La barbarie del siglo XXI
Uno de los costados oscuros del mundo cibernético está dado por los peligros que corren nuestros niños, entre otros, el acecho infiltrado de perversos sexuales y el avasallamiento de la ideología de género a través de la incitación a “transicionar”.
El documental Transformados saca a la luz estas aberraciones. Nos informa: “la organización Child Rescue advierte que más de 750 mil depredadores sexuales circulan por internet extorsionando a niños para producir pornografía infantil. Uno de cada diez menores envía mensajes, videos o fotos de contenido erótico sexual a través del móvil por las redes”. Jon Kuhler, psicoterapeuta, fundador y director de Survivor Support explica al respecto que los perversos se aprovechan de niños que no pueden entender su propia intuición y límites porque ya fueron abusados, y que los niños que están dentro del espectro autista son un blanco fácil.
Esta repugnante realidad toca de cerca a nuestro país. En una reciente entrevista, Enrique del Carril, director del cuerpo de investigaciones judiciales del Ministerio fiscal de AMBA, aseveró: “Argentina es uno de los países que más tráfico de pornografía infantil genera en el mundo. Tiene un tráfico anual de 66 mil videos y genera 185 por día”.
Transformados también nos da a conocer la verdad poco difundida de niños que se convirtieron en víctimas arrepentidas de las operaciones de cambio de sexo; con la hormonización y mutilación genital implicadas. “Solamente en la plataforma de Radfem ya hay más de 17 mil jóvenes arrepentidos que sufren las consecuencias irreversibles de las cirugías y desean volver a su condición biológica natural… En Estados Unidos son más de 300 las clínicas de género pediátricas”, exponen. Jon Kuhler explica que los transicionados dependerán de productos farmaceúticos toda la vida porque si dejan de tomarlos, el cuerpo volverá a su género convirtiéndose así en clientes cautivos. Argentina se hace eco de ofrecer servicios para la transición a través de los hospitales públicos también, obligados, pero en otros casos amparados por la ley.
En nuestro país, un informe elaborado por la Asociación Civil Infancias Libres, sobre una muestra de cien experiencias trans relevadas, concluyó que las primeras expresiones de la autopercepción de un género distinto al asignado al nacer, en un 77% de los casos suceden antes de los 9 años. Vemos el peligro que sufren nuestros niños si se entiende que ello implica iniciar un camino de transición. Esta industria ofrece la “solución” de hormonización y/o de la cirugía siendo que como explica el doctor Quentin Van Meter, presidente del colegio americano de pediatras, “el 98% de los niños y el 86 de las niñas experimentan cierto grado de incongruencia de género en la infancia y volverán a aceptar la concordancia entre su sexo biológico y su identidad de género cuando pasen la pubertad, al final de la misma. Son datos de hace 30 años que siguen vigentes”. No hay que ser ningún experto para darse cuenta de que una cirugía no resolverá el problema, sino que lo acrecentará y, como está investigado, quienes padecen disforia de género sufren de uno a más trastornos psiquiátricos y precisan verdaderas ayudas que salvaguarden su dignidad.
En la era de la gran tecnología digital y la comunicación, la inseguridad de la barbarie y las esclavitudes más primitivas atentan justamente contra los más indefensos, a quienes los Estados y Organizaciones pretenden encarcelar diciendo que son los derechos de “las infancias”. Se los ataca a través de sus supuestos propios derechos. Se nos plantea claramente como desafío actual la emergencia de unirnos para defender a nuestros niños de estas aberraciones que ultrajan sus heridas más profundas, destruyéndolos y orillándolos a un laberinto interior de por vida.
Isabel Saravia Tamayo