Actualidad religiosa

La agenda sangrienta del aborto

Durante la campaña electoral que lo llevó a ocupar la Presidencia, Javier Milei se mostró muy crítico con aquellas agrupaciones que promovieron el “derecho de las mujeres a interrumpir su embarazo”; las calificó de estar compuestas por “personas con el cerebro lavado en una política asesina… ¿Cómo puede ser un derecho ganado matar un ser humano? Soy militante del pañuelo celeste (el signo que identificó a los defensores del derecho a la vida desde la concepción). Mi posición se basa en una cuestión filosófica, biológica y matemática… Cuando uno construye sobre un principio moral incorrecto, el resultado es inmundo”.

Se refería a la aplicación de la ley 27.610, sancionada en diciembre de 2020, que garantiza la posibilidad de interrumpir el embarazo hasta la semana 14. Lo absurdo de esta posición salta a la vista: ¿qué es “eso” que crece en el seno de una mujer en las primeras 14 semanas? ¿En virtud de qué principio se hace hombre? La visión materialista sostendrá que se trata de la complejidad cerebral; la razón asegura la existencia del alma espiritual, principio de la vida. Desde Platón se sabe que las cosas son así.

¿DEROGACIÓN?

Recientemente, el vocero presidencial Manuel Adorni, anticipó que el presidente Javier Milei no descarta derogar la “ley de interrupción voluntaria del embarazo”. La información decía: “Si bien no se trata de un tema urgente, en algún momento se debatirá; hoy no está en agenda, el presidente y todo el gabinete, y el Poder Ejecutivo están enfocados en lo urgentísimo, los problemas que tiene la gente con la inflación, el trabajo, poder llegar a trabajar”. En realidad, se puede considerar urgentísimo el problema de la complicidad del Estado en el “crimen abominable”, como calificó al aborto el Concilio Vaticano II. Una eventual derogación de la ley sería, además, un signo de altísimo valor cultural. Las leyes, no solo prohíben o permiten, sino que forman la mentalidad de los ciudadanos y dan homogeneidad a las costumbres.

La campaña abortista que llevó a la aprobación de la ley hace tres años, manifestó el resultado en los jóvenes (especialmente, mujeres), de los frutos de una educación errada, y de la destrucción de las familias. No será fácil revertir esta situación cultural. La derogación de la ley debe conducir al Estado a una reforma de la educación, que recupere la trasmisión de los valores del orden natural. Estos fenómenos culturales tienden a permanecer, y aún a agravar su orientación dañina. Un elemento negativo en la lucha contra la difusión del aborto es la desconfianza del Episcopado por las organizaciones provida, a las que atribuyen una posición ideológica. Esta actitud promueve la confusión, y el desconcierto de los católicos.

“LUCIDEZ Y VALENTIA”

El discurso del Presidente en el Foro de Davos planteó, con lucidez y valentía, la diferencia de la Argentina respecto a la ONU, y agencias asociadas que promueven en todo el mundo el aborto, como un método de control de los nacimientos. El supercapitalismo imperialista apoya ése atentado contra los países pobres de Iberoamérica, África, y Asia. Es, como lo calificó Milei, una agenda sangrienta. Esta realidad asocia el problema del aborto a los otros medios anticonceptivos. La posición de la Iglesia no resulta fácil de mantener, debido a los conatos progresistas. La obra admirable de San Juan Pablo II se apoyó en una ética del sentido común. El presidente Milei se reunirá en Roma con el actual Sumo Pontífice; sería de desear que éste elogiara y apoyara el propósito presidencial de derogar la ley abortista.

La cuestión tiene, también, un flanco político, vinculado al cultural. Los sectores de izquierda son ruidosamente impulsores del “crimen abominable”. Lo son, en contradicción con su propia ideología de “representación de los pobres”. No respetan a los más pobres entre los pobres, los niños por nacer, y sus madres, víctimas del imperialismo internacional del dinero. El espectáculo es patético: la izquierda adhiriendo a un seudoderecho utilizado contra el verdadero crecimiento nacional, que debería contar con su apoyo. Son la antipatria.

La lucha contra la imposición del aborto no debe reducirse a este aspecto, que podríamos considerar negativo; debe incluir la consideración de los graves problemas psicológicos y sociales, y un compromiso efectivo de apoyo a la mujer embarazada, especialmente, si se trata de jóvenes, e indigentes. La cultura actual promueve la temprana iniciación sexual, y por consiguiente la frecuencia de embarazos no deseados. El Estado ha de intervenir directamente, y también promover iniciativas en la sociedad orientadas para que los jóvenes vivan la castidad, como integración de la sexualidad en la persona, y la unidad vital entre las dimensiones corporal y espiritual de la realidad. Es éste un complemento necesario de la lucha contra el aborto.

Desgraciadamente, la institución cultural del noviazgo ha sido remplazada, y ya no se percibe espontáneamente que la relación sexual tiene pleno sentido en el matrimonio entre un hombre, y una mujer, fuente de trasmisión de la vida. Como es sabido, la doctrina de la Iglesia ha sido expuesta por Pablo VI en la encíclica Humanae vitae, en las catequesis de San Juan Pablo II sobre el cuerpo, y el amor, y en el Catecismo de la Iglesia Católica.
El acompañamiento a la mujer embarazada que se encuentra en situación de menoscabo social indica el aprecio de la vida concebida, y es señal de auténtica igualdad; así se lucha contra el aborto, revirtiendo su posible imposición por una especie de necesidad.

El ejemplo de las autoridades no debería faltar; pienso en el noviazgo del Presidente, en contradicción con su predicación antiabortista. La eventual derogación de la ley 27.610 no se traducirá en una disminución de los abortos, si no se induce a un cambio de cultura. El elogio que he expresado del propósito de derogación de la citada ley, no se extiende a la orientación política y económica del gobierno actual.