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La alienación a cielo abierto

Jorge pide ayuda busca una residencia como lo es la comunidad terapéutica como sostén para superar su inminente caos suicida. Vive en la calle vendiendo medias y con la humildad de un “desesperado-derrotado” me narra su vida. El es uno de los tantos que tratamos y se aferra a nosotros como una tabla de salvación; salud deriva de salvación.
Alguien de la familia le paga su Obra Social y su vida es un automatismo entre el crack, el alcohol y la venta de cada media que automáticamente regresa al “dealer” como un imperativo de su cerebro más primitivo saciando su sed de muerte. Duerme en la calle debajo de un puente. Es la imagen del desamparo de una Argentina cruel.
Seis de cada diez adultos, chicos o adolescentes que deambulan cual ‘zombies’ por la ciudad sufren de algún padecimiento mental en gran parte de los casos ligado al consumo de drogas (brotes, violencias, amenazas a terceros, daño a sí).
Precisamente hace días un grupo de funcionarios jóvenes de la Ciudad me consultó sobre este problema social y les contesté con una palabra que los impactó: “darles dignidad, o sea atención no solo de comida sino de su situación existencial de derrumbe psíquico y tratar sus padecimientos”.
La estadía en la calle es una demanda, un pedido hacia nosotros rompiendo nuestras retinas. Hay que “poder” ver esto. Hay, según un censo no actualizado, 3.500 personas en situación de calle, incluidos un numero grande de menores de edad. Mas de 1200 duermen en la vía publica (plazas, accesos a vivienda, esquinas, etc.) o dentro de los cajeros de los bancos. El resto, en sitios de la ciudad.
Les conté la experiencia en Madrid cuando estudiaba allí en la década del ‘90 que había un sistema de emergencias que los ayudaba, les daba un sitio de residencia, investigaba sus enfermedades físicas y contenía sus problemas mentales. Pero no era solo una desintoxicación sino un tratamiento más complejo de rehabilitación y reinserción que apuntada a un cambio de estilo de vida y un proyecto existencial. Ayudarlos a ser seres humanos y no un “descarte” social.

AUTORIDADES DE CABA
Leo en los medios algo que me causó gran satisfacción que el Gobierno de la Ciudad auxiliará mediante un protocolo la atención de las personas en situación de calle o consumo de sustancias. Para ello se crean unidades especiales de atención, ya que la mayoría de ellos tiene problemas de salud mental y adicción.
Por fin aparece la salud mental y adicciones en boca de funcionarios en ese “encierro” a cielo abierto que son las grandes ciudades. Durante años se luchó en Argentina para derribar los llamados “manicomios” en sentido despectivo y llevamos a miles al “encierro a cielo abierto”.
Si hay riesgo para sí o para terceros bajo instancias profesionales y judiciales se los derivara a cinco hospitales generales (70 camas) y se abriría otra unidad asistencial en el Hospital Tornú, así como también al Hospital Fernández y a cuatro hospitales de Salud Mental (Borda, Moyano, Alvear y Tobar García) que por fin no son “malas palabras” en el lenguaje “progre” que supimos conseguir.
Si el Gobierno de CABA no quiere hacer “chapa y pintura” sino realizar una tarea integral debería formar cientos de profesionales en patologías sociales y adictivas y abrir decenas de comunidades terapéuticas especializadas en la Ciudad. No podemos hacer un “lavado por afuera” y dejar que vuelvan a la calle. Tratamiento integral.
Lamentablemente se sacó de la Ley Ómnibus el tratamiento de la Ley de Salud Mental justo luego que hablara del padecimiento de su hijo la mamá de Chano. Influencias sugestivas la sacaron de tratamiento. Debería volver.
Debemos insistir con un Plan Integral de Prevención en la Ciudad desde cada escuela y unidad familiar; formar lideres barriales, escolares, escuelas para padres. Fomentar una cultura por la vida. Se atreverán los funcionarios frente a la cultura de la naturalización del consumo a pesar de los daños evidentes que se tratan de ocultar “debajo de la alfombra”.
Hoy tenemos entre 10 y 20 años antes de la primera consulta. Años y años de dañar todas sus estructuras orgánicas y psíquicas. La meta primera es detectar precozmente los primeros consumos. Esto es una tarea cultural.
LA VIDA TOXICA
Las palabras en su uso reiterado pierden su sentido originario. Su raíz conceptual cae y se oculta frente a la manipulación interesada de la vida cotidiana. Esto sucede con la palabra droga y drogadicción, ya que la conducta tóxica queda silenciada y el deterioro que generan también.
Hemos olvidado, entre otras cosas producto del narco-marketing y de la naturalización del consumo, el daño que está en juego a través del consumo que se evidencia en la clínica.
Tóxico deriva de la palabra “toxon” que quiere decir arco, refiriéndose al uso de flechas envenenadas. Lo tóxico es un veneno y así nos encontramos que en esta sociedad de la técnica y del espectáculo el “veneno” se convierte en un consumo prestigiado. Es casi una costumbre social, un uso recreacional compartido. Lo farandulesco se une a lo trivial y resulta difícil cuestionar esto.
El mundo de los afectos y de las alegrías naturales que surge de los encuentros humanos reales y sin intermediarios químicos parecería no pertenecer a las reflexiones actuales.
El alegre parece ser hoy, en una época singularmente vacía y triste, aquel que está excitado artificialmente con sustancias estimulantes, alucinógenas o disociativas de la personalidad. Se confunde alegría con frenesí y excitación, y la pena con el “bajón” orgánico causado por la utilización de drogas estimulantes u otro tipo de sustancias que llevan a “resacas”.

LA TORRE DE BABEL Y LA CONFUSIÓN
Una verdadera Torre de Babel nos rodea por la confusión existente. Las palabras pierden su originalidad más profunda. Las drogas como tóxico quedan suplantadas por las drogas como otra ortopedia más que proporciona esta sociedad del vacío.
Las drogas como tóxico y la alienación (alienus: extranjero de sí mismo) van de la mano; o sea no poder hacerse cargo de sí mismo. Esta alienación es masiva y al ser masiva es pandémica (o sea, toma a gran parte de la población) tanto a jóvenes como adultos que también consumen o que asisten perplejos y confusos a esta realidad.
¿Cómo volver a los fundamentos? Esa parece ser la gran pregunta, aunque la dificultad se acrecienta ante la multitud de intereses financieros, económicos y de corrupción que existe. Las drogas forman hoy un poder global que supera a los Estados nacionales que parecen funcionar como meras “marionetas” de ese otro poder. “Plata y/o plomo” son las leyes fundamentales en donde se arrodillan los poderes formales.
El pensamiento “ortopédico” huye de los fundamentos y propone la legalización como solución; primero de la marihuana y paradójicamente sube el mercado ilegal. Dos mercados (legal e ilegal) son ávidos buscadores de nuevos adeptos, esclavos… en esto andamos en América Latina.
Uruguay es el triste espectáculo de un país que los poderes globales aplaudieron por la apertura en las farmacias, en los clubs cannábicos y hoy asiste a un aumento de la venta ilegal de cannabis (más potente que la que se vende en farmacias) y es primer consumidor de esta droga junto a Argentina del consumo de cocaína. La marihuana abrió puertas de la cocaína y otras drogas.