Doctrina Social de la Iglesia
La educación en la América hispánica y en la Argentina democrática
Dos hechos explican el origen de esta columna. El primero es que estoy leyendo un libro apasionante: Así se hizo América, de don Vicente D. Sierra (Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1955). El segundo es la conversación que tuve con un amigo en la que uno de los temas que tratamos fue el estado de la educación en nuestro país.
Sigo con la buena sin olvidarme de la mala. El libro contiene un capítulo (el VII) titulado “El trasplante cultural y la acción educacional”. Entre otras cosas que relata, como buen historiador, Sierra consigna la fundación de escuelas para indios, incluidas algunas especiales para hijos de caciques. Entre estas últimas se destaca el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco fundado en 1536.
Ahora sí, la mala. No es ya historia, de la cual se podría aprender, sino crónica, con la cual se sufre.
Con mi amigo coincidía en el estado de la educación en la Argentina. Entre otras cosas, comentábamos la escasa habilidad para interpretar textos que tienen los jóvenes al ingresar a la universidad. Previo a todo habría que decir: hay niños que no saben leer y escribir hasta bien avanzada la escuela primaria y, si hablan y escriben, lo hacen con dificultad, además de contar con poco vocabulario. Sin perder de vista que no tienen los básicos “hábitos de estudio” tan necesarios antes de aspirar a la vida universitaria.
COMPARACIONES ILUSTRATIVAS
Habiendo apuntado la buena y la mala, queda ofrecer una breve reflexión. Dicen que las comparaciones son odiosas pero no por ello dejan de ser ilustrativas.
Cuando la Corona de Castilla descubrió América (las Indias), encontró varios pueblos indígenas con diferentes grados de evolución cultural –demás está decir que en las culturas precolombinas había cosas positivas y negativas, pero no es el punto de esta columna–. Lo cierto es que, en cumplimiento del fin evangelizador que justificó la presencia de España en América, los naturales fueron elevados no solamente en la vida de la gracia –lo principal– sino en la “vida política” como se decía entonces.
Es decir, España hizo 2x1: evangelizó y humanizó.
En buena parte de los casos, tuvo que hacer una previa de “reducción a la vida política” antes de evangelizar. En términos sociológicos, España promovió el ascenso social de los indígenas y de sus familias.
Esto sucedía en la América hispánica entre el siglo XVI y comienzos del siglo XIX. ¿Qué pasa en la Argentina democrática de fines del siglo XX y lo que va del siglo XXI?
Pues todo lo contrario. La degradación educativa –es sabido que la educación incluye la instrucción pero, sobre todo, la formación moral– no hace falta demostrarla.
Es algo patente. Buena parte de los niños argentinos no solamente no sabe leer y escribir bien, y los pretendientes a la vida universitaria no saben interpretar textos. Principalmente, no tienen hábitos de buena conducta. ¿Pero cómo van a tener esa aspiración a la vida buena cuando la familia está desarticulada? ¿Cuándo ella sigue minada por ese cáncer de la sociedad que es el divorcio del cual se derivan tantos otros males?
Por último, sugiero ejercitar la imaginación con el siguiente interrogante. Aclaro, por las dudas, que no creo en los ovnis. Si hoy aterrizara una nave espacial en la
Argentina y en otros países de América con una misión civilizadora como fue la de España entre los siglos XVI y comienzos del siglo XIX y nos descubriera ¿por dónde debería empezar? ¿No debería hacerlo por restablecer el respeto de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, por restaurar la naturaleza de la familia fundamentada en el matrimonio, por desterrar toda forma de superchería pseudoreligiosa que pulula aprovechando ese deseo natural de trascendencia que tiene todo hombre aunque viva en un mundo secular como el actual?
INSPIRADOR
Recomiendo la lectura de Así se hizo América, de Vicente D. Sierra. Es un texto por demás inspirador para no bajar los brazos ante los problemas presentes que son graves, sí, pero no irresolubles si se aprende a aprovechar de la experiencia histórica.
Los americanos tenemos a dónde volver para ofrecer un futuro promisorio a nuestros países. Esa fuente de inspiración es la Hispanidad.