La falsedad como arma (parte II)

Recordemos aquello que decíamos en ‘La Prensa’ en nuestro artículo ‘La niebla de la guerra’ del cinco de marzo de 2022, donde a pocos días del inicio de las operaciones señalamos el fenómeno de falsear los datos.
“La falsedad es un arma reconocida y extremadamente útil en la guerra, y cada país la usa deliberadamente para engañar a su propio pueblo, atraer a los neutrales y engañar al enemigo. Las masas ignorantes e inocentes de cada país no se dan cuenta en el momento que están siendo engañadas, y cuando todo termina se descubren y exponen las falsedades. Como todo es historia pasada y los relatos y declaraciones han producido el efecto deseado, nadie se molesta en investigar los hechos y establecer la verdad. Mentir, como todos sabemos, no ocurre solo en tiempos de guerra. El hombre, se ha dicho, no es `un animal verídico', pero su hábito de mentir no es tan extraordinario como su sorprendente disposición a creer. Es, en efecto, a causa de la credulidad humana que florecen las mentiras. Pero en tiempos de guerra, la organización autorizada de la mentira no se reconoce suficientemente”, dice Churchill en ‘La primera baja de la guerra es la verdad’.
El famoso politólogo de la Universidad de Chicago, John J. Mearsheimer, el economista de Columbia Jeffrey D. Sachs, el premio Putlizer Glenn Greenwald, pero también el expresentador de FoxNews , Tucker Carlson al igual que varios militares especialistas objetivos como el Cnl Douglas MacGregor de los Estados Unidos, o el Cnl Baños de España, hace rato vienen mostrando como nosotros desde ‘La Prensa’ otra campana.
Al parecer, personajes que no tienen mucho en común, excepto que expresaron sobre la guerra en Ucrania una opinión diferente a la generalmente aceptada, que prevé el apoyo incondicional a Ucrania y la asignación de recursos, en particular armas, a Kiev.
Hay quienes, como el profesor Mearsheimer, en tiempos desprevenidos -era el 18 de agosto de 2014 tras la ocupación rusa de Crimea- habían expresado, en un análisis publicado en ‘Foreign Affairs’, su punto de vista académico sobre las Relaciones Internacionales (“escuela realista”) crítica de la política exterior occidental y estadounidense en particular; otros, como Greenwald, tras abandonar The Intercept dedicaron episodios enteros de su programa en la plataforma social Rumbe –System Update– a subrayar las contradicciones de la propaganda de guerra, que lamentablemente no es exclusiva de las autocracias sino que también está ampliamente difundida en el llamado Occidente Opulento. El nuevo Telón de Acero. Guste o no su opinión, estas figuras públicas no sólo han sido objeto de manidas acusaciones de "proputinismo" y de campañas de desprestigio en las redes sociales y en algunos periódicos.
Las redes sociales son un componente crítico de la Guerra Imaginaria. La investigación académica muestra que Twitter alberga un enorme ejército de robots pro Ucrania, que lanzan sin cesar mensajes a favor de Kiev y antirrusos. Sin duda, lo mismo se aplica a todas las plataformas de redes sociales. Esto ayuda a crear la ilusión de un apoyo casi universal a Ucrania a nivel mundial.
Normalmente, fuera de Occidente, las poblaciones y los gobiernos son neutrales o apoyan abiertamente a Rusia, percibiendo el conflicto como un ataque contra la OTAN y el imperialismo occidental.
Según hemos podido constatar en nuestras investigaciones, durante los primeros 18 meses del conflicto, periodistas, expertos y políticos tradicionales se basaron en gran medida en las afirmaciones sin fundamento de “Oryx”, una cuenta anónima de Twitter que analizaba imágenes del terreno, para obtener datos sobre las pérdidas en ambos lados. Sus publicaciones sugirieron desde el primer día que la destrucción de tanques, aviones, vehículos blindados rusos fue mucho mayor que la sufrida por Ucrania, lo que indicaba o hacía pensar al lector, que la guerra fue un desastre absoluto para los invasores.
Otro ejemplo. Una investigación del ‘Washington Post’ del 17 de marzo de 2022 declaró audazmente que Rusia hasta la fecha “ha perdido miles de soldados y miles de vehículos sin lograr avances significativos”, basándose casi por completo en las conclusiones de Oryx. De manera similar, un artículo de la ‘BBC’ del mes siguiente destacó los datos producidos por Oryx de que Ucrania había “destruido, dañado o capturado al menos 82 aviones rusos, incluidos aviones, helicópteros y drones”, sacrificando sólo 33 de ellos.
El ministerio de Defensa del Reino Unido también citaba periódicamente los datos de Oryx en “actualizaciones de inteligencia” diarias en Twitter, que se compartían ampliamente y posteriormente se incorporaban e informaban en el contenido y los titulares de muchas noticias. Por ejemplo, en abril de 2023 una actualización decía: “Según el rastreador Oryx, Rusia ha perdido más de 10.000 vehículos militares desde que comenzó la invasión ilegal de Ucrania”. La publicación ha sido vista más de un millón de veces. El informe del Comité Parlamentario de Inteligencia y Seguridad de 2023 se jactaba de que el “impacto” de estas actualizaciones “sin precedentes” era “sustancial”.

A MÁXIMO NIVEL
Cabe destacar que Oryx cesó repentinamente su trabajo cuando comenzó la tan cacareada y largamente retrasada contraofensiva ucraniana de “primavera” en junio de 2023. Un cínico podría sugerir, dado que Kiev estaba equipada con la muy promocionada “maquinaria de guerra occidental” para el esfuerzo, quienquiera que estuviera liderando la operación de propaganda –y/o los individuos y entidades que en última instancia las dirigen– concluyeron que las mismas tácticas deshonestas no podrían funcionar esta vez. La famosa contraofensiva fracasó. Se cayó la máscara. Se disipó el humo y la niebla ante la evidencia contundente y cruda.
En octubre de 2023, la cuenta se eliminó por completo sin previo aviso ni explicación, lo que significa que su archivo falso ya no puede examinarse críticamente. Pero, como descubrió el periodista de investigación Lee Fang, el gobierno de los Estados Unidos está financiando a varias organizaciones y ONG ucranianas involucradas en una verdadera campaña de de guerra del conocimiento. Fang informó en ‘The Intercept’ que Twitter "proporcionó aprobación directa y protección interna a la red de cuentas de redes sociales y personas en línea del ejército estadounidense" (ver “Twitter ayudó al Pentágono en su campaña de propaganda encubierta en línea").
La guerra de la información no es un misterio, pero es en sí misma un componente fundamental de todo conflicto. Y difundir su punto de vista a través del poder blando es tan importante como tener un ejército eficiente y motivado.
¡Cuidado! El occidente opulento vende un manifiesto de la vocación misionera laica para, según ellos, “fortalecer la capacidad del sector de medios independientes para promover el compromiso cívico y los procesos democráticos" ampliando el "acceso de los ciudadanos a información basada en hechos sobre cuestiones sociales y políticas clave". ¿Se respetan estos objetivos? No lo parece.