La historia de un siglo acuñada en medallas

En Casa Pisani, fundada en 1914 se realizaron grabados para automotrices, chapas para la Policía Federal y todo tipo de presentes. Hoy continúa con el negocio, ubicado en el barrio de San Nicolás, Alicia, tercera generación de artesanos. Cuenta como fue crecer en la antigua fábrica y dice que hoy se dan menos premios que antes.

En el 159 de la calle Paraná aún faltan acomodar algunos muebles. Como toda reciente mudanza, se observan cajas con cosas sin desembalar. Esto no impide, sin embargo, que Alicia, tal como lo hizo su abuelo más de un siglo atrás, esté con sus herramientas dándole la terminación justa a una de las medallas que se sumará ya a una de las miles que Casa Pisani acuñó a lo largo de su historia.

Alicia Pisani, -quien cuenta a La Prensa que llegó a ser una gran concertista de piano pero que la tradición de seguir con el negocio pudo más- señala que todo comenzó a fines del siglo XIX, cuando su abuelo Héctor vino de Lucca, como miles de inmigrantes italianos, a la Argentina.

"Estudió en la Academia de Bellas Artes y obtuvo medalla de oro. Era amigo de grandes artistas como Petorutti. Le interesaba el tema del grabado. Y fue así como abrió su primer local en Bartolomé Mitre 1243 en 1914, en una casa que era de la familia Laprida. Después ya en el 40 pasó al local de Paraná 165 y ahora seguimos acá al lado".

En 1917 Héctor fue el fundador de la Asociación de Grabadores de Metales, en tiempos en que la calle Hipólito Yrigoyen aún se llamaba Victoria.

- Imagino era otro barrio

- Sí, mi papá Oscar jugaba al fútbol en un potrero que había sobre Bartolomé Mitre. Por ahí pasaban las carretas para ir al Mercado. Le decían "El Torito", porque con mis tíos la agarraban de atrás y empezaban a tirar, armando lío. La calle era de barro, tierra. Había algunos personajes del barrio como Pierina Dealessi, que vivía acá enfrente, Osvaldo Miranda, que vivía acá a la vuelta, siempre impecable con traje y sombrero.

- ¿Ustedes vivían por acá?

- Yo me crié en Florida, Vicente López, pero mi abuelo, mi papá vivieron acá en el 165 de Paraná. Tenían la fábrica, el local, y atrás la casa, era muy grande. Mi mamá era de Necochea, vino a Buenos Aires a estudiar. Se conocieron en el Tigre con mi papá. Lo increíble es que ella le alquilaba una habitación a una gente en Uruguay al 200, que también se apellidaban Pisani, pero no eran familiares nuestros.

- ¿Qué recuerdos tiene de su abuelo?

- De mi abuelo poco porque cuando el murió yo era muy chica. Pero los empleados que estaban desde antes que yo naciera me contaban anécdotas. Un día iba para el fondo y lo hacía sin pensar, cuando vuelvo uno de sus empleados me dice:- igualita a tu abuelo. Pregunté por qué. Pasó que mi papá se hizo cargo de la fábrica en el año 52, 53, mi abuelo estaba grande, era pintor y se iba a pintar a la terraza. Pero seguía andando por ahí. Y pasaba por las mesas, se enojaba y decía cosas en italiano, y se iba silbando para el fondo. Y yo hacía lo mismo, siempre me iba silbando al fondo.

- Y en estos años habrán hecho importantes producciones

- Acá se hizo de la casa Ika todos los logos. Antes con cada auto te daban la llave con el llavero que correspondía. La medalla de Ika con los reversos de los concesionarios, dirección y teléfono. Se hizo también para Mercedes Benz, por ejemplo para el capó del camión 54. Un pequeño logo que fue difícil porque no le daba justo para colocar. Se inventó una pieza para que el esmalte no tirara tanto. Y a mi papá lo contrataron desde Alemania para hacer esas piezas originales. Luego hicimos acá los logos de los autos Mercedes. Una vez le dicen que se robaban muchos, si podía hacer algún mecanismo para que no los sacaran tan fácil. Les hizo un diseño con un nuevo mecanismo. Pero al mes siguiente le dijeron que mejor no, porque era tan bueno el dispositivo, que rompían el capó por robar la medalla con el logo.

LOS BUENOS TIEMPOS

- ¿Cuántos empleados llegaron a tener?

- En los mejores tiempos, en los años 50 y 60 tuvimos 35 personas.

- También hicieron imagino muchas medallas

- Sí, y muchas placas de bronce fundido. En este rubro estaban Piana, Ricciardi el de las joyas, y mi abuelo. Un tío mío fue un excelente joyero, pero como se peleó, en un tiempo hicieron intercambio. Así después Piana y Ricciardi le mandaban los empleados para que aprendiera grabado con mi abuelo, y mi abuelo le mandaba para que aprendieran engarces y esas cosas a ellos. Siempre fuimos una familia, incluso con los empleados. Carlos que era un grabador, un empleado, empezó a trabajar en el año 25, con 14 años, como se entraba antes de aprendiz, y mi papá tenía 12. Crecieron juntos. Cuando falleció mi papá él siguió trabajando. Ya a lo último seguía viniendo y mi hermano un día le dice: - ¿por que no se jubila y disfruta? Y se armó un lío, se puso a llorar. Mi mamá tuvo que intervenir. El llegaba todo sus días a las ocho de la mañana.

- ¿Y en que otras cosas se especializaron?

- Hicimos muchas medallas y grabados para escuelas, clubes y empresas. Tengo más de 3 mil cúneos con la historia del país. Antes se entregaba medalla para todos. Hicimos desde el Leoncio, la cabeza de Geniol, la línea aérea Pan Am. Tengo toda la matricería. Botones para los uniformes de los Patricios. También se hacía mucho trabajo para la policía, se hacían las chapas identificatorias, los botones. Recuerdo una vez vinieron, entraron, le mostraron una chapa a mi papá y le preguntaron si la había hecho él, y se lo llevaron detenido porque se la habían encontrado a un delincuente. Preguntaron quien era dueño de esa chapa y después se supo que la había perdido un policía y se mandó a hacer una falsa. Durante seis o siete meses nos pusieron un camión de policía, en la puerta. Para mi papá fue como una deshonra. Unos meses después vienen a encargarle de nuevo las chapas, y mi papá se negó, estaba ofendido. Hasta el Ministro de Justicia vino a pedirle. Después clubes náuticos hicimos muchísimos.

- Y luego siguió usted con el negocio

- Sí, fue muy raro porque en realidad yo soy pianista. Yo tocaba ya de chica en Radio Nacional, estudié con gente como Bruno Gelber, Martha Argerich. Pero a la vez hice escuela industrial. Entré en 1970 al Otto Krause. Fue la primera vez que dejaron entrar mujeres a primer año. Ahí hice química. A mi siempre me habían gustado las cosas manuales, me ponía en el torno a hacer cosas. Pero fallece mi papá en 1980 y con mi hermano nos hacemos cargo. Yo estaba a punto de irme a Europa, pensando que en un tiempo iba a poder hacerlo. Pasó el tiempo y en el 92 sentí que llegó el momento. También soy traductora de francés, y tenía trabajo asegurado en los conservatorios de Milán y Paris. Y justo muere mi mamá, y mi hermano quería ya cerrar. Y yo ya con 40 años lo pensé y decidí seguir con esto.

MANO Y PACIENCIA

- ¿Y después de tantos años que cree que debe tener un buen grabador?

- El trabajo a mano es importante. A mi papá lo llamaban de las escuelas Raggio a tomar exámenes de grabados, en los 70, y volvía enojado. Primero porque no le gustaba mucho los trabajos, el también era egresado de Bellas Artes con medalla de oro, y el trabajo sobre relieve se hacía a mano. Con los años se perdió esto, ya los alumnos no los querían hacer, hay que tener mucha paciencia.

- ¿Y usted sigue haciendo grabados?

- Ahora no porque ya no permiten una fábrica industrial así acá. Pero en otros tiempos he estado noches enteras estampando.

- ¿Y le gustaría seguir con el negocio?

- Y, no es fácil. En Europa se siguen valorando estas cosas, pero en unos años te van a dar un premio por la computadora, ya no te darán una medalla física o un trofeo. Hay que tener lugar donde guardar estas cosas, las casas son más chicas. Además va cambiando el gusto de la gente. Antes se daban copas chicas, ahora quieren trofeos gigantes si no parece que no te premian. Y eso que vienen muchos premios de hierro cromado o de plástico. Las medallas antes eran todas de alpaca, y la de bronce era algo medio berreta. Acá hicimos medallas para todo, hasta de torneos de chinchón, truco, aeromodelismo, cinchada. Mi abuelo pasaba por las mesas y ya decía que el bronce era una porquería. Si viera que ahora se hacen medallas de fundición se agarraría una mala sangre. Lo que pasa que cuando uno a un cliente le dice que una medalla de fundición puede salir 50 pesos y una de metal estampado, 200, va a ir a lo más barato. Ahora se hizo todo muy industrial. Yo las medallas las sigo terminando a mano. Y lo hago porque me gusta.

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Alicia hace la terminación de las medallas a mano, como antaño.

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Algunos de los trabajos realizado por Casa Pisani.

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Medallas realizadas en el centenario taller.