Mirador político

La realidad y el deseo

Los últimos días ofrecieron un ejemplo perfecto de la distancia que media entre la realidad de la situación económica y el deseo que expresan los medios y prácticamente la totalidad del “establishment” político de desgastar al Gobierno y de que fracase el plan de estabilización, su mejor baza para las elecciones de octubre.
El ejemplo más evidente de esa distancia fue la reacción positiva de bonos y acciones argentinos en la bolsa neoyorquina tras el anuncio del Presidente en el Congreso sobre la cercanía de un acuerdo con el FMI, que contrastó con la repercusión negativa que tuvo en la prensa local la Asamblea Legislativa.
El anticipo de la pronta llegada de dólares frescos para alivio de la delicada situación de las reservas del BCRA fue un hecho que pudo ser medido en moneda contante, pero quedó en segundo plano por un episodio marginal: uno de los pocos diputados opositores que había ido al recinto y un personaje que oficia de monje negro del Presidente se enfrentaron verbalmente en un pasillo de la Cámara, lo que dio lugar a un circo mediático interminable.
El asesor, Santiago Caputo, parece haber caído en estado de exasperación continua tras los últimos errores en la comunicación gubernamental, lo que deriva en impactos negativos sobre la imagen presidencial. Por ejemplo, quiso dar respuesta al “affaire” de la criptomoneda $Libra y lo agravó con la torpe manipulación del periodista convocado para la tarea.
A continuación, pretendió convertir la Asamblea Legislativa en una apoteosis de la gestión de Javier Milei y terminó transformando en protagonista de la jornada a un legislador irrelevante, el radical Manes, al que increpó de manera grosera, cediéndole así el papel de víctima de un “atropello” del poder presidencial. Le “robó” cámara a su propio empleador. Inconcebible.
Capítulo especial merece la errónea estrategia que aplicó de cara a la prensa en la cobertura de la Asamblea. Trató de entorpecer su trabajo para que la única versión de lo ocurrido fuera la oficial, una sandez que sólo se le puede ocurrir a un burócrata, además de un agravio a los periodistas que resultó contraproducente.
En eso, el comportamiento del Gobierno no difirió del de la “casta”. La parcialidad y los intereses creados que tiñen la tarea informativa son un problema, pero que seguramente no se resuelve (y que nunca se resolvió) con el personal de seguridad hostilizando a los periodistas.
Las torpezas de la comunicación oficial significaron un alivio transitorio para la oposición que lo único que tuvo que lamentar fue no haber concurrido al recinto para ver si recibía algún agravio que la sacara del anonimato. Pero tampoco se puede confiar en la desorientación del Gobierno. Es muy difícil ganar un partido con sólo los goles en contra del adversario.
Los opositores deben diseñar una estrategia que encaje en la presente realidad electoral y que no se limite a los deseos expresados a través de la prensa opositora.