La presentación del nuevo Pontífice, León XIV, hizo pensar en épocas más gloriosas de la Iglesia. Apareció revestido de los ornamentos papales; el nombre elegido se refiere a León XIII, el Papa de la Rerum Novarum, documento inicial de una exposición actualizada de la Doctrina Social de la Iglesia.
Desde 1903 hasta 1958 transcurrió un período de fuerte identidad católica, en una historia llena de contrastes, en la que sobresalió la prepotente presencia del comunismo, apoderado de la Santa Rusia, en 1917.
El Pontificado de Pío XII marcó el siglo XX con un prestigio excepcional. La sucesión fue desconcertante. El patriarca de Venecia, Roncalli, eligió el nombre insólito de Juan. ¿Fue el XXIII o el XXIV? El primero de estos dos designó a un presunto Antipapa, de allí la confusión sobre el número, que venía a distinguirse de la serie de Píos.
Se apresuró a protestar contra los "profetas de calamidades", que las hubo ¡y de qué talante! Enseguida anunció que convocaría a un Concilio; lo hizo y lo presidió en la primera sesión, ya que la muerte lo arrebató al poco tiempo. Él creó cardenal a Montini, arzobispo de Milán, que lo sucedió como Pablo VI y continuó el Concilio, en los años iniciales. Pronto advirtió que, "por una rendija, el humo del infierno" se había filtrado en el templo de Dios.
CAMBIO CRUCIAL
En 1968 se verificó un cambio crucial. El Papa Montini comprendió que, en efecto, la época de las calamidades se había desencadenado en la teología progresista y sus consecuencias pastorales. Fue el año de la encíclica Humanae Vitae, que acaba de ser citada en una homilía por el Papa León XIV.
El documento contradijo las ilusiones de quienes soñaron con un cambio de la Tradición católica sobre el sentido del matrimonio y la familia. El Credo de la Iglesia Católica y la publicación del Catecismo completaron una reacción contra un presunto Vaticano II, en realidad ajeno a lo que fue el propio Concilio, cuyos documentos fueron aprobados casi por unanimidad. Estalló la oposición de Monseñor Marcel Lefebvre, que unos años después encabezó una alternativa y se extendió en varias naciones.
JUAN PABLO II
La situación cambió de una manera contundente con el largo pontificado de Juan Pablo II, quien reemplazó al Papa Albino Luciani, fallecido a los 33 días de haber iniciado la misión papal (fue Juan Pablo I). El Papa Wojtyla, venido de Cracovia (Polonia), ilustró a la Iglesia y alcanzó una popularidad mundial, que lo acompañó acongojada durante su enfermedad final. Lo sucedió el insigne teólogo Joseph Ratzinger, que se llamó Benedicto XVI. Del cónclave siguiente salió la extraña promoción del argentino, arzobispo de Buenos Aires, el jesuita Jorge Mario Bergoglio; que eligió llamarse Francisco -nombre insólito entre los nombres papales-; quizá aspirando a ser un reformador de la Iglesia, cuando el Santo de Asís, lo mismo que su contemporáneo, Domingo de Guzmán, encabezó una época de santidad interior y de misión (nada que ver con una presunta reforma de las instituciones eclesiales).
El largo pontificado de Francisco quedará atrás, y sus ocurrencias serán olvidadas. La Iglesia enfrenta siempre su misión, según el mandato del Señor: hacer que todos los pueblos, naciones y razas -pánta tà ethne- reciban el Evangelio y se hagan cristianos. La historia se desarrollará hasta que el Señor retorne, según su promesa: "et iterum venturus est, iudicare vivos et mortuos", como se afirma en el Credo del Concilio de Nicea; del que se cumplen 1700 años, en este 2025.