La gestión pasó a segundo plano; ahora los CEOS hacen política

Siete días de política. El gobierno le vació la marcha a Moyano, que perdió el apoyo de la CGT y quedó pegado al kirchnerismo. Cuando las expectativas económicas declinan, irrumpe el aborto en la agenda pública.

Enero y febrero fueron meses difíciles para el gobierno, aunque venía de un triunfo electoral contundente. La reforma previsional, los fuertes tarifazos, los disturbios callejeros, el salto del dólar y la furia opositora en el Congreso le produjeron un fuerte desgaste que todas las encuestas registran.

También registran algo peor: una caída de las expectativas económicas en la mayor parte de la sociedad. Y como si con eso no fuese suficiente, empeoraron la situación los casos de falta de transparencia de la empleada doméstica del ministro Jorge Triaca y de los fondos "off shore" del subsecretario de la Presidencia, Valentín Díaz Gilligan.

En este último caso no había comprometidos dineros públicos y los denunciados provenían de actividades previas a la asunción del funcionario, pero estaban vinculados con el oscuro mundo del fútbol, un ámbito que proyecta sombras permanentemente sobre el macrismo.

En esta emergencia el presidente reaccionó con rapidez. Después de una breve tentativa de defenderlo, Díaz Gilligan fue despedido sin contemplaciones. Con alguna tardanza en la Casa Rosada entendieron que tenían esa discusión perdida antes de empezarla.

El segundo aporte para sacar del callejón en el que se había metido el presidente fue un regalo de sus enemigos. Hugo Moyano convocó a una movilización que tuvo la virtud de reunir en una sola imagen a todo el pasado que el grueso de la sociedad quiere dejar atrás y que rechaza cada vez que le ponen una urna delante.

Baradel, los Moyano, Pianelli, Grabois, Micheli, Yasky y Sergio Palazzo forman parte de una oposición que es involuntariamente funcional al gobierno. Faltó la Cámpora, pero no porque sus cabecillas no hubiesen querido subir al palco, si no porque los organizadores en un insólito rapto de sensatez lo impidieron. Otro aporte eficaz para devaluar el acto de los Moyano fue el del trotskismo. Durán Barba no podría haberlo organizado mejor.

El discurso de Moyano también ayudó al gobierno. Ratificó que la movilización formaba parte de su estrategia de defensa penal, que lo que más lo preocupa es ir preso y que usa los mismos argumento "K" divorciados de la realidad. El pueblo no está "hambreado", no hay "ajuste" si no más bien déficit, la economía sigue creciendo, el consumo no decae. Este discurso fue derrotado en las elecciones de octubre y repetirlo no lo va a volver más eficaz.

Mientras Moyano exhibía un aparato financiado por su sindicato en la avenida 9 de Julio uno de sus hombres de confianza, dirigente del gremio de panaderos, era recibido por el ministro Triaca. Los sindicalistas no pueden estar demasiado tiempo lejos del poder. Por eso al gobierno no le resultó difícil vaciarle el acto y lo dejó pidiendo una entrevista con Macri. Pero le ocurre lo mismo que a Sergio Massa: ese tren pasa sólo una vez.

La tercera movida presidencial para retomar la iniciativa consistió en abrir el debate parlamentario por la despenalización del aborto. Es una decisión que tiene en lo inmediato un doble efecto: ocupar un lugar central de la agenda mediática y poner en situación incómoda a dos detractores del oficialismo: el papa Francisco y Cristina Kirchner.

La polémica se trasladará, además, al Congreso y se alejará del Ministerio de Economía y la Casa Rosada. A lo que hay que agregar que las protestas callejeras ya no serán contra el presidente y buscarán otros blancos.

Al día siguiente que Macri abrió la puerta para la discusión legislativa, un sector militante proaborto planteó su tratamiento inmediato en una sesión especial en los primeros días de marzo en la Cámara de Diputados. Cambiemos reaccionó pidiendo paciencia, lo que conviene a la estrategia de la Casa Rosada y a un tratamiento racional de la cuestión.

La presión de la militancia feminista es fuerte en el Congreso. A fin del año pasado introdujo intempestivamente la legislación de paridad de género en las listas de candidatos, a pesar de que Macri pretendía demorar esa ley. Pero en el gobierno parecen haber aprendido la lección y ahora usan la fuerza del adversario para lograr un objetivo propio: reemplazar la discusión económica por la de una cuestión fuertemente controvertida. Aprendieron que con exhibir cloacas, asfalto y metrobuses no alcanza. Que además de gestionar, hay que maniobrar políticamente.