Hace dos siglos llegaba a Buenos Aires Josef Friedrich von Weech un ex oficial del ejército bávaro, que por sus ideas liberales había abandonado la milicia. Tenía 32 años y seducido por las ventajas económicas que podía obtener en América del Sur, viajó al Brasil a cultivar tierras. El clima no le fue satisfactorio, el ambiente no le era conocido y recrudecieron los dolores las heridas de la guerra, por lo que decidió volver a su tierra, cuando recibió una propuesta “de un supuesto y lejano amigo” otro ex oficial Karl Heine para que se “atreviera a viajar a Buenos Aires, atraído por el clima saludable de este país y la perspectiva de ser director de una colonia europea dedicada a la agricultura”.
El desembarcó Buenos Aires le deparó decepciones. Su deseo era encontrar a Heine, que en su último correo le había ofrecido su casa, pero no lo pudo ubicar. Su visita a otro compatriota tampoco le fue muy feliz, ya que no se destacaba por la educación y lo “convencieron con gran alarma que pertenecía a aquellos livianos aventureros que, acostumbrados a mantenerse mediante mentiras, cuentos ficticios y su propia audacia y falta de vergüenza, no tienen escrúpulos en engañar a sus conocidos y aún a aquellos que son sus amigos”.
Tampoco entendía nuestro visitante los motivos que había tenido Heine para escribirle esas “cartas mentirosas que engañaron a todas las personas” a las que se las había mostrado en Brasil.
Recurrió entonces a Johann Christian Zimmermann, un fuerte comerciante alemán que además había sido cónsul de los Estados Unidos en Buenos Aires donde estaba hacía casi una década radicado, quien le informó que “había partido hace cierto tiempo para Europa para traer colonos alemanes, pero de ninguna manera, como me había escrito, por encargo del gobierno, sino de una sociedad de comerciantes deseosos de poblar sus estancias con familias industriosas y tener estas familias, incapaces de abonar los pasajes por sus propios medios, sin pago a su servicio hasta que habrían restituido con su trabajo los gastos y adelantos como lo hacían los norteamericanos”.
LA MUERTE DE SAENZ
Amargado por lo que le tocó vivir, Zimmermann le aconsejó regresara a Brasil, pero nuestro amigo resolvió quedarse gastando sus últimos recursos.
Para ello vivía modestamente en la casa-pensión de la señora Francisca Saraza de Sáenz, madre de 8 hijos, viuda desde hacía 20 años, que de este modo atendía con modestia las necesidades de su vida cotidiana.
Como lo dijimos hace poco el mayor de éstos era el Pbro. Antonio Sáenz de cuya muerte fue von Wech testigo un 25 de julio de 1825, después del almuerzo y cuyo cuerpo inerte tuvo en sus brazos que así relató: “Era un hombre docto, pero malhumorado y gruñón. Pero no le disgustaba conversar conmigo sobre temas científicos, y aquella vez también se sentó (a la mesa) a mi lado. Comió poquísimo, quejándose de una opresión en la zona del corazón. Después de la comida, como de costumbre, los hombres quedaban reunidos un tiempo más para fumar un cigarro. Así también don Antonio. Pero en el momento en que llevaba a la boca una taza de café, dio un grito apagado, y dejando caer la taza se desplomó inánime en mis brazos. Mientras su cuñado corría en busca de un médico, nosotros llevamos al desvanecido a una cama. Le abrí de inmediato una vena, pero ya no salía sangre. Tampoco dieron resultados las tentativas de la infeliz madre para hacerlo volver a la vida. Don Antonio había fallecido. Con él perdió la familia a un sabio consejero y el único sostén que tenía”.
EL LIBRO
A su regreso escribió un libro con su experiencia en esas tierras: Reise über England und Portugal nach Brasilien und den vercinigten Stattes des La Plata-Stroimes wähhrend den Jahren 1823 bis 1827, (Viaje por Inglaterra y Portugal hasta Brasil y los estados asociados del Río de la Plata durante los años 1823 a 1827) J. Friedrich von Weech “vormals Offizier in k. b. Diensten, München, 1831, Gedruckt bei Fr, X. Auer”, (anteriormente oficial del servicio militar, Munich, 1831, impreso por el Padre X. Auer) en tres tomos: XVIII + 399, VIII + 293, VIII + 230 páginas.
Lamentablemente este libro como otros tantos, no se encuentra traducido ni es conocido entre nosotros. Susana Santos Gómez que tanto estudió los testimonios que dejaron los viajeros menciona que sólo pudo hallar un ejemplar en las bibliotecas de nuestro país y se encontraba en la del recordado amigo Horacio Porcel; aunque suponemos que deben existir otros en los repositorios alemanes.
El historiador alemán Karl Wilhelm Körner que tuvo en sus manos la obra, refiere que el viajero visitó la estancia de don Pedro Capdevila (1793-1861) que había obtenido del gobierno en la enfiteusis una amplia fracción del campo conocido como Puerto de la Laguna de los Padres hoy la populosa Mar del Plata.
Igualmente fue al saladero de su compatriota, Franz Daniel Hölterhoff fuerte importador de cueros de Colonia, ciudad en la que había nacido, centro de la curtiembre y del comercio en Europa, que había visto acá un buen negocio como socio capitalista de Sebastián de Lezica. Sus recorridas incluyeron también la colonia de escoceses que por esos días estableció Robertson en Santa Catalina.
De Buenos Aires von Weech viajó al Brasil y luego regresó a Alemania, aunque poco le valieron los estudios de agricultura que había realizado en la Academia de Weihenstephan.
Ese tiempo lo dedicó a escribir en su propiedad de Anstetten en Baviera la memoria de ese viaje que publicó poco después. El príncipe Otto de Baviera, elegido rey de Grecia en 1832 lo llevó en su compañía y lo nombró director de una chacra fiscal en Tyrias. Reconocido como capitán del ejército griego falleció en Atenas el 21 de julio de 1837. Tuvo un hijo póstumo Friedrich von Weech (1837-1905), destacado historiador y archivista alemán.
Sin duda, un digno homenaje sería en este año de los 200 años de la inmigración alemana al Río de la Plata traducirlo y poder dar a conocer un volumen con la visión de este viajero olvidado y podemos afirmar que muy poco conocido.