EL LATIDO DE LA CULTURA

La palabra inicial

Las vacaciones suelen ser para mí un período de reflexión en relación a la docencia, mi principal actividad. Es por eso que dedico buena parte del mes de enero a leer textos vinculados a la práctica educativa. Pero en esta soleada tarde en la que salgo a caminar por Junín de los Andes opto por enchufar los auriculares al celular y dejo correr un reportaje a Pedro Luis Barcia. Dr. en Letras por la Universidad Nacional de la Plata y Ex Presidente de la Academia Argentina de Letras y de la Academia Nacional de Educación, Barcia es, sin dudas, uno de los intelectuales más lúcidos de nuestro país. Entrevistado con agudeza por el Prof. Juan Ignacio Barrena, Barcia hace ver que, más allá de los debates pasajeros, las nuevas tecnologías y las pedagogías del momento, hay ciertos aspectos fundamentales que ningún educador debería olvidar. 

“Una sociedad que renuncia a la educación se va al tacho. Lo único que puede darle sentido de rescate, sentido de la recuperación y sentido de la vida a una persona es la educación”, afirma Barcia. Y mientras camino por la Patagonia reconozco que es cierto: una buena educación debe, ante todo, encauzar los valores, estimular el sentido vital y enriquecer nuestra estadía en este mundo.   

Sigue el Dr. Barcia: “Hay tres tipos de contenidos: los contenidos conceptuales, como por ejemplo el teorema de Pitágoras, que está en internet; los contenidos procedimentales, es decir, cómo se hace algo (una monografía, una bomba casera), que también están en internet. Pero los contenidos actitudinales no están en ninguna parte más que en la relación del padre con el hijo o del maestro con el alumno. Tiene que haber alguien adelante del niño para verificar que haya dicho “gracias”, “no”, “ya ordené mis juguetes” o si pide permiso. Sin la presencia de una persona no se desarrolla el plano de lo actitudinal. ¿Y qué es lo actitudinal? La base de la convivencia social”. Con esa erudición campechana que lo caracteriza, su afirmación dilapida el argumento de quienes se preguntan para qué estudiar si “está todo en internet”. El paralelismo entre padre e hijo es impecable porque hace ver que el rol docente engendra uno de los niveles más profundos de humanismo. No basta con la información: Hace falta siempre la mano que moldee, que corrija. Al igual que lo que sucede en la casa, la relación alumno profesor debe haber atención y cuidado. 

“Hay que empezar por revigorizar la educación inicial, en la que se debe dejar afuera a la escritura. Hay que desarrollar la oralidad que es lo que da una base. Un muchacho que no sabe expresarse no puede ser nunca un buen ciudadano, no puede defender bien sus derechos”, agrega. Barcia sale al rescate, sobre todo, del asombro que despierta en el niño la “palabra dicha”. Y no solamente en la primera infancia sino también más adelante. Recuerdo el mutismo de algunos de mis alumnos adolescentes y me recuerdo a mí mismo que debo instarlos a que hablen, a que participen, conjeturen y discutan durante mis clases.  De nada sirve lamentarse frente a un egresado de Secundaria mudo. Hay que tener claro que el estímulo de la palabra comienza mucho antes. 

Cuánto para pensar de cara a este año lectivo que comienza. Y pensar que sólo he salido a dar un paseo.