EL RINCON DE LOS SENSATOS

La exaltación de la marginalidad

Días atrás, una empresa argentina tomó examen a 10.000 aspirantes. Entre las preguntas había un problema que decía algo así: Si un automóvil recorre 100 km. con 10 litros de combustible, ¿cuántos litros de combustible consumirá si recorre 200 km.? Nada de física cuántica ni elaborados conceptos de trigonometría. Solo una regla de tres simple. Apenas el 30% obtuvo la respuesta correcta. Sí, un desastre.

Desde hace años se sabe que cada vez son menos los alumnos egresados, no ya de la primaria sino de la secundaria, que no comprenden el sentido de un texto.

Y se nota también en la vida diaria: en las radios, en la televisión abierta, en los canales de streaming, en la música que se escucha. De la melancolía tanguera, pasamos al rock pesado de Pappo Napolitano, a las melodías casi surrealistas de "Rasguña las piedras", y a la tropicalización villera que refleja crudamente la marginalidad, un submundo de choreo, narcodependencia y sexualidad al mango en el "perreo", erotismo sin sutilezas.

Los tembladerales económicos que periódicamente agitan a la Argentina dejan secuelas, marcas profundas. Hay mucha gente que no sale de ese pozo.

La conducción argentina parece ser la más sorprendida de esta abrupta caída sin recuperación, como si se tratase de un juego, de una montaña rusa, del que uno vuelve al lugar de origen después de un sustito. Y no es así.

Se cae y muchos no vuelven a la clase media de la que Argentina se enorgullecía hace décadas atrás.

Los resultados que hoy vemos son el fruto de ese desorden económico, de colegios donde los docentes están desmotivados y reciben estas hordas de alumnos que no comprenden ni se interesan en historia, números, logaritmos, geometría euclidiana ni ortografía. La vida pasa por otro lado porque el lenguaje de la calle es otro.

OTRO IDIOMA

Recuerdo la anécdota de un amigo que narraba lo que más le impactó al ser víctima de un asalto fue no entender lo que le pedían. No porque estuviera asustado, sino porque el asaltante -un mocoso que probablemente vivía a pocas cuadras de su casa- parecía hablar en otro idioma. Dos Argentinas divididas por una avenida.

Y, sin embargo, la música que después bailan en los boliches, miembros de distintas clases sociales, es casi la misma. La juventud (y también los no tan jóvenes) han caído en esa cumbialización que describe a la marginalidad.

Elián Ángel Valenzuela (General Rodríguez, 2000), conocido artísticamente como L-Gante –nombre irónico que le daba su madre por su forma de vestir–, se lanzó a cantar y expresar sus opiniones con la lucidez de aquel que no fue invitado a la mesa pero igual se sienta,se sirve y opina.

Valenzuela da su visión del mundo, de sus propias vivencias y encuentra que su mensaje llega más lejos de lo que había imaginado, porque comprendió que la cultura dominante es descartable. Tan descartable como lo será él mismo cuando el público se canse de su voz gravosa y ritmo cadencioso.

Será remplazado por otro representante de esa marginalidad que exprese algo más decadente. El séptimo circulo del Dante es muy profundo.y más aún lo puede ser en Argentina.

En esa analogía marginal, si Pablo Lescano, de Damas Gratis es nuestro Duchamp del subdesarrollo, L-Gante es un ready-made tipo Andy Warhol, que reconfigura el gesto sonoro sin pedir disculpas. No tiene porque hacerlo. Es lo que conoce, lo único que vivió.

Estos avant garde cumbiancheros no solo producen música: son símbolos de una época, de su tiempo, de su entorno. Hicieron del barro primigenio una estética grotesca. No inventaron la marginalidad, la elevaron al Wifi y desde allí llega a todos lados.

VITALIDAD DISONANTE

Hay que sincerarnos: el lenguaje popular suele ser un estorbo para los académicos, que lo desprecian como demasiado ruidoso, demasiado desmembrado, pero no pueden dejar de reconocer su vitalidad. Su idioma, no es neutro ni neutralizable, es barro coloquial con un exceso de disonancia. Un idioma que no busca el consenso ni el aplauso, sino viralizarse como un germen para subsistir y reproducirse hasta convertirse en un meme.

Lo dicho no busca el aplauso ni un premio. Busca la difusión.

Para muchos, lo que molesta de esta tropicalización musical no es su falta de formación, sino su desobediencia . No aspira al conservatorio, sino al parlante que abrume con su sonido las fiestas, los recitales, los bares, ejerciendo una hegemonía sonora, un en país que no cree en la meritocracia.

L-Gante no canta para trascender, sino para marcar territorio, como el de las banditas de narcos que dividen los barrios para evitar conflictos innecesarios… que inevitablemente van a tener en un futuro porque buscarán más espacio solo por su condición de machos alfa .

¿Estamos ante un tema solo social? Días atrás, el Dr. Abel Albino, director del Conin, habló ante el Senado. Aclaró que si no proveemos de proteínas a los recién nacidos, no podremos preservar el cerebro de esos niños. Al nacer, su cerebro pesa 300 gramos, pero al año un kilo. Triplica su tamaño. De allí la importancia de la alimentación en esos primeros meses críticos.

ALIMENTAR A TODOS

Alimentar a nuestros niños que cada vez son menos y de las clases más necesitadas, no solo es caridad, no solo es para calmar conciencias. Es para no tener un país de idiotas, en el sentido técnico de la palabra.

Si a este déficit le agregamos la mediocridad, la falta de estímulo al caer en un lenguaje que de tan poco elaborado, resulta grotesco.

No nos debería extrañar esta fascinación por la marginalidad. Para aquellos que no la conocieron ni la vivieron es una curiosidad, es asomarse a un abismo sostenido por una correa.

Para los que conocen y viven esa marginalidad (de la que son víctimas sin saberlo) y lucran exaltándola, es un logro envidiable está difusión masiva. Este es el mensaje que hoy reciben millones de nuestros jóvenes.

Ya no existen el Ad astra per aspera (*).

Solo nos queda el áspera sin estrellas, la rispidez del camino marcado por el ritmo casi mántrico del bajo y la batería y las letras de un lenguaje básico, de pocas palabras y menos ideas.

(*) Hacia las estrellas a través de las dificultades. O A través del esfuerzo, el triunfo