La campaña psiquiátrica: jugando con la salud mental de la población

"Las masas nunca han sentido sed por la verdad. 
Se alejan de los hechos que nos les gustan y 
adoran los errores que les enamoran. 
Quien sepa engañarlas será fácilmente su dueño; 
quien intente desengañarlas será siempre su víctima".
Gustave Le Bon
"Psicología de las masas"

Hoy se realizará un debate entre los candidatos que emergieron para el ballotage y si el mismo es consecuente con lo que venimos observando de manera creciente en las últimas semanas, la temática girará, así como la última semana previa a las elecciones definitivas, directa o indirectamente en temas de propaganda, salud mental y el estudio de los comportamientos humanos. En una nota de 2021, titulada “Psicosis de masas”, comentaba sobre los aspectos que hacen a la propaganda, en particular a la que lleva una intencionalidad política y esto no solo respecto a influir la respuesta a determinado candidato, sino básicamente sobre el estado anímico de una población. Allí los estudios de Gustave Le Bon y más recientes (II Guerra Mundial) de Joost Merloo, con la propaganda y las campañas del miedo de los nazis adquieren relevancia.
En los medios, en las redes sociales, en la calle, así como en la consulta particular se percibe un estado mental, anímico, en el que predominan las emociones negativas. La incertidumbre y el miedo están instalados y han pasado al centro de la escena emocional cotidiana y constante. No hay momento en que de parte de los candidatos o de sus “ad lateres”, no dejen de recibirse mensajes que nos inquietan y, por momentos, directamente nos amenazan.  Así, alguien puede proponer algo absurdo o que genera fuerte temor en caso de efectivizarse, y otro puede realizar planteos que resultan realmente extorsivos en los cuales por ejemplo dejará de tener acceso a la salud, o inclusive su salario, o que el mismo será inviable en la medida que sus posibilidades económicas nos sumirán en la pobreza. Si bien en las campañas políticas en muchos países el generar miedo a la posibilidad que el contrincante sea victorioso es parte de lo usual, en los últimos tiempos en nuestro país el juego con tácticas de propaganda y operaciones psicológicas de masas ha quedado definitivamente convalidado, en el que como en tiempos de guerra cualquier recurso parece válido y validado sin límites morales o éticos. Al mismo tiempo, se instala la duda por acción activa o pasiva contra uno u otro candidato, o en actitudes y manifestaciones contra sí mismo inclusive, en las cuales la propia salud mental del otro o de sí mismo, está siendo seriamente cuestionada. De alguna manera, tanto los candidatos como sus entornos, así como la amplificación en redes, instalan el miedo a la “locura”, quizás por intentos de beneficio o quizás por propios temores que se proyectan. La “locura” genera un miedo atávico sobre el cual no tenemos protección y que forma parte de nuestro ADN. Los creadores de filmes de terror o de ficción-acción lo saben bien: la “locura” de un personaje genera intenso temor que lleva a la parálisis. 
El escenario social de miedo se ve incrementado por la diversidad y la contradicción en la información en la cual ya no es verificable casi ningún dato, y es desmentida por otro medio, o personaje político, e inclusive los referentes con opinión en un sentido específico sobre algo, inusitadamente, la cambian, expresando lo diametralmente opuesto a lo que decían hace solo semanas. Nuestro sistema de orientación de contacto con la realidad, ese GPS, busca cargar más información en la cacofonía divergente y por momentos caótica y casi grosera de datos. Esa sobreinformación contribuye a la confusión y así a la ruptura psicótica respecto a la realidad. Todo y nada es posible a la vez. La incertidumbre y el miedo se instalan y solo se puede buscar cómo evitar el castigo esperable o cómo soportarlo. Esto lleva a una serie de respuestas observables en la psicología experimental como es el fenómeno de indefensión aprendida, o la cuarta F de la respuesta al estrés (freeze, flight, fight/parálisis, huida, pelea) que es “Fawn”, es decir el complacer al que representa la posibilidad del castigo o el sometimiento al mismo. En los medios parecen haber detectado esto cuando se vuelve a reeditar la referencia al Síndrome de Estocolmo. El sometimiento y el complacer, parecen ser los modos de conjurar ese temor a lo futuro.
Mencionaba a Joost Merloo quien habla de "menticidio", el asesinato de la mente, en el cual, a esa destrucción de todo aspecto reparable en el marco de lo conocido, la cultura en términos antropológicos y sociales, retrocede y en un intento de reorganización, cede ante la lógica previamente considerada delirante. Esto, a su vez, es buscado que sea sostenido por lo colectivo y así supera la subjetividad integrándola a una construcción colectiva delirante. Por eso, Le Bon, Merloo y otros autores modernos hablan de “psicosis de masas”. En ese contexto regresivo se busca preservar las demandas vitales mínimas y que el líder sea quien provea el bienestar. Deja de ser el individuo forjador de su destino, para pasar a serlo el sistema dominante. Esto lo vemos desde en esos episodios históricos de conquista, a los regímenes totalitarios como en las sectas. El padre/líder es el que posee el conocimiento y el poder, y así también la capacidad de administrar el castigo.
Es quizás por todo esto que estos tiempos adquieren tanta importancia, ya que son de alguna manera congruentes con un movimiento a nivel mundial en el que se busca que el individuo pierda autonomía, y un poder cada vez más central lo vaya excluyendo de las diferentes decisiones y posibilidades de poder sobre nuestras vidas. Así como ya vivimos en épocas de pandemia, cuando se instaló una retórica única respecto de la salud en la cual la salud mental estaba excluida y no importaba, ahora también lo está. El asesinato de la mente individual, el menticidio de Merloo, la libertad del individuo, todo esto es lo que está en juego. La batalla, la contienda, es por la mente de los individuos, y esos somos nosotros.
El camino, el relato, sin embargo, no está todavía definido como desde esa propaganda nos quieren hacer creer para ante esa “indefensión aprendida” dejar liberados nuestros espacios individuales. De allí el cuidado en la información, el ejercicio del pensamiento crítico, pero de manera general el volver a cuidar de la propia salud y bienestar es lo central. No imaginar que es alguien quien se erige en depositario de nuestra existencia, implica a la vez el no ceder a la comodidad de delegarla. En esa lucha contra la propia sensación de pasividad, de indefensión, en la de no caer en la mente de prisionero, hay mucho por hacer.
Como Benedetti plantea en un poema, o quizás Marco Aurelio en sus meditaciones, uno debe entender que si bien es cierto que no tiene control sobre ciertas cuestiones que nos exceden, hay una gran cantidad de otras que hacen primordialmente a la libre toma de decisiones sobre sí mismo, sobre lo cual sí tenemos determinación. 
Quizás solo se trate de no caer en la desesperanza y entender que, como les decían los esclavos a los generales romanos en su vitoria: “Esto también pasará”. 
En la medida que tomemos esa parte de porvenir en nuestras manos, también esa incertidumbre y temor que parece haberse apoderado de muchos, esa psicosis de masas en la que parece se nos pretende incorporar, también pasará.