GUERRA EN EUROPA: DIA 108

La guerra de la independencia

­ Durante muchísimo tiempo, Ucrania fue una colonia, dentro del Imperio de los Zares primero, de la Unión Soviética después, y de la Federación Rusa a partir de 2014, con la anexión de la Península de Crimea y del Puerto de Sebastopol, sobre el Mar Negro. A partir del 24 de febrero de 2022, Vladimir Vladimirovich Putin, invadió Ucrania por tres frentes principales, destruyó y tomó el Puerto de Mariupol, sobre el Mar de Azov, y ahora está tratando de ocupar militarmente la región industrial del Donbás. En total, según declaraciones del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ``Rusia ocupa actualmente el 20 por ciento del territorio ucraniano'' (incluyendo la Península de Crimea).

 Si la Federación Rusa pudiera ocupar efectivamente toda la región del Donbás (objetivo militar muy lejano todavía, por lo menos en el corto y mediano plazo) Putin podría establecer un corredor territorial no solamente alrededor de todo el Mar de Azov sino, mucho más importante, hasta la Península de Crimea, con su importante base naval. Pero, en realidad, Ucrania tiene en juego muchísimo más que territorios, por importantes que estos fueran: tiene en juego nada menos que su libertad, su identidad y su destino como nación soberana e independiente de Rusia. Ha llegado la oportunidad de dejar de ser una colonia del pretendido nuevo imperio ruso.

EL PATRIARCADO

 La historia del Patriarcado Cristiano Ortodoxo de Kiev muestra perfectamente las tensiones en aumento entre la Federación Rusa y la rebelde nación ucraniana. Las tremendas fuerzas antagónicas ante una Federación Rusa que pretendía imponer su voluntad omnímoda a Ucrania, y una nación cada vez más lejos de los ideales y concepciones políticas lideradas por Putin.

 La historia comenzó, en 1895, con la iniciativa del Patriarca Filoret Denysenko por crear un Patriarcado, en Kiev, independiente del de Moscú.  En un primer momento, esa petición del Patriarca Filaret fue denegada por el Patriarca Cristiano Ortodoxo de Constantinopla, Bartolomeo I, pero Filaret actuó en rebeldía y fue excomulgado. Pero este prohombre cristiano siguió luchando por los fueros ucranianos y, en 2019, cuando Bartolomeo I, aceptó la necesidad de crear el Patriarcado Cristiano Ortodoxo de Kiev como iglesia ortodoxa autocéfala y autárquica, Filaret fue declarado Patriarca Honorario de Kiev, pero el primer patriarca oficial de esta Iglesia Ortodoxa Ucraniana es Epifanio I, ex secretario de Filaret.

 Esta creación santa del Patriarcado de Kiev ha sido la culminación de un esfuerzo espiritual ucraniano a través de un siglo, pues la primera propuesta data de 1919. Pero la anexión forzada de Ucrania a la Unión Soviética, desde el 30 de diciembre de 1922 hasta el 25 de diciembre de 1991 postergaron notablemente este viejo anhelo de un pueblo distinto al ruso.

 Con la implosión de la URSS, en 1991, pareció que habían llegado vientos de libertad a Rusia, Ucrania, Bielorrusia y los otros miembros de ese gigantesco imperio caído, pero fue solamente una ilusión. El abandono de los postulados de la ideología marxista-leninista fue muy traumático en los quince países integrantes de este inmenso conglomerado. Fue una ideología impuesta con mano de hierro durante setenta años, sobre la base de un férreo control del Estado sobre la población de los distintos países miembros.

 Uno de los capítulos más negros del largo período stalinista corresponde al famoso Holomodor (quiere decir muerte por hambre) desatado sobre los campesinos ucranianos en 1931-1932, a quienes quiso castigar por su rebeldía a seguir las recetas pergeñadas por el Partido Comunista Soviético) para imponer nuevas formas de producción agrícola e industrial. Pues bien, fue uno de los períodos más obscuros de la historia ucraniana, un verdadero genocidio cuyas víctimas alcanzaron a unos tres millones de habitantes, muertos por hambre en su mayoría.

 Ni hablar de la prohibición de hablar o escribir en ucraniano impuesta por los rusos, de la muerte, a través de impiadosas purgas, de los escritores e intelectuales ucranianos. El traslado de campesinos de Ucrania a lugares remotos, donde debían trabajar como esclavos. La matanza de los cristianos grecocatólicos ucranianos, cuyos obispos, sacerdotes y seminaristas fueron ejecutados o murieron en campos de concentración, o al poco tiempo de haber sido liberados.

Los casi 25 años transcurridos entre el primer pedido, en 1995, de establecer un Patriarcado Cristiano Ortodoxo en Kiev, y su otorgamiento, en 2019 fueron un tiempo de completo divorcio espiritual, religioso, político e ideológico, entre Ucrania y Rusia.

Agotadas absolutamente las posibilidades de la doctrina política marxista-leninista, Putin comenzó a apoyarse políticamente en las fuerzas políticas más conservadoras puestas a su paso. Entre ellos, los defensores de la grandeza del Imperio de los Zares, de su constante expansión, de sus victorias esplendentes en Asia y en Europa, sobre todo tipo de etnias y de pueblos. Los monjes del Patriarcado Cristiano Ortodoxo de Moscú, comenzando por su figura principal, Cirilo I, un verdadero puntal espiritual para su credo conservador y expansionista. Como buen político, Putin ha tratado de rescatar lo mejor de cada etapa de la historia rusa, tratando de superar sus contradicciones. 

 Putin es un cristiano ortodoxo devoto, por lo menos en las formas pero, por supuesto, no en sus acciones. Salvo el Patriarcado de Moscú, no hay iglesias en el mundo que puedan aceptar semejante invasión criminal, ni siquiera en forma preventiva.

 Por otro lado, si bien acepta el capitalismo, Putin no aboga por la economía de mercado, sino por el `capitalismo de amigotes'. Y si es de sus amigos, muchísimo mejor. Pero la economía de Rusia es pequeña, su Producto Bruto es similar al de los Países Bajos. No exporta ningún producto demasiado sofisticado. Incluso su producción de armas, hasta antes de la guerra sin objeciones, ahora ofrece muchos blancos para la crítica. El 70 % de sus exportaciones están compuestas por petróleo y gas.

 El tercer componente es aún peor: Putin critica permanente y ferozmente a los países de Occidente, con especial predilección a los Estados Unidos, a quien atribuye todos los males de la época actual. Está empeñado en luchar contra la depravación moral de Occidente, a la cual el Patriarca Cirilo I dedica garrotazos fenomenales, con especial atención contra ``los desfiles del orgullo gay'' encarnación clara y prístina para él, de Satanás en la
Tierra.

UCRANIA EN OCCIDENTE

Toda esta ideología conservadora de nuevo cuño puede estar de moda en Moscú, pero nada tiene que ver con los anhelos y los sueños del pueblo de Ucrania. Adhieren a la economía de mercado, a los procesos políticos democráticos con especial peso en la transparencia y la preservación de las libertades. A la diferenciación e independencia de los tres poderes políticos.  A la renovación de los cargos. Al liberalismo político como encuadre del cuerpo social, la educación. Y las libertades básicas: de prensa, de asociación, de circulación, de opinión, de comercio.

 El divorcio entre los ideales políticos de rusos y ucranianos es ahora absoluto.  Y muchisimo más después de la anexión de Crimea y de la actual invasión criminal, con 200.000 combatientes armados, que ha provocado el exilio de casi siete millones de refugiados ucranianos en otros países vecinos, destrucciones masivas de infraestructura, y muchísimas víctimas militares y civiles.

Pero Ucrania está luchando a brazo partido por su completa independencia de Rusia, sumida en su proyecto imperial y anexionista.  La patria de Zelenski tiene que seguir luchando cara a cara, metro a metro, contra un invasor que solamente la respetará cuando pague el precio de la derrota.