Claves de la religión

La pobreza infantil

 

Un reciente informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, indica que la pobreza infantil alcanzó su nivel más alto desde la crisis del 2001- 2002, con un pico de 67, 3 por ciento, en el primer semestre de 2024, es decir que supera el 50 por ciento. Hay notorias diferencias territoriales; mientras en la ciudad de Buenos Aires es del 27 por ciento, en Concordia (Entre Ríos) asciende al 75 por ciento, la cifra más alta del país.

“Este deterioro se produjo en un contexto de crisis macroeconómica profunda, marcada por la aceleración inflacionaria y la caída del poder adquisitivo de los ingresos laborales”, precisó el informe; los ingresos de los hogares pobres quedaron un 42, 6 por ciento debajo de la Canasta Básica Total.

La pobreza infantil se mantiene más de veinte puntos porcentuales por encima de la que afecta a los adultos, cuya incidencia es del 32, 8 por ciento. Se intensifican asimetrías regionales: los aglomerados con pobreza estructural más alta o menor dinamismo económico (en regiones del Noroeste o Noreste del país, principalmente) son los que más sufren y menos capacidad muestran para recomponerse frente a la crisis.

LOS CULPABLES

La pobreza no es una infamia, aunque sus límites con la indigencia no estén muy claros. Siempre hay un culpable: los padres (haber nacido de padres pobres), la falta de un trabajo adecuado para vivir más dignamente, la historia reciente, el gobierno y su plan económico.

¿Cómo es posible que la Argentina sea un país pobre? Su tierra es de las más feraces: llanuras aptísimas para el trigo, el maíz, el lino, etc.; montañas que ocultan metales, entre ellos, oro y plata; ríos caudalosos que no son precisamente ámbito de mojarritas, sino de peces deslumbrantes, y un mar amplísimo, en el que se puede pescar incansablemente porque nunca abandonará su riqueza. No seremos injustos si afirmamos que la culpa es de los políticos. Los políticos no son extranjeros, aunque muchos sean hijos o nietos de inmigrantes.

REALIDAD MUY AMPLIA

En el orden cristiano la pobreza es una realidad muy amplia. No significa, simplemente, la carencia de dineros o de propiedades, sino que es un valor espiritual, por lo que se dice en el Evangelio: “Felices los pobres” (makarioi hoi ptōchoi). Así reza San Lucas (6, 20), pero San Mateo (5, 3) aclara “felices los pobres de espíritu” (hoi ptōchoi tō pneumati). Jesús, María y José son un modelo de pobreza: el Señor, el Verbo Encarnado, nació en un pesebre, porque “no había para ellos lugar en la posada”. De este ejemplo procede la tradición cristiana de la pobreza, que han vivido los santos, entre los cuales figuran reyes y reinas, y muchos grandes personajes. Pobreza, castidad y obediencia constituyen los tres votos religiosos, incluidos en las diversas reglas.

Desde esta perspectiva habría que considerar la pobreza infantil, aunque el Observatorio de la Deuda Social de la UCA aporta razones válidas del despojo económico, que es obra de un gobierno “libertario”, es decir, criatura resucitada del liberalismo. Se trata, en ese caso, de injusticia. Ésta es un mal, de modo que justo al igual que pobre es un altísimo valor.

Podríamos pensar que la pobreza del Niño Jesús era un inicio de la Redención, que se continuaría en la pobreza de la vida temporal de Jesús, y se consumaría en la pobreza de la Cruz.