ACTUALIDAD RELIGIOSA

"La misa es sagrada, bla, bla, bla"

Por José Luis Milia

La Santa Misa es ese momento sagrado en el que los católicos nos reunimos para participar en el mismo Sacrificio de Cristo en la Cruz. Es, de alguna manera, estar junto a Él en el Gólgota, siendo testigo de su martirio. La magnitud de este acto exige respeto, y más aún, respeto reverencial, porque la dimensión de su Entrega excede lo humano.

Sin embargo, aquí en Argentina, nos encontramos frente a una extraña metamorfosis. Algunos “pastores” han convertido la Santa Misa en una especie de kermesse política, donde la marchita y los alaridos de barricada se utilizan para demostrar que, en lugar de recogimiento y respeto, la chusma se ha adueñado de un espacio sagrado.

Esta chusma no acude a la iglesia por inspiración divina ni porque crea que Dios escucha más si se grita más fuerte. No, van porque los administradores, que no pastores, de esas parroquias, oratorios o iglesias les invitan a montar su propia ópera bufa. Como diría el papa Bergoglio, los animan a “hacer lío”.

¿Nos sorprende esto? Quizás no debería. Benedicto XVI ya lo anticipó: “Tendremos sacerdotes reducidos al papel de trabajadores sociales y el mensaje de fe reducido a una visión política”. La ausencia de vocaciones, la infiltración política y la necesidad cobarde de la jerarquía de ser “políticamente correctos” han convertido en realidad lo que muchos consideraban el delirio de un joven teólogo.

Las declaraciones y actitudes del arzobispo de Buenos Aires y sus seguidores nos hacen sonreír con incredulidad. Hablan con ligereza de las misas convertidas en unidades básicas, pidiendo disculpas a quienes, como mayoría, nos sentimos ofendidos por el uso que hacen sus subordinados de la Casa de Dios. Es como si estuvieran en un dibujo animado, diciendo: “La eucaristía es sagrada; no deberíamos usarla para dividir, fragmentar o politizar”, mientras sus subalternos del clero secular avivan brasas y reabren heridas. Y así, otro obispo, el de San Justo, sin tapujos y casi en contrario sensu por lo dicho por García Cuerva, declara: “Parece que, como no hay oposición, nosotros somos la oposición. Pero estamos haciendo lo que debemos hacer”.

Quizás esta segunda frase, y no la patética disculpa de García Cuerva, refleje realmente lo que la jerarquía, no la Santa Madre Iglesia, pretende. En consonancia con otras actitudes y directrices que vienen de arriba- y no del Cielo, precisamente- aspiran a que los católicos, con sumisa actitud, asimilemos su distorsionada visión.