Mucho más grave de lo que se pinta es el hecho de que allegados a un gobierno empleen la tecnología para deformar el pensamiento de sus adversarios cercanos. Así hay que entender y proyectar la trampa tendida a Mauricio Macri a través de la Inteligencia Artificial para hacerlo aparecer contradiciéndose en el mismo día de las elecciones. Que se lo quiera tomar en broma y que la Justicia no sea capaz de sancionar una artimaña de este tipo, proyectan más que sombra sobre la veracidad que podrá reinar en futuras contiendas. Entre otras cosas, porque es multitud la que no esta capacitada para advertir tales fraudes mientras el sistema político liberal viene queriendo imponer, desde hace unos quinientos años, que la verdadera razón es la de la mayoría.
Esto de imponer no es exageración. Basta conocer qué se enseñaba como verdad absoluta en nuestra Universidad de Buenos Aires a fines del siglo diecinueve para comprobar que el materialismo positivista, encriptado entonces en el utilitarismo, se promovía desde las cátedras con similar insistencia a la que conocimos para ponderar al materialismo socio-comunista a partir de los años sesenta de nuestro tiempo. Todo, claro, con el disfraz de la indiscutible ciencia y el consiguiente menosprecio de la tradición cultural y religiosa.
El resultado es la pérdida de la libertad de espíritu que lleva a encontrar la verdad que la profundiza y, a la vez, no tiene nada en común con el liberalimo que pretende dejarla en manos de la mayoría, rindiendo culto al reinado de la cantidad, como bien se ha definido. Pero “la gente” lo intuye, y ahí está una razón principal por la que no tiene mayor interés en ir a votar. Particularmente entre nosotros, donde hasta el nuevo gobierno va construyendo su propia “casta”, mal que le pese al postulado de su propaganda política. De hecho, el liberalismo proclamado está lejos de garantizar el más pequeño grado de libertad.
En primer lugar y desde su origen iluminista, porque ser liberal es pretender para el hombre una existencia meramente materialista tan separada de su todo espiritual como la que embanderó después al socialismo/comunismo. Entre ellos, las rivalidades han sido sólo de primos hermanos.
Pero, además, porque en la práctica política nacional, cuando la lapicera de los encaramados selecciona indefectiblemente a los candidatos, nadie puede elegir si no es aceptando ese sometimiento, agravado tras la reforma que se pactó en Olivos entre Alfonsín y Menem. Ningún pueblo logra seleccionar a sus representantes, que podrían ser vecinos destacados de todo origen, si no se transforman -con la reducción que esto implica- en afiliados a un partido político, único modo constitucionalmente permitido de llegar a las listas del comicio. ¿Dónde queda la libertad entonces?
Y si, merced al predominio de los grandes medios y de las redes sociales, se agrega groseramente el fraude de la información como sucede con la Inteligencia Artificial empleada para eso, la despedida de la verdad resulta definitiva.
No hace falta nombrar al representante eterno de la mentira, que nos viene engañando desde Adán y Eva. Pero sí advertir una vez más que se esconde para que pensemos que no existe y lo hace hoy bajo el falso nombre de “libertad”. Porque si la libertad se compromete con la mentira, deja de ser sí misma.
No trato aquí de hacer comparaciones entre Milei y Macri, y mucho menos de tomar partido. Hay en la carrera de ambos aciertos y también muchos tropiezos. Pero los dos coinciden en un error fatal, como es el de no lograr influir sobre la educación. Esa educación de la que conocen poco y hoy ha caído en manos de los administrativos y los gremialistas docentes -como pasa con la salud tanto en el ámbito oficial como en el mal llamado privado-, incapaces de erradicar la semilla que promete devolvernos al caos de los años sesenta y setenta. Esa educación y esa salud a las que entrenan para despreciar al “paternalismo” y así degradar a la verdadera autoridad y, en última instancia, a todo lo superior.
En manos de la Inteligencia Artificial mal usada -porque bien empleada puede ser un instrumento formidable-, nos quedan escasas armas para defendernos. Una principal es la frecuentación de los libros, que ya van también en camino de escasear. Pero tengase bien en cuenta para ver lo que tiende a sucedernos cómo, en nombre de la falsa libertad y el antipaternalismo, es cada vez mayor el porcentaje de los chicos que terminan el colegio sin entender lo que leen.