La historia es maestra de vida y escuela de soberanía (Tercera y última parte)

Reflexiones por el 178° aniversario del Combate de la Vuelta de Obligado.

Por Jorge Martín Flores*

El tiempo pasó y con él las hazañas de los héroes que hicieron grande esta Patria. Y se fueron olvidando, tapadas de injusticias causadas por mediocres y soberbias camarillas. Y las viejas canciones que una vez se entonaron dejaron de cantarse y de a poco se olvidaron. Y la esperanza del pueblo pareció disiparse. Ante un silencio artero, mentiroso y desolado. Pero los milagros ocurren, parece mentira. Hace 41 años, la Argentina renacía: el espíritu de la Patria en 1982 resucitaba pues una nueva campaña por la soberanía se alzaba. El pueblo argentino unido por una misma causa con miles de voluntarios en sus filas se enlistaban.
Una nueva Vuelta de Obligado se peleaba, por defender nuestra soberanía 150 años conculcada. El enemigo británico otra vez se asomaba y un puñado de valientes a su encuentro marchaban. Para que un 2 de abril glorioso en Malvinas se alzara, victoriosa la bandera azul-celeste y blanca. Y se defendió heroicamente ante un mundo coaligado que detesta cómo siempre la justicia de las buenas causas.
Y los actos de amor en la Patria brillaron. Y los héroes de antaño regresaron cantando. Con nombres nuevos y un mismo canto, viejo, conocido y amado. Un pueblo despertaba por fin del letargo, con un soplo de aire fresco que del sur lo animaba. Resucitaba la Patria, sí y con ellas sus muertos, y se confundían con los vivos en un cielo entreabierto.
Y volvieron Liniers y la Virgen del Rosario, Manuela Pedraza y el fusil en sus manos. Los jinetes de Pueyrredón que de Luján galoparon, Manuel Belgrano y sus escapularios. Martín Miguel de Güemes y sus guardianes gauchos, custodios de las fronteras, infernales bravos. El Libertador San Martín y su Ejército de los Andes. Los cóndores en vuelo desplegado y rasante. Volvió Juan Manuel y su Vuelta de Obligado: Mansilla, los artilleros y las Ángeles de Obligado. Los infantes patricios y el poncho colorado, la divisa punzó, los rosarios desgranados. Los “¡vivas!” a la Patria. Los poemas legendarios. La Gesta, las hazañas: los héroes y los santos.
La dignidad perdida ante la entrega consumada de un patrimonio histórico que justicia reclamaba. El honor rebosante, la hidalguía guardada. El hilo que sostenía el alma de la Patria. Y ante cada guerrero que por amor luchaba, se encendía la esperanza de este concierto trascendental que es siempre nueva, joven y eterna, verdadera, buena, justa y bella.

HOY: ¿QUÉ HACER?
Como me ha señalado con sabio acierto mi querido profesor y amigo Gustavo Colaprete: “La soberanía sobre lo físico es indefendible si previamente se destruyen los fundamentos teológicos, metafísicos y culturales de la Nación.” He aquí nuestro desafío: “Mis amigos, mientras quede algo por salvar, con calma, con paz, con prudencia, con reflexión, con firmeza, con imploración de la luz divina, hay que hacer lo que se pueda por salvarlo. Cuando ya no quede nada por salvar, siempre y todavía hay que salvar el alma” enseñaba el P. Castellani. “Ora et labora” (reza y trabaja) decían los monjes medievales.
Por todo lo dicho, no podemos ser parte ni cómplices de la entrega. Es necesario hacer historia y ello no es otra cosa que pensar la Patria en palabras del padre Castellani. Aunque como afinar el criollo historiador José María Rosa: “Revisar la historia es tarea ingrata, pero hondamente argentina, es buscar la verdad y valorar esa verdad con criterio patriótico: De esa tarea saldrá la Argentina de mañana; libre de tutelas extranjeras y con argentinos llenos de fe en su Patria”.
¿Cómo? Volviendo a Malvinas. En alma espiritual, primero. En cuerpo, después. Primero recuperemos al argentino soberano, virtuoso, pujante, extraordinario, heroico. A Dios rogando y con el mazo dando. La recuperación soberana del territorio se dará por añadidura, si es la voluntad de Dios.
Por ello, volvamos a la causa que nos conmueve e interpela a todos. Volvamos a sus valores, virtudes y ejemplos. Pues es la única causa que resuena con más fuerza en los argentinos que sienten la misión creciente de allanar el camino y ser voz. en este desierto agreste, del eco de los héroes y heroínas que sembraron su simiente. Aunque se vaya contracorriente de un proyecto global destructor de las Patrias y de la identidad nacional y aplicado obedientemente por sus corifeos nativos. Ni Dios, ni Patria, ni Familia se eligen: se conocen, abrazan amorosamente y se defienden hasta dar la vida. Volvamos a la raíz de nuestro ser nacional. Resistamos con fe, esperanza y caridad, y hagamos frente a la marea y el viento inclemente de estos tiempos obscuros. Estar dispuestos a librar la buena batalla, que es espiritual en primer lugar y cultural en segundo lugar. Cada uno desde su puesto. Porque, decía nuestro ya citado P. Castellani:
“Hay mucha gente desanimada por la política. Andan preguntando: «¿qué tenemos que hacer?”. Algunos ni siquiera preguntan, sino que resueltamente dicen: “No hay nada que hacer”.
Para un cristiano, la respuesta es muy sencilla: hay que salvar el alma.
– ¿Y la Patria?
– Salvar la Patria también, de ese modo.
– Primero salvar el alma, y ¿después?
– No. Las dos cosas juntas. A la vez, pero la segunda condicionada a la primera.
– No entiendo, dice el argentino, que le gusta más la política que el alma.
– Es muy sencillo. Ustedes, muchas veces quieren poner orden afuera sin tener primero orden adentro.
En concreto: hacer todo el bien que uno puede alrededor suyo, a corta distancia, lo que está a mano, sin embarazarse de grandes planes, de grandes empresas, de grandes proyectos, de grandes revoluciones.”

SEMILLA ESENCIAL
Por eso traemos este canto como la semilla esencial sembrada por todos aquellos que guardaron su puesto ayer, que lo hacen hoy y que siempre lo harán con la convicción de sostener la bandera en su lugar.
“Corazón, tente en pie sin doblegarte de la injusta opresión a la insolencia aunque estoy loco, tengo yo mi arte [...] ¿no hago yo nada? Lucho, sangro y no caigo al suelo. No hago mucho pero hago más de lo que puedo… Centinela aterido no dejo sospechar que estoy herido ni dejo conocer que tengo miedo…/Herido helado aguanto la bandera no deserto la inhóspita trinchera” (R.P. Castellani; ¿No hago nada?)