena la inversión y pone más presión sobre el tipo de cambio, además de hacer temer por lo que puede ocurrir si este mismo Congreso u otro similar decide el juicio político del presidente, que no necesita causal. 

La situación hoy no es la misma que la del 8 de septiembre, complicada ahora por este ataque desde tantos frentes tan oportuno que parece planeado. Hace quince días era más fácil suponer un resultado en octubre que diera una mayor tranquilidad o respiro al gobierno. Y también que el Gobierno reflexionaría sobre su relación no ya con sus opositores, sino con sus aliados. Eso tampoco es tan fácil de suponer en este momento.

La importancia del votante independiente

Lo que el Gobierno no puede comprender es que a quien tiene que convencer es al electorado independiente, que se alineó en su momento bajo el lema del Pro. Ese electorado simplemente no soporta a Karina Milei. Ni su estilo, ni su precariedad, ni su arbitrariedad, ni su entorno ni ninguna de sus decisiones. Eso incluye el concepto de manosear, vetar y desplazar a los extraamigos que pueden aportar experiencia, conocimiento, resultados exitosos en el pasado y capacidad de gestión. Eso ha llevado a que la gran mayoría de incorporaciones a LLA sean de perokirchneristas seudoresucitados, en muchos casos copartícipes del desmanejo de múltiple espectro. 

Como no es realista suponer que el Presidente va a prescindir de su hermana armadora, la dificultad para lograr que esa masa que se abstuvo el 7 de diciembre vaya a votar es evidente. Por eso resulta cada vez más difícil sostener que se podrá romper esa polaridad de tres puntas: el peronismo, el libertarismo y los independientes que no quieren votar por ninguno de los otros dos. 

Desde el punto de vista del votante independiente, la única alternativa posible entonces es votar por sectores que representen concepciones más afines a las de LLA, pero que se presenten por otros partidos, y que los acuerdos se hagan entre los legisladores luego de la elección, no antes, ni entre partidos ni con los gobernadores ni con ninguna otra casta. 

La opción “votame a mí porque el otro es peor” es un insulto al ciudadano, la diga quien la dijera.  Al independiente le molesta y elige no votar, y sin querer acuña con su abstención su propia condena. Tiene opciones. Tal vez deba usarlas