El 20 de junio de 1979 Bill Stewart, periodista de la cadena de televisión ABC, que estaba cubriendo la guerra civil en Nicaragua, fue asesinado por un soldado de la Guardia Nacional. La impactante imagen, grabada por su camarógrafo, recorrió el mundo provocando enorme indignación y fue el preludio del fin del gobierno de Anastasio “Tachito” Somoza Debayle. El dignatario había nacido hace un siglo, en 1925, y fue asesinado por un grupo del ERP hace 45 años.
Enviado a Managua a raíz del asesinato de Stewart por el programa de Canal 13 “Mónica Presenta”, yo conseguí una entrevista con Somoza, e incluso una primicia: me dijo que había decidido renunciar. El encuentro tuvo lugar en lo que se había dado en llamar “el búnker” del presidente nicaragüense. De modales refinados, -se hacía notar su paso por la prestigiosa academia militar estadounidense de West Point- me recibió afablemente, junto con mi camarógrafo Angel Libonatti. No se lo advertía nervioso, a pesar de que los rebeldes sandinistas estaban ad portas.
Su padre, Anastasio “Tacho” Somoza García fue elegido presidente de Nicaragua en tres períodos: de 1937 a 1956, cuando fue asesinado. “Tachito” fue presidente de 1967 hasta 1979 cuando una resolución de la OEA exigió su renuncia y su partida del país, mientras los rebeldes sandinistas -entre los cuales había terroristas de Montoneros- avanzaban hacia la capital.
Somoza era considerado como el más acérrimo partidario de los EE.UU. y de los valores de Occidente en toda América Latina. Su gobierno nunca se apartó de ese apoyo en ninguna votación en las Naciones Unidas. Pero cuando los rebeldes pro comunistas, entrenados por Fidel Castro, avanzaban sobre la Guardia Nacional que le seguía siendo leal, el gobierno de Jimmy Carter no sólo le soltó la mano, sino que contribuyó a su caída.
Fuí testigo como -a pesar de que los sandinistas recibían el apoyo en la forma de hombres, armas, equipos y pertrechos de la Unión Soviética y Cuba- el gobierno de Carter presionaba duramente a Somoza, a través de su embajador Pezullo, para que cesara la resistencia.
EL ASESINATO DE STEWART
Comencé por el tema de aquel momento, que había conmovido al mundo.
-El asesinato del periodista Stewart le está causando mucho daño a su imagen…
-Usted tiene que entender que las circunstancias que rodearon la desafortunada muerte de este hombre no son las que uno llamaría normales. Nicaragua está en una lucha de vida o muerte con un enemigo muy sofisticado, el comunismo. En esa situación las decisiones no son siempre las que deberían ser.
El soldado que le disparó a Stewart estaba apostado en un retén de avanzada, había estado bajo fuego y, como muchos de los miembros de la Guardia Nacional, había estado de servicio sin dormir durante mucho tiempo. Stewart había pasado el primer retén y se dirigía al segundo. Creo que el “Miami Herald” fue el único de los diarios importantes en reportar el hecho de que el soldado le había ordenado a Stewart dos veces que se detuviera. Estas órdenes fueron ignoradas y Stewart terminó muerto. Soy el primero en admitir que el soldado cometió un error fatal, literalmente. Yo no estoy defendiendo sus acciones, pero pienso que las circunstancias de su lamentable muerte deben ser conocidas.
- Sin embargo, en el video se ve claramente que el soldado lo hace arrodillarse, antes de dispararle a quemarropa. La impresión que quedó es que usted apretó el gatillo que mató a Stewart.
- Ese es el mensaje que los medios quisieron transmitir. Y todo el trágico episodio fue grabado por el equipo de la ABC. Yo tenía el poder de incautar el material y, de hecho, me habían sugerido que lo hiciera. Pero yo siempre respeté a los medios de prensa y esta vez no fue diferente. Yo permití que el video saliera del país. Algunas televisoras de Estados Unidos se pusieron a emitir esas imágenes cada 20 minutos. El resultado fue devastador. Cuando recibí la noticia de la muerte de Stewart, me agarré la cabeza y exclamé: “!¿Oh, Dios, cómo pudo haber pasado esto?!” Pero el hecho habia ocurrido y no alcanzaría ninguna cantidad de remordimiento en el mundo para deshacerlo.
- Ese video fue muy dañino para usted personalmente.
- Ese video hizo más para volcar la opinión pública contra mi persona, que cualquier otra cosa. Estábamos en guerra y yo tenía la prerrogativa como gobierno de censurar o controlar a la prensa. Y sin embargo, insisto, yo liberé el video. Porque creo en la libertad de prensa y defenderé esa libertad hasta el final. Si yo fuera un dictador, como tantos representantes de la prensa internacional sostienen, nada que fuera crítico de mí o del gobierno de Nicaragua hubiera salido del país. A los medios se les permitió filmar, escribir y transmitir todo: lo bueno y lo malo. Y se transmitía todo lo malo, sin casi nada de lo bueno.
EL BUNKER
Еn las noticias siempre se mencionaba “el búnker”, que ocupaba Somoza, donde yo lo estaba entrevistando. En realidad, no era un bastión de defensa, ni mucho menos. Después del terremoto de 1972, que destruyó el 80 por ciento de la capital nicaraguense, a Somoza le construyeron unas oficinas de hormigón armado, en forma cuadrada. Y al complejo de oficinas, se le agregó un dormitorio y una cocina para uso eventual.
Era una cosntrucción simple, nada ostentosa, pero la gente comenzó a llamarla “el búnker”. Cuando uno piensa en ese término, lo identifica automáticamente con una fortaleza inexpugnable, bajo el nivel del suelo. El búnker no era nada de eso, sino la oficina del presidente y durante la guerra civil se convirtió en el centro de comando para todas las operaciones.
Cuando la situación empeoró, Somoza le pidió a los integrantes de su gabinete que estuvieran al alcance del teléfono en todo momento. Todas las mañanas concurrían a su oficina para consultas y el briefing corriente. Al complicarse aún más la situación, Somoza pidió que los miembros del gabinete se mudaran al hotel Intercontinental, que estaba a solo un centenar de metros del búnker. En el momento de mi entrevista, su primo y presidente de la Cámara de Diputados, Luis Pallais, había comenzado negociaciones con los EEUU. Estas versaban sobre la exigencia de que Somoza abandone el país y en torno a la clase de garantías que se le otorgarían a los integrantes de la Guardia Nacional.
Un oficial de la Guardia Nacional me había comentado que en el cercano centro de entrenamiento, se monitoreaban las comunicaciones del enemigo. Se escuchaban sus comunicaciones y se sabía exactamente qué decían y que estaban haciendo. Los sandinistas usaban radios de banda única, o sea que mientras realizaban los ataques sobre distintas ciudades. Somoza estaba en comunicación con los comandantes propios y se enteraba de lo que planeaba el enemigo.
En la ofensiva de setiembre de 1978 los sandinistas atacaron simultáneamente varias ciudades. Y también hubo un ataque frontal desde Costa Rica. En esa oportunidad fueron rechazados por la Guardia Nacional, pero los revolucionarios aprendieron mucho de aquella experiencia militar. Desde setiembre del 78 mejoraron su equipamiento, tanto así que tenían un poder de fuego superior y una cantidad inagotable de munición.
En la nueva ofensiva usaron bazucas francesas, cohetes chinos, fusiles lanzagranadas antitanques, morteros y granadas de mano. Al principio, la Guardia Nacional los rechazó en las minas de Bonanza y Rosita, y también en Jinotega. Pero entonces atacaron simultáneamente Managua, Masaya, Rivas, León, Estelí, Matagalpa y Chinandega. Para detenerlos en todos esos lugares Somoza no tenía suficientes fuerzas ni pertrechos.
MAQUINARIA BELICA
-¿Por qué ustedes están siendo militarmente más débiles que los rebeldes?
-No tenemos una maquinaria bélica importante, por la filosofía de nuestro Partido Liberal: para nosotros la prioridad era el desarrollo económico del país. Por lo tanto, los gastos para la Guardia Nacional, la policía de seguridad, la policía interesestatal, las armas y municiones sumaba el 10 por ciento del presupuesto nacional. Y realmente nuestro país se desarrolló. Pero considerando que a las fuerzas de izquierda se les dio luz verde en todo el mundo libre, yo lamento que Nicaragua no haya gastado más dinero en su defensa militar.
- ¿No fue un poco ingenua su visión?
- Es que no teníamos disputas territoriales con ninguno de nuestros vecinos. Por eso me parecía lógico que la plata de los ciudadanos, que pagaban impuestos, debía ser gastada en desarrollo económico. De hecho, Nicaragua no ha comprado ninguna maquinaria bélica sofisticada desde 1957. Esa es la verdad lisa y llana. Y acepto la responsabilidad por haber limitado los gastos en armamento. Nicaragua estaba siendo atacada por fuerzas agresoras internacionales y yo no lo preví. - Ustedes pudieron quizá contraatacar en Managua y Masaya, pero luego vino una nueva ofensiva desde Costa Rica… -Si, una fuerza de cinco mil hombres estaba cruzando la frontera desde Costa Rica. Mi primera reacción fue tratar de contactar al observador de la OEA en Costa Rica, pero nunca lo pude lograr. Demoramos a esa fuerza invasora con fuego de cohetes y morteros, pero no pudimos pararla.
- Gente de la Guardia Nacional me comentó que en Managua los sandinistas les disparaban con cohetes chinos a sus viejos tanques Sherman. ¿Cómo les llegaron esas armas?
- Si yo hubiera ejercido un mayor control sobre la población civil en Managua, esos cohetes chinos no hubieran entrado. Pero cada vez que yo quería apretar las clavijas en materia de seguridad, los funcionarios de Carter se me venían encima. Para Cárter eso era “violación de los derechos humanos”. Yo elegí apaciguar a Cárter y ese fue mi gran error. Al principio de esta última ofensiva yo confiaba en que finalmente los sandinistas se iban a quedar sin municiones. Yo no sabía que en Costa Rica tenían un arsenal que se iba rellenando constantemente y que esos pertrechos les llegaban a las fuerzas revolucionarias tanto por tierra, como por mar. Nosotros, por el contrario, no teníamos absolutamente ninguna fuente de abastecimiento, y el enemigo tenía plena conciencia de ello. También el enemigo sabía que Cárter se ocuparía de que no consigamos ninguna fuente de pertrechos. Lo sabía asimismo Fidel Castro.
- Pero ustedes tienen aviones…
- Si, hasta cierto punto nuestra modesta fuerza aérea podría haber neutralizado el sofisticado armamento del enemigo. Sin embargo, en las últimas semanas se agotaron las bombas y nuestros aviones se tornaron inservibles.
- ¿Es verdad que pensó en movilizar a los ciudadanos para rechazar a los sandinistas?
- Me lo sugirieron, pero no me pareció bien, porque pensé que pondría en peligro a la población civil y el futuro mismo de Nicaragua. En vez de eso, exhorté a que se sumen voluntarios y muchos lo hicieron. A los voluntarios les entregamos 17 mil fusiles. Desafortunadamente, había poca munición para esas armas. En este momento debemos tener unos 20 mil hombres dispuestos a combatir al enemigo. Estos hombres no fueron derrotados; simplemente no tienen los medios con los cuales luchar.
- ¿Usted se arrepiente de como manejó la presidencia?
- En eso no tengo remordimientos. El pueblo de Nicaragua sabe que traté de hacer mi trabajo apropiadamente.
- Pero la comunidad empresaria del país no lo está apoyando…
- Es una historia trágica. Repetidas veces se les advirtió a los empresarios que una victoria sandinista va a significar un gobierno marxista en Nicaragua. Pero siempre han contestado: “Podemos controlar a los sandinistas “. Pronto verán cuán equivocados están.
(En eso Somoza no se equivocaba. Muchos de esos hombrers de negocios fueron a parar a la cárcel, otros se exiliaron a Miami y a la mayoría de ellos le fueron confiscadas las propiedades tras la caída de Somoza. Haber apoyado a los sandinistas les costó todo lo que tenían).
-¿Cómo explica la animosidad contra usted del gobierno de los EEUU?
- Durante mi gobierno, hemos enviado a más de catorce mil hombres a los programas de entrenamiento militar en Estados Unidos. Debido a nuestra estrecha asociación con ese país, Nicaragua a menudo era llamada “la pequeña USA de Centroamérica”. Mi idea era exponer a la mayor cantidad de nicaragüenses al estilo de vida americano. Quería que el pueblo de mi país comprendiera lo que es la libertad y viera lo que una sociedad capitalista puede producir. Yo quería crear una atmósfera de tipo estadounidense en Nicaragua, y lo estaba logrando. Por eso digo que lo de Carter, es una traición total.
-En estas circunstancias usted no podrá aguantar mucho más. ¿No ha pensado en renunciar?
-Si. Estoy teniendo negociaciones al respecto con el embajador norteamericano Pezzullo. El me dijo que está todo arreglado para que yo y mi familia vayamos a los EEUU, y que luego de mi partida su país se encargaría de mantener intacta a la Guardia Nacional y prestaría especial atención a los miembros de mi Partido Liberal. También me prometió que me otorgarán una residencia permanente, por cuanto mi esposa es ciudadana estadounidense. También le prometieron que sería recibido como jefe de Estado en los EEUU y se le brindaría seguridad. Nada de eso fue cumplido. Trás su caída, unos ocho mil miembros de la Guardia Nacional fueron encarcelados, así como muchos miembros del Partido Liberal, y sus propiedades confiscadas.
DESPUES DE LA RENUNCIA
Seis horas después del arribo de Somoza a Miami, el 17 de julio de 1979, el Secretario de Estado Warren Christopher, bajo órdenes directas de Carter, le informó que no era bienvenido en los EEUU.
No habían pasado aún 24 horas desde que Somoza, según lo acordado con el embajador Lawrence Pezullo, renunciará como presidente y comandante del ejército de Nicaragua. Pezullo le había asegurado que sería bienvenido en los EEUU y que hablaba en nombre del presidente Carter.
-¿Qué va a hacer después de su renuncia?
- Seré un hombre sin país, puesto a la deriva por fuerzas fuera de mi control. En el mejor de los casos mi futuro es incierto. Pero, mientras viva, haré todo lo que esté a mi alcance para que otras naciones libres no sufran lo mismo que Nicaragua. A mi modo, estaré haciendo sonar las alarmas.
ASESINADO POR EL ERP
No contó con mucho tiempo para hacerlo. A los 55 años de edad, el 17 de setiembre de 1980, fue asesinado en Asunción del Paraguay, donde le había dado asilo político el general Alfredo Stroessner. Somoza cayó en una emboscada, tendida por la organización terrorista argentina ERP. El autor material del hecho, que utilizó contra su Mercedes Benz un lanzagranadas antitanque de fabricación soviética –y único abatido por las fuerzas paraguayas– fue Hugo Irurzún. Curiosamente, este guerrillero, conocido como “Comandante Santiago” había sido vencido en el combate de Manchalá, en Tucumán, durante el Operativo Independencia. El 28 de mayo de 1975, lo hicieron retroceder junto a sus 140 hombres, un puñado de soldados conscriptos al mando del cabo primero Gerardo Lafuente.