Siete días de política
La fórmula de Milei: superávits gemelos y elegir a los enemigos
El presidente usa una estrategia similar a la de Néstor Kirchner: solvencia fiscal y confrontación con adversarios impopulares. En el caso actúal, los sindicalistas de Aerolíneas Argentinas
La fórmula del presidente Javier Milei para gobernar desde la debilidad institucional resultó simple, eficaz y con puntos de contacto llamativos con la de Néstor Kirchner. Ambos fortalecieron su gestión económica gracias a una situación fiscal de superávits gemelos y su gestión política, confrontando con adversarios desacreditados.
En el caso de Kirchner, el blanco fueron los caducos militares del “proceso” que, entrados los 2000, hacía rato que no constituían un peligro para nadie. En el caso de Milei, hoy ofician de cabeza de turco políticos y sindicalistas que hundieron la sociedad en una miseria irreversible, ganándose una impopularidad histórica.
Néstor Kirchner y Javier Milei iniciaron sus respectivas gestiones en una situación de franca debilidad. El peronista, por la falta de legitimidad que significaba haber llegado al poder con apenas el 22% de votos (menos que Arturo Illia). El libertario, por haber conseguido un 56% de votos, pero con la contra en pleno del aparato estatal dominado por la “casta”.
Ambos tuvieron que armar su poder desde esa desventaja y ambos enfrentaron vaticinios de pronta destitución. Respecto de Kirchner es notorio el caso de un renombrado editorialista (de un centenario matutino que no es “La Prensa”) que debió jubilarse con anticipación por su clamoroso error de profetizar que no terminaría su mandato.
La semana que acaba de concluir fue un ejemplo clásico de la estrategia de Milei. La inauguró con un discurso ante el Congreso por la presentación del presupuesto 2025 que fue un mensaje fiscal. Ratificó el carácter prioritario de la meta de equilibrio no sólo presente, sino futuro.
Al margen de las chicanas contra la oposición, el proyecto contiene una nueva fórmula de cálculo a partir de la estimación de la recaudación y no del gasto. No habrá endeudamiento, ni emisión para pagar lo que no se recaude.
Milei-Caputo la llaman “función de reacción” y la idea es garantizar el superávit fiscal del 1,5% de manera independiente del escenario macroeconómico. El planteo implícito es que, pese a las presiones del círculo rojo, no habrá devaluación y el dólar subirá a la par de la inflación.
Esto fue lo que avalaron los mercados al día siguiente y se vio ratificado el jueves, cuando se conocieron los datos macro de agosto: superávit primario y financiero por octavo mes consecutivo y una balanza comercial positiva cercana a los USD 2.000 millones. El gobierno está comprando dólares al Central para asegurar el pago de la deuda. Por eso baja el riesgo país y aumenta el precio de los bonos (“¿Empieza la primavera?”).
Esto último es una diferencia crucial con Néstor Kirchner que no pagaba la deuda y que usaba los superávits para clientelismo electoral; el objetivo eras quedarse dos décadas en el poder, lo que consiguió, al menos en forma dinástica.
En cuanto a la situación actual, los números cierran no sólo gracias a la disciplina fiscal sino a una fuerte recesión que hizo bajar las importaciones y que el presupuesto promete revertir el año que viene con un aumento del PBI del 5%.
En el frente político, entretanto, el presidente continuó usando la confrontación con sectores de pésima imagen pública para fortalecerse por contraste. Esta vez le sirvieron de frontón los gremialistas de Aerolíneas Argentinas que no tuvieron mejor idea que asociarse públicamente con el inefable Pablo Moyano. La atracción del abismo.
Así, los paros salvajes de los aeronáuticos pusieron en la agenda para alivio del gobierno una cuestión que desplazó la del ajuste. Rápido de reflejos el oficialismo instaló la idea de privatizar la empresa que en 2023 perdió unos 500 mil millones de pesos. Para tener una magnitud del despilfarro baste señalar que el aumento salarial que reclaman los empleados universitarios es de poco más de 700 mil millones. Aerolíneas Argentinas presenta problemas legales para ser privatizada y su única salida realista es la quiebra.
Una innovación en el arsenal político de Milei fue el de la incorporación ostentosa de aliados opositores. El ejemplo fue la organización de un asado (viejo ritual de la casta) en Olivos para los diputados que impidieron al peronismo rechazar el veto al aumento jubilatorio en la cámara baja. Una concesión a los políticos con un objetivo: demostrar que el presidente cuenta con un tercio en una Cámara del Congreso para asegurar la gobernabilidad y la supervivencia del ajuste fiscal.
Esta maniobra causó un tembladeral en la oposición, en particular la de la UCR, que más allá de las peleas internas por los medios muestra un encefalograma plano. Algo similar le sucede al PRO, que comparte su electorado con Milei. Sólo el peronismo tiene una identidad opositora nítida, pero debe sustituir el liderazgo de Cristina Kirchner para volver a ser competitivo, un trámite tan imprescindible como plagado de dificultades.