La emergencia no es de los ciudadanos sino del Estado

 

El lenguaje se ha convertido en el arma con el que se desvirtúan los conceptos y se esclaviza a las personas del modo más perverso y efectivo. Por medio de la palabra, sus adeptos nos aseguran que la realidad no es un hecho objetivo, sino que es una construcción social que se corresponde con lo que ellos relatan, y que los responsables de que las cosas no sean como deben ser es nuestra por rechazar el relato. Esta es la retorcida posverdad, y te afecta más de lo que imaginás, te afecta incluso en lo cotidiano.

Te pregunto, los argentinos ¿estamos transitando grandes catástrofes naturales como inundaciones, terremotos o sequías?. ¿Acaso estamos en medio de una guerra, de violentos enfrentamientos raciales o religiosos, o de ataques continuos del terrorismo? ¿O quizás somos un desierto sin riquezas naturales ni posibilidades de desarrollo? 

En realidad, por suerte, no tenemos ninguno de estos problemas. Entonces, ¿por qué estamos tan mal? Simple, porque tenemos una mochila que nos pesa demasiado y que no nos deja avanzar. Esa mochila son el Estado y los gusanos que lo manejan (los políticos).

El Estado y sobre todo los políticos que lo colonizaron, son quienes verdaderamente están en crisis. Es a ellos a quienes no les cierran los números. Nuestro problema es que los polititruchos nos han parasitado y viven chupándonos la sangre (dinero); nuestro problema es que no los tratamos como hay que tratar a los parásitos.

La emergencia no es sólo económica. Aunque esta sea la más urgente, no es la más grave. Incluso me atrevo a decir que lo económico es consecuencia de las otras emergencias que padece en Estado; las que son causadas por estar infectado de inútiles, mentirosos, vagos, demagogos, tiranos y delincuentes. 


TRES CASOS

1) La diputada Mirta Tundis (del Frente de Todos), al hablar sobre los jubilados, se quebró y lloró emocionada mientras confesaba: ""Yo no sé cómo ayudarlos"". La pregunta de rigor es: ¿Para qué demonios se postuló si no sabe qué hacer?
No sean mal pensados, no es por el sueldo ni por la posibilidad de acomodar a la familia en lugares como el PAMI. Esta confesión demuestra que para ser funcionario público, no alcanza con sentimientos y voluntarismo, se trata de saber qué hacer, de tener la capacidad técnica e intelectual necesaria y además, de tener el coraje para hacer lo que hay que hacer sin importar el costo político.

2) La vicepresidente Cristina Fernandez, corrigió al senador José Mayans como si se tratara de un chico de primer grado, luego de que este le llamase presidente y no presidenta.
Insisto, no sean mal pensados, no es que el senador sea sumiso (casi pongo lamebotas; eso sí, botas muy caras), tampoco es que sea un cobarde incapaz de sostener y defender su posición, aún en un tema que parecería no tener importancia (aunque si la tiene). 

Esta anécdota, además de dejar en evidencia lo patético que son estos lacayos, muestra lo déspota que resulta ser Cristina (vaya novedad). Su falta de respeto hacia la libertad de expresión y su terrible agresividad al incluir al senador dentro del demoníaco y misógino "discurso machista".
Pero lo verdaderamente grave, ¡es que no tiene razón! Su ninguneada demuestra o bien, una ignorancia supina del idioma (algo improbable), o bien una posición despótica que busca imponer, a través de la manipulación del lenguaje, una ideología extremista. El sufijo ente (significa: que ejecuta la acción expresada por la base) es un participio activo, por ello presidente es el que preside, sin importar sexo, raza, credo o de que cuadro de futbol es hincha.

3) El Senador Caserio (del Frente de Todos) nos explicó cuál es el problema de la Argentina: "la macroeconomía es simple. O usted imprime plata. O trata de solucionar entre las posibilidades que tiene" y agregó: "usted tiene dos modos: o genera recursos (impuestos), o tiene importaciones o de lo contrario toma créditos".

Ante la pregunta de la periodista acerca de "cuándo viene el esfuerzo de la clase política", este señor contestó: "No me parece serio. Yo trabajo para venir acá, no es que me regalan el sueldo. Me parece que hablar del esfuerzo de la clase política es no entender al Estado. La clase política no es un elemento fundacional o productivo del país, como la clase sindical, como la clase empresarial", y sin ponerse colorado concluyó: "La clase política no es la que hace esfuerzos, la clase política dicta normas y gobierna del modo que le parece que es el más adecuado".