PADRES Y DOCENTES ANTE EL RIESGO DE PANTALLAS ADICTIVAS

La peligrosa distracción del teléfono

POR SOLANA INI

Azul está en la escuela, clase de matemáticas. Recibe una notificación, su prima le avisa que el viernes hay una fiesta de egresados. Compran las entradas en línea, conversan para resolver como irán, mientras la clase de matemáticas transcurre de fondo. La mente de Azul ya abandonó el aula, simplemente por llevar un celular a la escuela.

Situaciones como estas suceden a diario, sin que nadie las delate. Ya que el alumno necesita sentir que no se pierde nada de lo que pasa afuera y el docente necesita creer que le prestan atención. El uso del celular en el aula en Argentina aún está permitido, mientras los niveles de aprendizaje vienen con una tendencia negativa.

En décadas previas a los smartphones, los padres se preocupaban si sus hijos miraban televisión demasiado tiempo. Hoy, padres y educadores tienen un desafío mucho más difícil: limitar el tiempo de exposición a una pantallita que va a todas partes con los chicos, incluso al colegio.

Mantener conversaciones simultáneas en dos espacios distintos de modo silencioso era algo impensado hace 20 años en una institución educativa. Actualmente, los alumnos tienen la posibilidad de escuchar en forma parcial al docente mientras conversan con alguien a través de whatsapp. Dividiendo su atención entre dos o más tareas.

Acudir a clases con un celular repercute negativamente en la capacidad de aprendizaje. De acuerdo al estudio realizado por la Unesco “el uso de smartphones y computadoras interrumpe la actividad de aprendizaje de los niños y jóvenes” (https://www.unesco.org/en/articles/smartphones-school-only-when-they-clearly-support-learning).

SIN CONSENSO

A pesar de que ya es sabido que el celular favorece la distracción, no hay aún consenso entre educadores sobre qué tan dañino puede ser que un alumno lleve un aparato inteligente a clase o se niegan las consecuencias negativas. El límite aún no se establece porque se plantean argumentos para que un hábito, relativamente nuevo y perturbador, se mantenga en el tiempo. 

Por un lado, están quienes defienden su uso al sostener que el teléfono inteligente permite buscar información y que es una herramienta más para aprender en el aula, y están quienes apuntan a usarlo con moderación, sin tener en cuenta que la recepción de un sólo mensaje puede perturbar la mente durante horas. 

Desde la página de noticias de Argentina.gob.ar, por ejemplo, se hace énfasis en que los docentes “gestionen el uso responsable del celular en el aula, seleccionando recursos atractivos y de calidad para incentivar un aprendizaje significativo, vinculado con el entorno del estudiante” (https://www.argentina.gob.ar/noticias/el-uso-del-celular-en-las-aulas).

Introducir el celular en el aula es abrir la puerta a personas, situaciones o personajes que no participan del proceso de aprendizaje. La escuela debería ser un ámbito donde se priorice el aprendizaje y el contacto e interacción con las personas presentes en la institución. 

Ya varios países han comprendido que la prioridad es evitar distracciones en el aula. Italia, Suecia, Finlandia, Países Bajos, Francia e Irlanda han tomado medidas al respecto. Argentina, en cambio, aún no ha implementado un reglamento para contribuir a que el alumnado mantenga un nivel óptimo de atención y concentración.

No olvidemos que la atención es la antesala del aprendizaje. Una atención insuficiente, generará un aprendizaje deficiente.

Ya desde 2017 se vienen publicando estudios que advierten sobre el uso de smartphones. En el trabajo de investigación “Teléfonos inteligentes y cognición: una revisión de la investigación que explora los vínculos entre los hábitos de tecnología móvil y el funcionamiento cognitivo”, se indican las posibles consecuencias del uso de estos aparatos sobre el funcionamiento cognitivo.

“Existe una percepción cada vez mayor de que el uso habitual de estos dispositivos puede tener un impacto negativo y duradero en la capacidad de pensar de los usuarios. Recordar, prestar atención y regular las emociones.

Una manifestación específica de esta preocupación es que la generación actual de niños y adolescentes está desarrollando períodos de atención cada vez más cortos debido a su mayor contacto con la tecnología de los teléfonos inteligentes y su uso comienza a edades más tempranas (Nikken y Schols, 2015). Es posible, aunque no se ha probado, que el uso frecuente de teléfonos inteligentes pueda ser menos dañino para los adultos, mientras que los niños pueden experimentar consecuencias más negativas como resultado de su mayor plasticidad neuronal.” (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5403814/)

Dada la multiplicidad de estímulos que aparecen en un smartphone y su breve duración, la televisión, al lado del celular, es como una caricia para la mente. No sólo sería interesante evitar el uso del teléfono inteligente en la escuela, sino también que los padres tomaran conciencia de la importancia de postergar lo más posible la adquisición del primer celular. Hay juguetes más saludables y menos adictivos. Comprarle un celular a un niño es limitar su capacidad de contemplar lo que lo rodea.