Mirador político

La parálisis de la oposición

Se cumple un mes del triunfo electoral libertario. En ese lapso el oficialismo monopolizó la iniciativa ante la parálisis opositora. En lucha abierta por el poder la Casa Rosada reclutó gobernadores, diputados y senadores, mientras el kirchnerismo lo miraba por TV. En su principal bastión, el Congreso, no pudo reunir a ninguna de las dos Cámaras.

En una reciente entrevista el sociólogo Pablo Semán aportó elementos de los que puede inferirse que la principal causa de este fenómeno puede ser la perplejidad. En su opinión la oposición no esperaba ni entendió lo sucedido en 2023 ni en 2025.

Sea o no acertada la hipótesis, en algo no se equivoca: la dirigencia de los partidos históricos no termina de metabolizar el fracaso ante un adversario antisistema que hizo campaña con el ajuste económico como bandera y ni se molestó en armar una estructura permanente para juntar afiliados.

El éxito de Milei tiene dos componentes elementales. Uno, el rechazo al populismo estatista y empobrecedor del que hoy solo sacan ventaja políticos, sindicalistas y empresarios como los que rellenaban los bolsos de López. El otro es la aparición de nuevos valores como la reivindicación del mercado hasta hace poco demonizado. Una mezcla de factores negativos y positivos, de repulsa y esperanza. Los que no van a votar asumen la primera actitud; los que van, apuestan por Milei, aunque el futuro sea incierto. Nadie capitaliza por lo tanto el “voto castigo”. Esto parece estar más allá de la comprensión del PJ, la UCR y la izquierda.

Si lo que ocurrió en las dos últimas elecciones encierra un cambio de conducta social, el peronismo está obligado a renovar diagnóstico, discurso y estrategia. Hablar de antiperonismo, por ejemplo, carece de sentido. En primer lugar porque, si es difícil definir al peronismo, otro tanto sucede con su antagonista. La polarización no pasa por ese eje. Reemplazar a Cristina Kirchner por su hechura, Axel Kicillof, tampoco cambiaría nada.

El ejercicio democrático de los últimos dos años es asimilable a un terremoto: un movimiento de la base social, una suerte de deslizamiento de “capas tectónicas” que produjo el derrumbe de la “superestructura” política.

El fenómeno Milei es anómalo y transversal. Por eso recoge votos entre los pobres, algo que no ocurría con Macri. Macri prometía el cambio; Milei la destrucción de la casta, lo consiga o no.

De allí que una vuelta de la vieja dirigencia con sus valores estatistas solo ocurriría si estalla una megacrisis como la del 2001, algo que el electorado hoy rechaza. Después del triunfo peronista bonaerense, casi un millón más de electores concurrió a los centros de votación para evitar el colapso del gobierno.

La oposición también debe revisar el discurso que usó para desgastar al oficialismo: la alegada “crueldad” con los jubilados, discapacitados y pacientes pediátricos no obtuvo el resultado previsto. Fue más bien percibido como parte de una campaña de políticos, sindicalistas, “organizaciones sociales” y medios. Grupos de interés paraestatales de nula credibilidad.