La biblia junto al calefón: estrategias psicológicas para instalar el absurdo como verdad

¿Orwell y Discépolo se conocerían? 

Hablamos frecuentemente de Orwell y su "1984", escrito en 1948 (dato a veces no percibido, el futuro distópico era solo una inversión numérica no lejana), pero siempre me pregunté si no había una corriente de pensamiento de la época que estuviera al origen de esa joya de la poesía y la música en nuestro país y el mundo, que es "Cambalache" compuesto previamente en 1934 por Enrique Santos Discépolo. En realidad, si otros autores como Huxley nos hablaban de un comienzo de siglo que se anunciaba como disruptivo y caótico, los movimientos que llevaron a las guerras en Europa o en Asia (Ruso-Japonesa, por ejemplo) o a la revolución bolchevique y la Gran Guerra, la I Guerra Mundial, que sería la última, la guerra civil española en la que participó Blair (Orwell, luego su seudónimo literario), le mostraron el mundo que vendría y lo expresó en "1984". Todo esto revelaba un mundo en que el cambio de modelo, de paradigma, se daba de manera expresa bajo forma de violencia, de destrucción de lo previo. Nada sería igual, ni las normas del mundo, ni los poderes centrales. Veríamos, años después, que sin embargo los mismos grupos apoyaban en todos los casos ambas facciones supuestamente en guerra, o que tres primos (Nicolás II de Rusia, Jorge V de Inglaterra y Guillermo II de Alemania) se encontraban lanzados a una guerra que no querían pero si se impulsaba ¿quién perdía? Y, más importante, ¿quién ganaba y qué buscaba ganar? 
La pregunta es más actual que nunca, al igual que 1984 o Cambalache. ¿Quién y qué gana?, pero más inquietante ¿quiénes y qué pierden?
Ese fenómeno que ya anunciaban hace casi pronto un siglo, es atemporal en ambos casos (Orwell- Discépolo) y muchos otros desde ya. Describirán un mundo en que las ideas, pero especialmente los paradigmas habían sido captados por una línea totalitaria de pensamiento que imponía el pensamiento único y que, para hacerlo, necesitaba la deconstrucción del sistema. Frente a este sistema de pensamiento previo, un ser "elegido", el "Gran hermano", un superior, nada diferente a todos los movimientos dogmáticos de la historia, impondría como "acto de fe", un nuevo relato, una nueva narrativa. Así, la Sagrada Biblia llora en su infinita y poco comprendida sabiduría -que deberíamos leer frecuentemente para apreciar su riqueza oculta, como la Torah o el Talmud- frente a un objeto utilitario, un calefón, con el cual es comparado. Esa imagen es formidable ya que el solo hecho de la comparación revela el absurdo. De eso se trata esta nota. "Es lo mismo un chorro, que un gran profesor", este dilema lo instala Orwell en sus personajes o en el "Ministerio de la Verdad". Las similitudes con lo actual, gran hermano, ministerio de la verdad, son absolutas, ya que fueron presentados de idéntica manera. Nada fue un error, dirá la canción de Coti en los inicios del presente milenio. 
Evidentemente, lo que sí se comprendió fue que ya no podía ser de la misma manera. Antes la imposición de nuevos órdenes mundiales se basaba en extensos conflictos armados. Pero entendieron que la batalla era finalmente la de las mentes y la naciente psicología experimental y la propaganda. En particular, en su centro de Tavistok, en Londres, de la mano de Bernays, mostraban el promisorio camino.
 

NIVELAR HACIA ABAJO
La forma de captación por la cual se busca instalar el absurdo es nivelar hacia abajo, bajar el nivel cultural con ideas simples que serán implantadas ahora con el poder de los medios, especialmente de la mano de las TIC (Tecnologías de Información y Conocimiento), para que todo sea igual. Siempre ha sido así. Solo que ahora se dispone de instrumentos impensados de instalación cultural ("Ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador/Todo es igual, nada es mejor/Lo mismo un burro que un gran profesor"). En esa banalidad se instala la nueva idea, el "nuevo orden mundial", el gran reseteo que ha sido en realidad siempre viejo. Como ha repetido mucha gente del teatro, 'el público se renueva' y sobre ese público desprovisto de la imagen completa (sea por juventud o por escasa formación), ellos actúan. Y esa es su población cautiva y la que necesitan cultivar. Por eso se centra en todos los niveles del adoctrinamiento cultural, solo que ahora no se hace a la manera de los primeros comunismos o fascismos. Ese público virgen de conocimiento es el que se busca captar para mantenerlo en ese estado de dependencia de todo tipo, especialmente intelectual. 
Es importante entender que no se enfoca solo a una población de escasa formación sino que han entendido que deben captar a capas más altas -universitarios, intelectuales- ¡y vaya si lo han logrado! Si usáramos paralelismos con lo de hace un siglo, el poder de la censura, del descrédito mediático, es la 'artillería'. Es sorprende ver cómo en redes sociales alguien discute a profesionales de larguísima trayectoria y prestigio. Y en esto no aplico la regla de la autorreferencia, sino que menciono tanto a Peter A. McCullough como a Robert Malone o inclusive a Didier Raoult o al recientemente fallecido premio nobel y descubridor del sida Luc Montagnier, ni más ni menos. Las referencias de cada uno de ellos ocuparían varias páginas, solo sugiero buscarlas para quien las desconozca. Pero era necesario anular no solo a médicos de menor renombre, como en nuestro caso, como el de tantos otros profesionales del mundo y locales, que fueron desprestigiados, insultados y eliminados de redes.
El caso de Raoult y McCullough son trágicamente interesantes, ya que a pesar de ser en el segundo caso la persona que más había publicado en su área en el mundo y dirigía infinidad de estructuras académicas, pasó a tener que defender legalmente hasta su licencia de médico. En el caso de Malone, referente en los orígenes de la tecnología del ARN, cualquier divulgador televisivo o inclusive un perfil NN en redes, podía ponerse a su altura, en realidad más alto, ya que había consultado alguna de las redes "chequeadas", es decir del Ministerio de la Verdad y eso le daba autoridad para discutirlo. 
Al igual que el ministerio de la verdad, los verificadores, chequeadores nunca sabríamos quiénes eran y difícil de imaginar que pudieran tener más conocimientos que los citados. En el caso de Raoult, su pecado era que simplemente exponía datos, evidencia científica, sobre su experiencia con la hidroxicloroquina. El problema es que funcionaba, al menos en su muestra de miles de casos, pero es un fármaco económico, al igual que la ivermectina que la descalificaron desde una suprema ignorancia, diciendo que era un desparasitarlo de caballos, como si los fármacos eligieran su destino por el marketing, como si alguien descalificara una harina diciendo que era solo para pan y no tortas de cumpleaños. Así, aceptando un absurdo ya no de la ciencia sino de la lógica, evidentemente todo otro razonamiento pasaba a ser anti ciencia (el calificativo que recibimos todos). Es decir, el "Newspeak" del método científico del sistema del nuevo orden anulaba la metodología experimental. En definitiva, el método científico. 
Uno no puede ignorar que por lo mismo pasó Galileo cuando en un "auto de fe", abjuró de sus ideas. La tradición dice que a pesar de ello inevitablemente veía que la tierra giraba alrededor del sol, expresando el famoso "Eppur si muove". Es decir, los censores/inquisidores pueden hacer todo menos modificar los hechos, la realidad. En el caso actual, los censores, los inquisidores en general eran personas que no son médicos, como el director ni más ni menos de la OMS que a pesar de sus continuas contradicciones era el Torquemada que decidía sobre lo correcto o no. En modo otra vez ligado a la comedia del absurdo en los medios locales, se convocaba como expertos a personas sin ninguna formación en virología, que confundían un virus con "un bicho", sin entender bases siquiera de biología elemental, ni siquiera de infectología, pero que aprovechaban para instalar una campaña política, como vemos ahora, o que en dos casos eran objeto de procesos judiciales por mal desempeño de funciones (eufemismo, para robo de dinero público), en uno de ellos confirmado recientemente. Esa era la información difundida en cadena, no la de los reales sabios.

SEGURIDAD EN LA FALSEDAD
Es interesante leer a Jean Baptiste Poquelin, Moliere para la posteridad, en su obra "El médico a palos o el enfermo imaginario", en el que los personajes no son considerados y evaluados por su real conocimiento de la ciencia que comprende esencialmente la duda como método, pero sí por el contrario en uno basado en la seguridad radical, fundamentalista, lo que no evitaba que al día siguiente dijeran lo contrario. Pero lo decían con seguridad absoluta. Un perito forense, es decir alguien que debe someterse solo a datos, defendía a un médico que sin formación específica hablaba de sus protocolos con vacuna, cuando nunca había visto una infección fuera del pregrado (quizás tampoco), "pero la seguridad aun en la falsedad es fundamental", dijo. Nada más que agregar. Algo habían logrado con gran parte de los médicos. Otro médico dijo que no había que hacer estudios complementarios o de prevención, ya que era un negocio de la medicina. Una editorial publicaría un libro con esa extraña tesis. Afortunadamente, una sociedad tocada en sus intereses al menos respondió al absurdo, de nuevo esa imagen. Pero fue claro que por el efecto de ser estigmatizados, como algunos lo éramos, había que seguir la corriente. Hoy muchos empiezan a ver la evidencia. Sin embargo, la base era consumir información de los medios para el público, no los medios científicos y descartar todo trabajo que ya alertara sobre las inconsistencias. El riesgo era perder en algunos casos su lugar en el conjunto. El costo moral dejó de ser importante en la medida que en un casi efecto Estocolmo se pudiera satisfacer a quien tenía el discurso único y el poder.
¿Como se instaló esto? La psicología experimental nos ha llenado de ejemplos, como el experimento de Milgram con la obediencia debida o la prisión de Zimbardo o el efecto espectador, por nombrar solo unos muy pocos que el lector completará, en los cuales se demuestra que la forma de administrar el mensaje le da criterio de verdad o no, para mentes que han sido preparadas en un ambiente apropiado. 
El truco del mago es que lo hemos aceptado antes de que ocurra, sino veríamos que la carta no está donde dice buscarla. Mucho antes ya expuso sobre esta cuestión en su libro "Propaganda" el sobrino de Freud, Edward Bernays, cuyo discípulo o quien aseguraba haber aprendido de él era ni más ni menos que Goebbels. Este último sabía que una mentira repetida mil veces era una verdad, o como decía un hombre de medios internacional y era repetido por otro aquí: "No dejes que una verdad arruine una noticia". 
La escuela de Bernays en Tavistok tiene hasta el día de hoy una línea clara, inclusive en las líneas relativas a las posturas respecto a la sexualidad infantil. Ese truco de magia, esa escena montada, permitía por ejemplo que el virus supuestamente invasivo pasara de ser una molécula de ARN, a ser un bicho y de hecho a un ente pensante que entendía que si se salía en tales horarios no atacaría o si se recorría solo 500 metros tampoco, o si el barbijo se levantaba para comer o ir al baño en un restaurant cumpliría con reglas de buen deportista de no atacar. Tampoco atacaría en reuniones políticas o entierros de ídolos o reuniones clandestinas, o manifestaciones políticas. Allí los dos metros no importaban y el respetuoso bicho entendía y aceptaba el bien común. 
El director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, cambiaría al menos tres veces las indicaciones sobre barbijos. Evidentemente, el bicho había sido anoticiado del decreto. Los barbijos coleccionaban todo tipo de infecciones, pero estas bacterias habían decidido, en virtud de la "pandemia" de otro "bicho" "no atacar". No había otro tipo de enfermedades, que trágicamente no fueron atendidas, pero muchos médicos ignoraron, ya que se había suspendido la temporada de ACV o cardiopatías, en función de tomar la temperatura a distancia. ¿Cómo se llegó a eso, en particular con gente que pasó varios años estudiando y practicando lo contrario?
El problema es que muchos, quizás la mayoría, de los médicos se plegaron a eso y de alguna manera inclusive se expusieron ellos mismos a algo que en su sano juicio no hubieran hecho nunca: administrarse una sustancia la cual por alguna extraña razón llamaron vacuna pero que debía tener refuerzo constantes, que podía mezclarse, aun  cuando su estrategia química era completamente diferente entre sí: Pfizer, Moderna, Sputnik, (todo es igual, nada es mejor) pero que en el fondo los que orquestaban eso lograban lo que planteaban Discépolo y Orwell, el pensamiento único. Este, para ser efectivo, debía ser irracional y muy simple. Es decir, de un bajo nivel cognitivo, que no fuera analizado, aun sorprendentemente por personas que previamente administraban fármacos luego de extensas pruebas de todo tipo, que evaluaban los efectos secundarios, que tomaban todo tipo de precauciones. 
Si bien existen algunos extremadamente poco formados he visto a personas que antes eran serios profesionales con criterio científico, aceptar medidas dogmáticas, sin establecer la menor duda metódica o crítica. En algunos casos, la sinceridad era confesa: no podían establecer otra causa de mortalidad que el covid en sus centros. La orden era poner en los certificados de defunción esa causa, inclusive en casos absurdos en que un politraumatizado o un infarto agudo de miocardio daba positivo en la PCR. La elección premiada económicamente en algunas partes era obviamente la segunda. 
Así, ante la duda que se trasladaba antes de la pandemia a los habituales criterios anatomopatológicos, la base de la investigación clínica desapareció, solo pudimos acceder a unas autopsias en Bolonia, que rápidamente fueron ocultadas y que sin embargo ya mostraban lo que hoy vemos en infinidad de trabajos de publicaciones irreprochables, unidos previamente a la causa todo es covid: la cadena de citoquinas, la coagulación intravascular diseminada, es decir las mismas consecuencias de algunas vacunas.
 

DESCONFIANZA EN LOS MEDICOS
El inconveniente es que, tomando una perspectiva algo más distante, lograron el efecto que ya ocurrió en la política, las fuerzas de seguridad o la justicia, y es la desconfianza en muchos casos fundada en el cuerpo médico, que aceptó mansamente criterios ajenos a su formación.
A partir de estos replanteos observados en la "troba di orchestra", es decir el ensayo previo a lo que vendría, era evidente que venían más embates. Eso sirvió para probar la capacidad de complacencia ante el trauma colectivo... y el efecto fue formidable. 
En la nueva y consecuente etapa los temas son otros: la sexualización de la infancia, el eliminar a los padres de la ecuación familiar, el anular a la familia, el sostén mediático, judicial y político en el mundo de las diferentes formas directas e indirectas de la pedófila y el tráfico infantil. Así, todo esto se hizo más fácilmente aceptado, transformando todo (la biblia y el calefón) en un tema de debate. No era cuestión de discutir los datos, la evidencia científica, que al decir de Bertrand Russel en ciencia es lo único que importa, sino que se discutían dogmas. Se impuso la instalación del dilema del absurdo que cuestiona en la paradoja toda construcción previa. Si un chico no se siente abusado no hay abuso, hagamos una mesa de debate sobre ello, invitemos a "profesionales" que expliquen que es una elección válida y el menor está capacitado para consentir.
 

¿QUE SIGUE?
¿Cuál es el camino por delante? Creo que volver a las bases de la ciencia, de la medicina y, sin duda alguna, a la moral y la ética. Varios de esos personajes que del día a la noche salieron de causas judiciales o de fantasías inexistentes en su CV, pero que eran presentados como referentes por los medios, buscaban un cometido económico, político o ambos. Quizás, y eso también fue evidente, el narcisismo -aunque sea por un momento gozar de sus minutos de fama- y obtener algún cargo. Quienes los llevaban a sus programas tenían en claro que eran sujetos que podían controlar en base a sus aspectos ocultos.
No todo está perdido. El primer paso quizás sea identificar qué fue lo que pasó y, cómo decía Max Planck, no esperar reconvertir a los personajes siniestros en algunos casos que propiciaron esa vuelta al medioevo, sino esperar que desaparezcan y formar a los nuevos. Planck era más duro, decía esperar que mueran, creemos refiriéndose a su existencia académica o civil.
Pueda la insistente tarea desde medios independientes empezar a aportar un grano de arena, una gota en el inmenso océano del conocimiento, sin prisa pero sin pausa y sabiendo que trabajamos no para hoy sino para el mañana. 
Nadie vendrá a agradecerlo, solo nuestra conciencia.