CLAVES DE LA SEGURIDAD

La política manosea a los uniformados

El permanente movimiento pendular ideológico, en materia de seguridad ciudadana, genera angustia e incertidumbre en los integrantes del sistema penal del Estado. 

Los más castigados en esta coyuntura son los miembros de las policías y de las fuerzas federales de seguridad (auxiliares directos de la Administración de Justicia y del Ministerio Público y ejecutores de la prevención delictiva). Los uniformados están siendo sometidos -desde la restauración democrática hasta nuestros días- a un verdadero manoseo en donde un día son héroes y al siguiente, demonios. 

Sumado a ello, cuando el Poder Judicial debe examinar sus conductas profesionales tanto en la prevención como en la represión de los delitos, quedan al descubierto las graves falencias en la formación y capacitación de los cuadros, sobre todo en las últimas incorporaciones a las fuerzas policiales provinciales y locales. 

La capacitación policial y el entrenamiento son cardinales para la gestión de seguridad. Como también lo son los procesos de selección y admisión de aspirantes. 

En los últimos tiempos, la afiebrada obsesión por el marketing político ("Más policías en las calles"), propició ingresos masivos de efectivos sin vocación comprobada y con casi nula preparación. Por ejemplo, en algunos cursos de la Policía Local de la Provincia de Buenos Aires, los aspirantes recibieron en ¡6 meses! pistola, credencial y estado policial! 

Para la foto, para spot publicitario, para marketing pre-electoral, todo sirve. Pero, cuando llegan los enfrentamientos, los disparos de armamento letal y las muertes, todo se desploma como un castillo de arena. El efectivo queda solo frente a una acusación penal y, muchas veces, en la cárcel. La política mira de costado los problemas que enfrenta el uniformado con la Justicia y "cabalga" entre las disyuntivas judiciales, mediáticas y de redes sociales, al compás de las encuestas de opinión y sondeos de imagen. 

El ciudadano de a pie, desprotegido. 

El entrenamiento policial no debe ser de "tiro al blanco". Para eso están los JJOO y demás certámenes de tiro deportivo. Tampoco un entrenamiento militar, preparatorio para un combate ajeno totalmente a la actividad policial. 

El policía moderno debe ser entrenado en tiro dinámico, en situaciones callejeras extremadamente violentas, en allanamientos de moradas con resistencia armada, en tácticas de negociación con personas bajo los efectos de sustancias psicoactivas, con enfermedades mentales o con combinación de ambas. 

El efectivo policial debe conocer, amén de la legislación que rige su profesión, la normativa penal, procesal penal, contravencional y, sobre todo, los postulados constitucionales. El policía es un agente de la ley. 

Las directivas en el uso de la fuerza letal deben ser claras, concisas y permanentes. No pueden variar según el espacio político que ocupe transitoriamente el poder. Además, deben ser conocidas por la comunidad toda. El ciudadano debe saber perfectamente a lo que se expone en caso de desacato a una orden policial. 

Además de la preparación física y el entrenamiento referido, el integrante de la fuerza debe ser sometido a permanentes estudios y controles psicológicos y psiquiátricos. Como también, a la debida contención en caso de situaciones violentas que protagonicen. 

También es necesaria la creación de una defensoría policial para la cobertura jurídica en caso de sumarios internos y/o causas penales. 

Como se verá, no se trata de inventar la rueda ni descubrir el agua caliente. Sólo de aplicar el sentido común.