UNA MIRADA DIFERENTE

La moneda está en el aire… pero es falsa

Pocas veces la trillada frase del cara o cruz se aplica tanto como en estas elecciones; y pocas veces quiere decir tan poco.

La expresión del título, un cliché aburrido y repetitivo, se aplica en todo proceso definitorio cuando no se tiene la más vaga idea de cuáles serán los resultados. Esta situación se agrava ahora porque a la poca confiabilidad de las encuestas, por razones diversas, se unen las campañas de manipulación de redes de trolls y bots, servicios profesionales que se alquilan y que pueden convencer de cualquier cosa al elector y llevarlo a estar seguro de que debe votar por los supuestos ganadores que se les vende como indiscutidos. 

También por el costado futbolero de los votantes, (no exclusividad local sino universal), que deciden su sufragio con cualquier cosa menos con su análisis racional. A ello se agrega la masividad del voto en blanco, el cuarto tercio del resultado de las PASO, ese malévolo y maleable invento kirchnerista para manosear la voluntad popular, como es su estilo. Ese cuarto tercio es otra incógnita que da lugar a cualquier especulación y a cualquier manejo. 

La diferencia es que en este caso, la moneda está en el aire, pero es falsa. Una aterradora comparación entre las esperanzas que puedan abrigar los ciudadanos ante una nueva instancia electoral y el espejismo de creer que se tiene una moneda que vale menos que las del Monopoly, o que los proverbiales billetes de Micky Mouse que supo ser la moneda en el reino de Disney. 

Moneda falsa

Para el supuesto tercio que confía en el candidato-ministro oficialista, la moneda que recibirá es falsa, porque las promesas de su candidato tienen el mismo valor que el peso, y se devalúan y deprecian a la misma velocidad y por las mismas razones. Vota por instinto, por resentimiento, por atavismo o por sometimiento, pero no puede esperar nada distinto a lo que ha pasado hasta aquí. 

El supuesto tercio que se inclina por el candidato libertario (conviene aclarar que no se trata de un candidato con la filosofía del liberalismo) el riesgo de desilusión también está latente. No sólo porque su único plan más o menos esbozado es una dolarización de la que el propio candidato se ha despegado y ha convertido en otra cosa con piruetas verbales, sino que su equipo no es tal sino una suerte de nombres rejuntados, con muchos personajes de la casta que alega demolerá, y porque sus contactos y lealtades con el mundo empresario sugieren que los intereses de la gran industria prebendaria y los sindicatos no serán afectados, lo que es garantía de fracaso. Ni tampoco, pese a que sus partidarios se hayan desgañitado sosteniéndolo así, tiene un plan o una propuesta con formato concreto. En casi nada, salvo en dos o tres temas que son casi disparatados, además de impracticables. 

El supuesto tercio que se inclina por la candidata de Juntos por el Cambio también corre peligro de encontrarse con que sus esperanzas eran falsas. Si bien sus planes e ideas parecen mejor organizadas y más meditadas, no se puede olvidar que se trata de una alianza en la que el sector ganador de su interna en las PASO representa una minoría en términos cuantitativos de dirigentes. (Macri sabe mucho de esta situación) Cuando la dureza inexorable del ajuste imprescindible haga crujir y rabiar a la sociedad, habrá que ver lo que hacen la UCR, sector nariz apretada, Lousteau, Carrió, Nosiglia, los gobernadores, y si están todos dispuestos a bancarse el costo político como sí parece estarlo su candidata presidencial. JxC está preñada de traidores y tránsfugas, que no se han renovado, son los mismos que eran y fueron siempre. ¿Habrá cohesión y verticalidad cuando crujan las cuadernas del barco? 

El cuarto tercio -con perdón de la imposibilidad matemática- el del voto en blanco, de mantenerse en la misma proporción tiene más chances de acertar en el diagnóstico, porque ya se ha desilusionado de antemano al extremo de no importarle nada. 

Porque el tema de fondo no es el resultado electoral, sino lo que hay que hacer. Aún sin hablar de cómo hacerlo, que es un intríngulis en sí mismo. Por ejemplo, todos los candidatos están contestes en que hay que luchar contra la inflación y juran que saben cómo hacerlo y estar decididos a llevarlo a la práctica el primer día. (No muy distinto a la guerra contra la inflación de Alberto Fernández, digna de Alberto Olmedo, más bien) Algunos sectores, más serios, hablan de la necesidad imperiosa de reestablecer el equilibrio de los precios relativos, frase que todos escuchan sin entender muy bien lo que significa. 

Una pequeña muestra de lo que se quiere decir. Toda inflación alta cambia dramáticamente los precios relativos, lo que significa que los precios no indican nada, porque se modifican por cuestiones ajenas a la oferta y demanda, mucho más cuando la oferta y demanda está alterada por cepos, controles, prohibiciones del Estado, limitaciones arbitrarias, coimas, tipos de cambio múltiples, retenciones, subsidios de tarifas, otorgamiento de bonos y privilegios y demás. 

Eso no solamente implica que la economía está dirigiendo mal sus recursos, lo mismo que el consumidor, sino que la inversión se retrae porque no tiene ni cálculos ni expectativas racionales posibles para la toma de decisiones, al contrario, está en un mar de inseguridades, porque advierte que ese esquema de precios relativos es insostenible. Ante lo cual se abstiene de invertir, generando falta de empleo, de crecimiento, de oportunidades y de producción consumible o exportable. 

Nada más que la corrección de ese proceso requiere un enorme sacrificio, lo que Melconian llama una inflación con sentido, o con propósito. Porque para que se produzca la corrección hay precios que deben aumentar.  Y otros bienes que ya no podrán comprarse. Proceso opuesto a lo que ocurrió cuando se creó el problema, donde las tarifas se congelaron o la importación se frenó, o sea la competencia se impidió, y de paso se llevó a la población a gastar más en otros bienes mientras sus tarifas eran casi gratis. Justamente el proceso inverso genera inevitablemente un efecto que será percibido como muy negativo, y hasta podría generar una etapa de recesión. 

Este marco, casi el único camino para empezar a pelear contra la inflación es el que todos los candidatos se ocupan de no mencionar, pero que todos los candidatos saben que es imposible de evitar si quieren cumplir su promesa de bajarla. Al mismo tiempo, algunos de los partidos tendrán que retroceder sobre su estúpida prédica de que la emisión monetaria ilimitada no causa una inflación de la misma magnitud, conveniente autoengaño (Pensando generosamente).

El único camino

Cualquiera fuere el resultado electoral, quien resultare ganador no tendrá ningún otro camino que bajar el gasto del Estado, paralelamente o como paso previo a la lucha contra la inflación, ya que si la sociedad no percibe que seriamente se está bajando el gasto del Estado (Mal llamado gasto de la política por conveniencia) no tolerará ajuste alguno. Por eso esta columna sostiene que todo el proceso de ajuste debe comenzarse al mismo tiempo y no basarse en los grandes números, sino en un análisis pormenorizado, detallado, casi de presupuesto de base cero, so pena de cometer grandes injusticias, y de sufrir el repudio incontrolable de toda la sociedad. 

Justamente el último año del “ajuste” del gobierno que se va fue del estilo grosero de los grandes números, lo que llevó a destrozar la clase media, a la pobreza, a la miseria y a la parálisis, para lo que se usó la inflación en vez del análisis serio y profundo. 

Este concepto se puede repetir en cada uno de los rubros del gasto del Estado, lo que implica que los que se sentirán perjudicados serán muchos, las presiones legales e ilegales serán muchas, la cantidad de gente capacitada y comprometida que se requerirá en cada área será mucha, y aun así, ello no constituye una garantía de que el sistema social y económico no termine empujando al caos, o a algún formato autocrático al que el aparato nacional es tan adicto. 

Esta situación es la que hace que la columna sostenga que más importante que un plan es tener previsto el accionar de la transición, que es algo tan complejo como un plan, y acaso más importante que un plan, porque sin una transición estudiada, bien ejecutada y comunicada no habrá espacio político para aplicar plan alguno. Lo que incluye conseguir la comprensión y aceptación de la emergencia por parte de la Corte Suprema, para evitar un largo período de conflictos jurídicos, además de los otros conflictos previsibles. 

Desilusión inminente

Todos los que voten pensando en una solución mágica y mesiánica del problema se desilusionarán al mes de que asuma su candidato. Todos los que crean que cualquier intento de arreglo de la dramática situación en que está el país no le seguirá quitando por un tiempo no corto sus ahorros o lo que les queda, sus privilegios o prebendas, sus negocios y negociados, su bienestar o comodidad si les queda, se desilusionarán si su candidato procede con seriedad y hace lo que debe hacer una persona de bien.

Por eso esta elección no es ni de tres tercios, ni de cuatro. Esta elección se circunscribe a elegir a algún mentiroso que no cumplirá sus promesas y entonces promete cualquier cosa, o elegir a alguien serio, patriótico y casi heroico que garantice que el duro esfuerzo adicional que se viene tiene sentido. Esa es la moneda que está en el aire. La sociedad no tiene que elegir meramente entre varios candidatos. Tiene que elegir si quiere seguir sufriendo como hasta hoy o apuesta a tener un país del que no viva queriendo emigrar. Y esa apuesta habrá que mantenerla varios años. 

El país está en el aire y dando vueltas.