La danza del cepo y el dólar

Los dos dígitos de la inflación porteña en agosto se leen ya no como un espectro aparecido de manera súbita sino como la confirmación clara de que estas serán las cifras que arrojará el proceso inflacionario también a escala nacional.

La devaluación del 22% que ensayó el Banco Central al día siguiente de celebrarse las PASO significó en la vida real un incremento mucho mayor al número técnico. Los comerciantes comenzaron a recibir listas de precios con incrementos significativos luego de días donde abastecerse de productos era casi milagroso.

La corrida inflacionaria metió quinta y por estos días no hay medida del gobierno que pueda detenerla. Sólo resta capear el temporal hasta el 10 de diciembre y que el próximo gobierno pueda instrumentar el famoso plan integral que liquide este flagelo.

Es sabido que nada ocurrirá de un día para el otro y que en materia de inflación sería caer en una ingenuidad pensar que se puede bajar una cifra de 130% anual en apenas un puñado de meses. No hay candidato ni equipo económico, del color que sea, que pueda lograrlo.

La situación de la economía argentina en materia de precios es tan delicada que el año próximo se convertirá en el país con mayor inflación del mundo, según un pronóstico difundido por la consultora internacional Focus Economics.

La escalada, que podría acentuarse si volviese a producirse una nueva devaluación tras las elecciones presidenciales de octubre, llevó a que la Argentina supere a Venezuela en esta loca carrera por 130% contra 128% anual.

El informe anticipa que la inflación promediará un nivel más bajo este año en la mayoría de los países, gracias a la disminución de precios internacionales de materias primas, la normalización de las cadenas de suministro y una demanda interna más moderada. Sin embargo, enciende luces de alarma sobre la Argentina, Colombia, Haití y Venezuela.

EL DOLAR

Todos bailan por estos días la danza del cepo y el dólar. En los primeros días de septiembre los tres candidatos con posibilidades concretas de ganar las elecciones -Javier Milei, Patricia Bullrich y Sergio Massa- parecen converger en un punto: la Argentina debe inexorablemente emprender el camino del equilibrio fiscal.

La gente se pregunta, entre otras cosas, qué es lo que va a ocurrir con el dólar porque intuye a fuerza de malas experiencias de que por ahí pasan buena parte de los problemas económicos. Es decir, de la abundancia o de la falta de divisas depende el rumbo. Por lo pronto, que los tres candidatos principales coincidan desde diversos puntos ideológicos en que hay que ser más prolijos con las cuentas públicas es todo un avance. El gran interrogante es cómo cortar, dónde y hasta cuándo.

A medida que se acerca la fecha de las elecciones presidenciales los candidatos y sus asesores sopesan el impacto de sus discursos. La dolarización, el estandarte con que Javier Milei arrasó en las PASO, parece ser un esquema que, como era de esperarse, no se montaría de un día para el otro.

El propio líder libertario destacó en una de sus entrevistas que si logran ensayar la dolarización antes de las elecciones de medio término, pues entonces el país comenzará a transitar una senda que lo llevará en 35 años –eso dijo, ni uno más, ni uno menos- a ser una potencia global. Pero queda claro que no habrá tal conversión en el día 1 de su hipotética gestión.

El principal asesor económico de Milei, Darío Epstein, director de Research for Traders, enfatizó durante un congreso económico que será prioritario alcanzar el superávit fiscal para luego, en un segundo paso, dolarizar la economía. “Milei tiene una propuesta de dolarización concreta, tan concreta que no vamos a dolarizar si no hay dólares. No puede haber déficit. Si tengo déficit y dolarizo y no tengo crédito externo, no cierra", aclaró. También afirmó que si baja el gasto, habrá recesión. Pero parece que no hay otra manera de enfrentar tremendo descalabro económico.

El camino está lleno de preguntas. Una de ellas es para qué necesitamos dolarizar la economía si tenemos la suficiente voluntad y disciplina de equilibrar las cuentas fiscales. Si hay superávit y la emisión monetaria se reduje a niveles mínimos, sería dado pensar que la inflación menguará y que el peso cobrará valor. Pero es apenas una hipótesis.

En otra de las veredas de este barrio, Patricia Bullrich, candidata presidencial por Juntos por el Cambio, presentó a Carlos Melconian como su futuro ministro de Economía. El consultor, que fue director del Banco Nación durante la gestión Macri, propuso como hoja de ruta para el futuro un esquema bimonetario adonde convivan el dólar con el peso. Es, en realidad, blanquear la situación que se da de facto en las grandes operaciones comerciales como la compra venta de inmuebles.

Según Melconian, su equipo de trabajo diseñaría un desdoblamiento cambiario –sistema que en la Argentina, vale decirlo, nunca funcionó- donde habría un dólar barato o accesible para administrar las importaciones, mientras que el dólar ahorro se dejaría flotar a precio de mercado.

El economista, muy afín a las metáforas y las comparaciones, sostuvo que al billete verde destinado al placer y los viajes al exterior, al consumo suntuario, “lo vas a pagar lo que valga”, mientras que “lo ligado a la olla popular y los alimentos será administrado”.

En medio del debate, de tanto proyecto tirado arriba de la mesa para solucionar este entuerto, el economista Emmanuel Álvarez Agis, quien tomó distancia a tiempo del kirchnerismo, recalcó que “no es incompatible con el peronismo” el desdoblamiento cambiario que propone Carlos Melconian, y advirtió en cambio que la dolarización que impulsa Milei “es imposible” realizarla ahora por la escasa cantidad de dólares que hay en las reservas del Banco Central.

A todo esto Sergio Massa, el ministro-candidato de Unión por la Patria, coincidió tangencialmente con sus pares al remarcar la necesidad de encontrar, más temprano que tarde, el equilibrio fiscal. Tampoco dice él cómo hará para arribar a ese saludable estado de la economía. Por el momento, al frente del Palacio de Hacienda, apenas atina a controlar, lanzar medidas benéficas de poco impacto y a congelar precios para que no se le disparen antes de las elecciones.

MAS INGRESOS

Ahora que han comenzado a caer las lluvias por el Efecto Niño, los especialistas del campo aseguran que la siembra irá en tiempo y forma y, de no mediar ninguna catástrofe, el año próximo la cosecha de granos podría generar todos los dólares que no entraron en 2023. Bien que los necesitará el próximo gobierno.

El último informe de la Bolsa de Cereales de Rosario indica que las lluvias que cayeron sobre la región pampeana “cambiaron el escenario” y “hay entusiasmo de los productores” de trigo. El documento precisa que del millón de hectáreas sembradas con trigo en la región, “el 31% se encuentra en muy buenas condiciones, el 60% en condiciones buenas y sólo el 9% se mantiene en estado regular”. Y agrega que esto representa “un cambio significativo, ya que los cuadros regulares han disminuido en un 13%, mientras que los muy buenos han aumentado en un 21%”.

Además, destaca que “aunque los rendimientos potenciales aún pueden variar según las condiciones locales, se espera que la cosecha de trigo supere los 35 quintales por hectárea, lo que marca un progreso notorio desde la situación anterior. Parte del agro argentino está experimentando una transformación alentadora gracias a las recientes lluvias que han caído en la región pampeana. Para muchos productores, estas precipitaciones marcan un punto de inflexión que ha inyectado un nuevo sentido de entusiasmo en la comunidad agrícola”. Casi nada.

Otro tanto, aseguran, podrá venir por el lado de Vaca Muerta, donde el gasoducto ya en funcionamiento permitirá distribuir el fluido en el mercado interno –tanto para el consumo doméstico como para la industria-, con lo cual el Estado se ahorrará aproximadamente u$s 5.000 millones en la importación de este insumo.

Es decir que los dólares que logrará el campo, una vez superada la pesadilla de la sequía, y lo que no se gastará en la compra de gas terminarán por generar una ecuación más que positiva para la administración entrante. Esto en la simple contabilidad del Debe y del Haber, pues sabido es que quien asuma deberá lidiar con cifras sociales para el espanto.

La foto actual, sin embargo, es preocupante. El proceso inflacionario no se detiene y, dicho párrafos arriba, alcanzó los dos dígitos. En ese plano, la suba de las tasas de interés que encarecen el dinero, la merma del consumo por la retracción salarial y la incertidumbre que invita a guardar los pesos en algún tipo de inversión, terminaron por afectar de manera inevitable la dinámica de la actividad.

El jueves el Indec informó que el nivel de actividad de la industria retrocedió en julio 3,9% en relación a igual mes del año pasado, mientras que en la construcción cayó 5,8% en similar período. Los fierros y los ladrillos, rubros creadores de empleo, empiezan a quedarse quietos y se estima que la tendencia continuará en los meses por venir.

Pero no sirve mirar demasiado lejos porque el punto de inflexión para la Argentina está acá nomás, a la vuelta de la esquina. En octubre o en noviembre, en caso de que haya balotaje, sabremos cuál es el rumbo económico que tomará el país. Deberemos asumir y apropiarnos de nuevos paradigmas, en caso de que gane la oposición, y aguardar para ver si Massa construye el Massismo y transita un sendero que lo diferencie de la Era K, si sale victorioso.

A partir de los números de las PASO vale preguntarse si estará madurando un cambio. Como suele decirse, el hambre no hace la revolución. La consciencia del hambre hace la revolución. ¿Estará el electorado tomando consciencia? ¿Estaremos por parir una nueva Argentina?