“La excesiva intervención estatal distorsiona la iniciativa privada”

La alternativa no puede ser “el zorro libre en el gallinero libre”, señala Horacio Sánchez de Loria. Según el jurista, el eje permanente de la historia argentina es la pugna entre la tradición hispánica, y el liberalismo foráneo, bajo cuyo signo nacimos a la vida libre.

“La dirigencia del siglo XIX, tras las sangrientas guerras civiles se propuso una empresa ambiciosa, forjar el Estado -esa nueva forma de dominación política caracterizada por la secularización, centralización, concentración y territorialización del poder- y construir una nación. Para ello tuvo que modelar una nueva sociedad, combatiendo las maneras de vida hispano-criollas anteriores porque el progreso así lo exigía, ejerciendo violencia en diversas formas para consolidar la civilización”.

Los conceptos pertenecen a Horacio Sánchez de Loria, licenciado en Psicología (UBA), doctor en Derecho (UBA), doctor en Filosofía por la Universidad de Navarra, España, y también académico de número de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina, a quien La Prensa consultó sobre aspectos de la realidad social y cultural del país.
Agregó Sánchez de Loria que “el origen de esa nueva nación se cifraba en la batalla de Caseros (quiebra con el pasado rosista por el peligro de una restauración hispana) y Pavón (la culta Buenos Aires se impone a sangre y fuego a las salvajes provincias), todo ello en nombre de la libertad y el progreso”.

-Para el padre Leonardo Castellani, el eje permanente de la historia argentina es la pugna entre la tradición hispánica, ya no muy pura, y el liberalismo foráneo, bajo cuyo signo nacimos a la vida libre. ¿Cómo se proyecta esa pugna o tensión hasta nuestros días?
-Lo que señalaba el padre Leonardo Castellani (1899-1981) es la tensión más profunda y siempre actual que recorre la historia argentina e hispanoamericana, y que subyace a todas las discordias, enfrentamientos, grietas superficiales que nos envuelven día a día. Por “hispánica” alude a la monarquía católica, nombre técnico de la monarquía a la que pertenecíamos, residuo político de la Cristiandad, cuyo sentido misional tan bien señalara el historiador Vicente Sierra. Por otra parte, Castellani hacía alusión al liberalismo “foráneo”, como la ideología madre de la modernidad.

-¿Qué se entiende por modernidad?
-La modernidad -desde el punto de vista del pensamiento clásico- es entendida no como un concepto exclusivamente cronológico o historiográfico, sino una categoría axiológica, filosófica, de donde emerge la inmanencia, es decir, el abandono de todo criterio trascendente de legitimidad político-jurídica. Todos los grandes conceptos morales sobre los que gira la modernidad tienen matriz protestante, fundamentalmente de elaboración calvinista: el Estado, la secularización y el capitalismo.

-¿Cuáles son los modelos de liberalismo que surgen tras la ruptura con la cosmovisión hispánica?
-El liberalismo supone una ruptura con la cosmovisión hispánica al desvincular la libertad de todo criterio objetivo, de toda regla salvo la propia libertad y la configuración de una sociedad ajena al espíritu cristiano. Irrumpen dos modelos, un laicismo violento (de raíz masónica) nacido en la Revolución Francesa y sus variantes posteriores, y un paradigma originado en la fundación de los Estados Unidos, seguido por las nuevas repúblicas hispanoamericanas, nacidas en el momento de la revolución liberal. En éste último modelo, llamado americanismo la separación se hace en términos teóricamente amistosos. Las religiones se convierten en meras asociaciones privadas, es la idea del supermercado religioso que parodiaba Woody Allen. Sin embargo, el veneno es más letal. Cuando abrazamos el americanismo, los católicos nos encontramos, a veces sin darnos cuenta, defendiendo posiciones cada vez más liberales, alejadas, por lo tanto, de la mirada evangélica.

ESCUELA AUSTRÍACA
-¿Podría mencionar alguno de los aportes del pensamiento económico de la Escuela Austríaca, donde sobresalen figuras como Ludwig von Mises, Friedrich Hayek y Murray Rothbard?
-La Escuela Austríaca es una corriente de pensamiento económico basada en el individualismo metodológico; centra su mirada en las relaciones entre individuos y/o personas jurídicas, desdeñando los procesos sociales, la dialéctica de los Estados e imperios. Sostiene que los precios del mercado son la mejor síntesis del conocimiento disperso por medio de los cuales los empresarios, cuya rentabilidad es el motor de su acción, pueden tomar decisiones racionales. La Escuela Austríaca apoya el principio de la utilidad marginal, la teoría subjetiva del valor: los bienes y servicios cuestan lo que valen. Lejos de la cosmovisión cristiana, rechazan la justicia social, el bien común. A propósito, Santo Tomás de Aquino, en cambio, tomando en cuenta la justicia en las transacciones, decía que nadie debe vender un producto a mayor precio de lo que vale. La Escuela Austríaca tomó auge tras el final de la guerra fría, que enfrentaba a las ideologías liberal y marxista, las cuales, con sus diferencias, sostenían la teoría objetiva del valor, la teoría del valor trabajo. El valor de un bien o servicio está determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirlo. Elementos de la Escuela Austríaca están en la base del pensamiento neoliberal y socialdemócrata dominantes en la globalización (hoy en crisis), donde el modelo especulativo-rentístico se impuso sobre el de la producción y el trabajo. El precio del dinero (la tasa de interés) se convirtió en el nuevo ordenador y vertebrador de la actividad económica.

-¿Cómo definiría desde la ciencia política, el "minarquismo" (con el cual se identifica el presidente Javier Milei), y el "anarcocapitalismo", expresiones ambas provenientes del fenómeno libertario?
- El “minarquismo” alude a un Estado con muy pocas regulaciones (especialmente en el campo económico-financiero), pero no menos fuerte, dado que debe ser un gendarme para controlar a la población, con suficiente fuerza represiva, no tanto para los delincuentes, sino para que los ricos puedan vivir entre los pobres como decía Hilaire Belloc (escritor católico nacido en Francia, que más tarde tomó la ciudadanía británica). Por su parte, el anarco-capitalismo es un rechazo absoluto al Estado, pero ya como comunidad política, que defiende a ultranza la propiedad privada, sin considerar su función social. Milei confeso “minarquista” reivindica al Estado argentino del siglo XIX, anterior a Yrigoyen, un Estado activo, absorbente, modelador de la sociedad. Por supuesto que la excesiva intervención estatal distorsiona la iniciativa privada, la producción, el ahorro, la inversión, pero la alternativa no puede ser “el zorro libre en el gallinero libre”.

JUSTICIA SOCIAL
-Según Milei, la justicia social o justicia distributiva es injusta. Por su parte el Papa Francisco señaló en forma reciente que la redistribución y justicia social "es más importante que nunca". Pese a esas posturas antagónicas, ¿podría existir algún punto de coincidencia frente a la difícil realidad social que se vive en la Argentina?
-No puede haber conciliación entre ambas posturas, Además, este tipo de programas económicos neoliberales, ya probados recientemente, nada originales, tienden a empeorar notablemente las condiciones sociales.

-¿La expresión populismo es solo un término peyorativo relacionado con políticas que reclaman una mayor distribución del ingreso, o tiene en los hechos, características propias, muchas veces asociadas a la demagogia y corrupción, las cuales no son privativas de ningún partido, sea éste de izquierda o derecha?
-El populismo es una noción difusa que se suele usar como arma política para atacar al adversario. Se han considerado populistas Perón, Hugo Chávez, Fidel Castro, Trump, Putin, Macron, etc., personajes heterogéneos al máximo. Hay muchas definiciones. Esta noción presupone la existencia de un orden ideal, la democracia liberal, desvirtuada en la práctica. Podría entenderse el populismo como demagogia, lo que incluiría a todo el espectro político. Carlos Escudé (por citar a un autor argentino) lo definía como un sistema político basado en dádivas y distinguía el populismo clásico dirigido a los sectores pobres, del populismo de derecha que compra el apoyo de los sectores acomodados distribuyendo prebendas. Este último -más peligroso y caro- se ha desplegado con más fuerza en los últimos años a través de las manipulaciones de las variables macroeconómicas, licuaciones financieras, estatizaciones de deudas privadas, etc., las cuales han representado una violación flagrante del derecho de propiedad de las mayorías y es fundamentalmente el responsable del deterioro social que padecemos con niveles de pobreza e indigencia desgraciados. 

-También suele usarse con sentido despectivo la palabra "pobrismo". ¿Se trata de una mera cuestión semántica, o antes bien obedece a estrategias políticas destinadas a no erradicar definitivamente, o de raíz, las desigualdades sociales?

 -La noción de “pobrismo” también es un arma de lucha retórica, pues todos los sectores y partidos dirán que combaten la pobreza. Nuevamente citamos a Leonardo Castellani: todos ellos dicen «nosotros somos los buenos, los buenos ni más ni menos, los otros son unos potros comparados con nosotros». 

RETROCESO INSTITUCIONAL

-¿Cuál fue, según su criterio, el período histórico en que se registró el mayor progreso del país, y como devino la posterior declinación o retroceso institucional?

 -La revolución liberal ha producido una desarmonía global -política, económica, social, cultural- en el país y por ende una inestabilidad institucional persistente. La dirigencia del siglo XIX, tras las sangrientas guerras civiles se propuso una empresa ambiciosa, forjar el Estado -esa nueva forma de dominación política caracterizada por la secularización, centralización, concentración y territorialización del poder- y construir una nación. Para ello tuvo que modelar una nueva sociedad, combatiendo las maneras de vida hispano-criollas (gauchescas) anteriores, porque el progreso así lo exigía, ejerciendo violencia en diversas formas para consolidar la civilización. El origen de esa nueva nación se cifraba en la batalla de Caseros (quiebra con el pasado rosista por el peligro de una restauración hispana) y Pavón (la culta Buenos Aires se impone a sangre y fuego a las salvajes provincias, todo ello en nombre de la libertad y el progreso. Paradójicamente unos versos de Esteban Echeverría (poema “Avellaneda”, dedicado a Marco Manuel de Avellaneda, ex gobernador interino de Tucumán, quien murió degollado por los rosistas en 1841) sintetizan bien lo que decimos:

«Allá en la capital de Buenos Aires

 a dudar me enseñaron los doctores

 de  Dios,  de la virtud, del heroísmo,

del bien, de la justicia y de mí mismo.

Me enseñaron, como hábiles conquistas

del espíritu humano en las edades,

esos dogmas falaces y egoístas

que como hedionda lepra se pegaron

en el cuerpo social, y de la patria la

servidumbre y muerte prepararon»

A pesar de las resistencias y los cambios acaecidos, ese signo de nacimiento perdura y alimenta una perpetua discordia.

“BATALLA CULTURAL”

-¿Qué rol desempeña actualmente, en el plano de las ideas, la mentada "batalla cultural", y cuáles serían, a su modo de ver, los puntos más controversiales?

-Me parece que la tan mentada “batalla cultural” es un modo grandilocuente de hablar, una consigna que no tiene sustancia y encierra una serie de errores. En sectores liberal-conservadores se habla de marxismo cultural, cuando el comunismo de la guerra fría ha desaparecido como tal de la escena internacional. Se trata de liberalismo cultural. Las banderas del progresismo son de raigambre liberal, y la mayor parte de los marxistas, ante el fracaso económico, se han alineado con ellos (sectores liberal-conservadores). Hay progresistas que piden una intervención cada vez mayor del Estado, y progresistas que no quieren pagar impuestos. En 1970 el filósofo francés Jean Françoise Revel mostraba, en un libro con un título sugestivo “Ni Marx, ni Jesús”, que las dos grandes revoluciones que han tenido lugar en el mundo y persisten son de signo liberal, la primera es la producida en Inglaterra, Francia y Estados Unidos con la caída del antiguo régimen en el siglo XVIII. Y la segunda se desarrolla en nuestros días, originada en la nación norteamericana: se trata de la promoción de la “libertad ideológica, cultural y moral completa, destinada a asegurar la felicidad individual mediante la independencia y el pluralismo de elección”.