La llaga social

El país está en carne viva. Responsabilizar al gobierno de Javier Milei de las heridas abiertas en el cuerpo social argentino sería como mínimo injusto. Dispensarlo de la obligación de restañarlas sería una ingenuidad.

Encarrilar la economía era una prioridad y hacerlo, vale decirlo, implicaba pagar costos. Tal vez altos costos. En la mirada liberal no había otra alternativa más que cruzar el desierto -tantas veces se ha usado ya esta figura en la historia...- hasta arribar al prometido oasis. Pero la mochila es pesada y no todos están en condiciones de cargarla y marchar. ¿Qué pasará con ellos? ¿Quedarán tirados en las arenas ardientes?

Ha transcurrido ya un cuarto del siglo XXI y la foto de la Argentina refleja un país socialmente quebrado donde las brechas entre franjas parecen insalvables y la movilidad social, de la que tanto nos enorgullecíamos en el pasado, hoy ha mutado en anquilosada estratificación y condena. Quien nace pobre, muere pobre.

Así es que al orden macro no siempre le responde el micro. El marco económico general parece ir encuadrándose en algunas variables clave pero varias de las medidas de emergencia que toma el Gobierno, como elevar la tasa, impacta directamente por debajo de la línea de flotación del sector productivo. Resulta imposible tomar un crédito, herramienta dinamizadora de la economía.

Este es el sustrato visible de una sociedad que, como tantas otras, tiene capas más profundas. Cualquier sociólogo que se ponga a escarbar encontrará situaciones difíciles de creer y tanto más de soportar para un país repleto de recursos naturales que, por su corrupción y obediencia a intereses externos, terminó forjando un destino miserable.

En Argentina, más de cinco millones de personas habitan en 6.000 barrios populares, también conocidos vulgarmente como villas, según los datos más recientes del Registro Nacional de Barrios Populares (Renabap). Esta cifra representa aproximadamente un 10% de la población nacional.

La entidad publicó recientemente el Relevamiento de Condiciones Habitacionales, trabajo que hizo eje en 9 barrios de seis provincias: Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Buenos Aires, Córdoba, La Rioja, Corrientes y Tierra del Fuego. La muestra alcanzó a 1.485 hogares, abarcando un total de 5.024 personas. Los resultados son escalofriantes.

* El 41 % de las familias recurre a comedores comunitarios, cifra que llega al 60 % en barrios como Isla Maciel y Virgen Desatanudos. Además, el 74% de los hogares encuestados es beneficiario de algún tipo de asignación estatal.

* Sólo el 18 % de la población cuenta con cobertura de salud, mientras que el 13 % de los hogares incluye al menos una persona con discapacidad.

* Solamente el 27% de las viviendas relevadas se ubica sobre calles asfaltadas y el 46 % sobre calles de tierra.

* El espacio público es percibido como insuficiente por casi el 80 % de los habitantes de los barrios. El 61% de las personas no tiene árboles frente a su vivienda.

* El 90 % de los hogares enfrenta un alto riesgo ambiental. El 49% de las viviendas se encuentra cerca de agua contaminada y el 29% junto a basurales.

* Cerca de la mitad de los hogares presenta grietas, filtraciones o goteras, y entre el 20% y el 45% carece de agua caliente o lavamanos en el baño.

* Servicios públicos: el 73% de las viviendas presenta condiciones precarias, con problemas de conexión, calidad o cantidad, y un 11% directamente no cuenta con ningún tipo de acceso.

* El 50% de los hogares relevados accede al agua mediante conexiones informales; el 63 % se conecta de manera precaria a la red eléctrica; el 36% tiene acceso a internet sólo a través del celular o carece completamente del servicio.

REMADORES

El mapeo de los barrios populares habla de las precarias condiciones de vida de un grupo humano que sobrevive a partir de los ingresos que genera en la economía informal, sin ningún tipo de beneficio social, y por el salvavidas que en algunos casos significa la Asignación Universal por Hijo, entre otros programas estatales.

Un escalón más arriba se ubica la vapuleada clase media argentina, todo un estandarte de tiempos mejores. Esta franja social no califica para la ayuda estatal y, aunque muchos acceden a trabajos registrados, una buena cantidad en los últimos años ha tenido que volcarse al cuentapropismo. Están atados al monotributo como a un grillete.

Tanto a la base de la pirámide social como a su inmediato escalón superior la inflación de los últimos años los fue rostizando a fuego lento. Las planillas oficiales del Indec cuentan que el proceso inflacionario ingresó en una parábola descendente pero, sin embargo, muchos de los argentinos no terminan de palparlo debido al constante aumento de los productos en el supermercado y del incremento en las tarifas del transporte. De hecho, septiembre inauguró su función con una interesante suba.

Los vaivenes económicos hicieron que algunas personas perdieran el equilibrio y sufrieran una caída en términos sociales. El último informe de la consultora Zentrix revela que “el clima social aparece dominado por el malestar económico y una percepción generalizada de deterioro. El 50,8% de los encuestados se ubica en las clases baja o media baja, lo que marca la autopercepción de vulnerabilidad de más de la mitad de la población. A su vez, el 40,5% califica su situación personal como mala o muy mala”.

Además, de acuerdo al documento, “la percepción sobre la inflación muestra un alto nivel de desconfianza hacia el Indec: el 67,4% del total de encuestados considera que los datos oficiales no reflejan adecuadamente la variación de su costo de vida, frente a un 29,9% que sí confía en las mediciones”.

Consultados acerca de cuáles son las principales preocupaciones, los encuestados contestaron: situación económica e inflación, 28%; corrupción, 22,3%; desempleo, 16%; inseguridad, 12,6%; educación, 7,6%; salud, 5,9%; y narcotráfico, 4,8%.

El universo de los jubilados también tiene sus particularidades. De acuerdo a los datos de la Encuesta Permanente de Hogares del último trimestre de 2024, el 15,47% de los hombres y mujeres de la Tercera Edad sigue trabajando ya que no les alcanzan los ingresos.

Por otra parte, el informe elaborado por Inquilinos Agrupados muestra que el 70% de los jubilados inquilinos no llega a ingerir cuatro comidas diarias y el 35,5% manifestó que apenas alcanza a cubrir una o dos. También se destaca que, aún en jubilados que no necesariamente cobran la mínima, el alquiler insume el 48,8% de los ingresos. En términos generales, en los últimos meses, el 66% de los inquilinos hizo recortes en comida, el 64% en vestimenta y el 53% en salud.

INFLACION Y DOLAR

Sobre la cubierta de este Titanic social danzan el dólar y las tasas de interés. En la semana el Gobierno salió a la cancha y se dispuso a intervenir en el mercado cambiario para evitar que la divisa estadounidense atravesara el techo de la banda, pautado en $1.400.

Sacrificar reservas dista de ser una estrategia ideal pero urge hacerlo porque la incertidumbre electoral azuza la cotización del verde y, ya sabe, esto suele replicarse en el precio de los bienes de consumo.

De acuerdo al anticipo de algunas consultoras, la inflación de agosto sería del 2% a nivel nacional –el Indec difundirá el dato la semana próxima-, mientras que en el Gran Buenos Aires ascendería al 1,6%. El Gobierno eligió subir las tasas para contener al dólar y así mantener con rienda corta al proceso inflacionario, y paga las consecuencias por el lado de la actividad.

Los industriales pymes no se cansan de remarcar que el crédito, en el actual contexto, “está absolutamente descartado”. Los daños colaterales van también por el lado del empleo ya que se destruyeron 250.000 puestos en 18 meses. Para tomar solamente un rubro, se puede ejemplificar con las panaderías, donde se registró el cierre de 14.000 comercios en el mencionado lapso.

Dicen los analistas que octubre, momento de elecciones legislativas a nivel nacional, será una bisagra en el tiempo. De los resultados de la contienda dependerá, aseguran, que el Gobierno gane en confianza y reduzca la tasa de interés sin temer una disparada del dólar; que el riesgo país inicie una parábola descendente y entonces la Argentina se vuelva un destino atractivo para las inversiones; que los engranajes de la producción vuelvan a moverse y pueda crearse empleo genuino.

Si este escenario toma forma, aunque sea de manera paulatina, pues entonces la Argentina comenzará a marchar rumbo a un futuro promisorio, hacia la constitución de un país que produce y trabaja, dejando atrás definitivamente el pernicioso perfil de la patria financiera.