Sabemos que “tiene patas cortas” y que es una contravención al octavo mandamiento; sin embargo, convivimos con la mentira, la que adopta diferentes caras de distinto tenor: desde las piadosas para evitar conflictos o dar elogios inmerecidos hasta las que se guían por intereses egoístas e intención de manipular. Se mezclan y confunden con las exageraciones, los rumores, el ocultamiento, los juicios temerarios y las calumnias.
Todos sabemos que mentir está mal, sin embargo apañamos, excusamos y somos protagonistas de las mentiras como si fueran un mal necesario para vivir en sociedad.
Nuestros padres nos educaron a manejarnos siempre con la verdad, pero a veces, para no tener consecuencias indeseadas, sucumbimos a la mentira. Otras veces caemos en ella por no saber comunicarnos oportuna y adecuadamente. La reflexión de hoy nos lleva a esas mentiras cotidianas que casi ni advertimos y se hacen hábito.
MEDIAS VERDADES
Mal que les pese a los cultores del racionalismo, la realidad seduce a la inteligencia. Las medias verdades ejercen ese influjo por lo que tienen de valioso, es decir que,convencen por lo que tienen de verdad. Por eso, cuando se absolutizan pueden convertirse en armas poderosas, sobre todo cuando van cargadas de afectos.
Hablar de media verdad parece más excusable que de media falsedad, sin embargo son las dos caras de una misma moneda. La media verdad va de la mano del ocultamiento y se emparenta con las falacias, argumentos que buscan convencer de forma fraudulenta.
COMERCIOS Y PRECIOS
Algo que vemos frecuentemente en los comercios son esos precios que nos mienten en la cara. Son parte de las pequeñas mentiras que naturalizamos y no cuestionamos. Es común ver en las vidrieras o en publicidades precios que terminan con 99 centavos u otras variantes, como $ 9.999, cuando sabemos que se redondeará en nuestra contra y que ni siquiera se nos va a ocurrir hacer un reclamo o considerar solicitar el vuelto. Aunque parezca un detalle menor es una de esas pequeñas acciones por donde se nos va filtrando la aceptación lisa y llana de la mentira cotidiana.
Aunque, por supuesto, siempre hay excepciones, una fuente inagotable de adherentes a la mentira u ocultadores de la verdad se encuentra entre la llamada casta política. Varios periódicos publicaron en su momento que el expresidente Mauricio Macri, en un discurso ante la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas, confesó: “Si yo les decía a ustedes hace un año lo que iba a hacer y todo esto que está sucediendo, seguramente iban a votar mayoritariamente por encerrarme en el manicomio. Y ahora soy el Presidente”.
La historia argentina está plagada de ejemplos, como también pasa, en mayor o menor medida, en otros países. No es exclusivo de nuestra idiosincrasia. En todas las latitudes existieron y existen sociedades que prefieren vivir en la mentira y aceptar lo que sea de parte del gobernante de turno, les diga lo que les diga, sin cuestionar nada o prefiriendo echarle la culpa a otro por las promesas incumplidas o los problemas que soportan.
LAS REDES SOCIALES
Las redes son el lugar preferido para que florezcan los rumores, los juicios apresurados y la difamación. La rapidez exigida en la respuesta y la participación picante en búsqueda de likes conspiran contra la verdad. La metáfora de San Felipe Neri sobre las plumas de la gallina es muy oportuna.
Cuentan que el santo con la intención de quitar a un matrimonio la mala costumbre de rumorear y difamar a sus vecinos, les pidió que le llevaran una gallina, pero con una instrucción precisa: tenían que ir desplumándola por el camino y llegar hasta él con la gallina totalmente desplumada. Al encontrarse les dijo que volvieran para recoger las plumas, ellos con sorpresa le respondieron que era imposible porque ya las plumas se habían volado con el viento y esparcido por toda la calle. El santo les explicó con sabiduría: “Eso mismo sucede cuando se difama a una persona. Una vez esparcidas las palabras, es imposible recogerlas, y el daño que causan puede ser inmenso”. Además, en la era de la posverdad y de la IA, el “miente, miente que algo queda” goebbeliano cobra más sentido.
OTRO CUENTO
La conocida leyenda sobre la verdad y la mentira, ilustra esa trágica afición tan humana y ancestral. “Un día Verdad y Mentira se encontraron frente a un lago, dispuestas a darse un chapuzón. Ambas se quitaron la ropa y nadaron hasta que la mentira salió y se puso la ropa de la verdad. La verdad, incapaz de ponerse la ropa de la mentira, comenzó a caminar desnuda por la calle. Todos se espantaron al verla. Dicen que desde entonces son muchas las personas que prefieren ver la mentira disfrazada de verdad que la verdad al desnudo”.
Cuando la mentira se naturaliza deja de considerarse un antivalor. Si no se discierne entre la verdad y la falsedad, se va derribando también el discernimiento entre lo bueno y lo malo y la confianza se derrumba…Sin embargo, y a pesar de las limitaciones humanas, sabemos que al fin, la Verdad triunfará.
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