Mirador político

La motosierra electoral

La llegada de Javier Milei al poder no sólo produjo fenómenos económicos nunca vistos, sino también una campaña electoral con situaciones extraordinarias. Allí también la motosierra hizo su trabajo.

Ayer, por ejemplo, se debatió durante buena parte del día el pase de la última candidata presidencial del PRO a la LLA, el partido con el que había competido apenas dos años antes. Tras el triunfo de los libertarios todo es posible. Una prueba más de que los partidos son estructuras que avanzan aceleradamente hacia la obsolescencia, que tienen utilidad apenas ocasional y que los liderazgos se evaporan cada vez con mayor rapidez. Por ese camino pronto hasta la “casta” será un fósil y la “militancia” un significante sin significado.

Otro rasgo llamativo de la campaña es el papel de muchos medios y periodistas abiertamente antigobierno. No apoyan o promocionan a un candidato opositor; toman su lugar y critican al presidente y su entorno a cara descubierta. Fungen de políticos ante el fracaso total de los profesionales en la materia. Tampoco publican falsa información –al menos de manera ostensible--, impugnan al presidente, se le plantan.

Por su parte el presidente les sigue el juego y redobla cotidianamente la apuesta. Es llamativo que los periodistas no se pregunten por qué lo hace. Por qué baja a discutir muchas veces con personajes irrelevantes. Lo acusan de agredirlos desde una posición de poder, pero no analizan por qué se toma la molestia de hacerlo. La respuesta a esa pregunta es sencilla: porque son sus opositores más peligrosos. No es una pelea por la verdad como insiste el oficialismo, sino por poder en la que los periodistas han desplazado -o intentan hacerlo- a los políticos. Eso los transforma en “casta” y empareja a los periodistas “militantes” con los que hasta ahora eran considerados independientes o distantes de la lucha directa por el poder.

Con su estrategia combativa Mieli, que no se “autopercibe” como un político, sino como un representante de la “gente de bien”, consiguió poner en el papel de políticos a los periodistas y a buen parte de los medios. Dio vuelta la ecuación y los expuso con la invalorable colaboración de los propios periodistas y medios que en el tiroteo perdieron por completo la calma y la noción más elemental de la naturaleza de su rol. No es por culpa de Giuliano da Empoli o de Santiago Caputo que empezaron a igualarse con “El Destape” medios con siglo y medio largo de existencia.

La oposición mediática se escandaliza por el lenguaje violento de los tuiteros e “influencers” libertarios, los acusa de difundir un discurso de odio y manipular emocionalmente las frustraciones sociales. Pero al hacerlo vuelve a equivocarse porque queda pegada a los políticos, contribuye a la polarización y hace involuntariamente campaña a favor de Milei. Dominada por la animadversión que siente por el presidente le presta un servicio. Cuando alguien es desafiado a pelear y acepta el reto comienza perdiendo porque se somete a la voluntad del adversario.