La Tigresa subió a las mujeres argentinas al ring

El baúl de los recuerdos. Marcela Acuña es la pionera del boxeo femenino. Hizo historia en 1997 al protagonizar un inolvidable combate con la estadounidense Christie Martin, quien era campeona mundial.

Los ojos se llenaban de asombro. También asomaba alguna mueca burlona. La televisión mostraba imágenes que mezclaban sorpresa y resistencia en iguales proporciones. De pronto, esas sensaciones se hicieron a un lado. Las reemplazó cierta noción de orgullo y hasta se escapó algún grito de aliento. No era para menos. Ese 5 de diciembre de 1997 Marcela Acuña soportó diez rounds contra la campeona mundial estadounidense Christie Martin. Perdió por puntos, pero ganó una pelea mucho más importante. Porque ese día La Tigresa subió al ring a las mujeres argentinas.

En estas latitudes no existía el boxeo femenino cuando Acuña se midió con Martin. Es más: ni siquiera se contemplaba la posibilidad de ver a dos mujeres golpeándose en un cuadrilátero. Los prejuicios ganaban por nocaut. Sin embargo, la formoseña hacía años que soñaba con calzarse los guantes. Disfrazó esa pasión adentrándose en las artes marciales, que no hacían diferencia entre sexos. Pero no perdía las esperanzas.

Martin, por el contrario, era primera figura del pugilismo. Había debutado en 1989. Con el paso del tiempo, se hizo recurrente su presencia en el MGM Grand, un hotel y casino de Las Vegas que acogía importantes veladas boxísticas, tanto de hombres como de mujeres. En 1993, la estadounidense consiguió su primer título mundial. Ella también había derrotado hasta al escepticismo, al punto que el famoso promotor Don King no tuvo más remedio que incluirla en festivales en los que combatía nada más y nada menos que Mike Tyson.

La Tigresa siempre soñó con ser boxeadora, pero antes incursionó en las artes marciales.

La popularidad de Martin crecía a golpes apurados. Su estilo conjugaba una ferocidad y una intensidad extenuantes. Siempre iba al ataque. A todo o nada. Sangre y sudor. Mucha sangre. Se antojaba la figura más apropiada para imponer un deporte al que le costaba derribar las fronteras del prejuicio. La estadounidense llegó a la Argentina en una gira para propalar en estas tierras el boxeo femenino.

Como no podía ser de otro modo, Mauro Viale, atento a esa clase de fenómenos, le dio unos minutos en el programa Mediodía con Mauro, que se emitía por América. Era lógico que la estadounidense mostrara algo de su arte en cámara, pero no era sencillo. No había boxeadoras argentinas. Bueno… en realidad la formoseña Marcela Eliana Acuña hacía bastante que insistía con reclamar un lugar para las pugilistas locales. Unos días antes conoció a Martin en el gimnasio de All Boys, hacia donde se dirigió para saludarla con la excusa de una velada boxística a la que la norteamericana había sido invitada.

Viale necesitaba una contendiente para Martin. Acuña, la excampeona de artes marciales de 20 años, era la mejor y única alternativa posible. La pomposa pero simple exhibición propuesta por el periodista para sumar algunos puntos de rating se redujo a unos segundos de intercambios de golpes entre la estadounidense y la formoseña. Fue una muestra breve pero intensa: la campeona del mundo terminó sangrando.

Martin era una figura muy reconocida, pero Acuña estuvo a la altura y soportó los diez round contra la gran noqueadora estadounidense.

El espectáculo resultó tan sorpresivo como prometedor. Claudio González, el promotor que había organizado la gira de Martin por la Argentina vio rápidamente una oportunidad inesperada. Le ofreció una bolsa de cinco mil dólares -sí, una fortuna- a Acuña para viajar a Estados Unidos y pelear profesionalmente contra la campeona del mundo. La formoseña ni siquiera era una boxeadora formal, pero se le presentaba la increíble chance de que le pagaran por pelear.

EL GRAN DEBUT

El enfrentamiento entre Martin y Acuña estaba previsto para el 5 de diciembre de 1997 en Pompano Beach, en el estado de Florida. La argentina se preparó durante varios meses a las órdenes de Ramón Chaparro, su entrenador y padre su primer hijo, nacido en 1995. Estar cara a cara con la campeona superwelter del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) obligó a la formoseña a aumentar diez kilos para alcanzar el peso de la categoría.

Como en la Argentina no había boxeo femenino, era imposible que Acuña contara con una licencia. La noción de espectáculo hizo que esa cuestión se resolviera con facilidad. Un simple trámite administrativo no podía impedir la pelea. Para la formoseña, a quien le faltaba todavía para ser reconocida públicamente como Tigresa, era un sueño hecho realidad. Especialmente porque Martin era su ídolo.

La fama de Martin era tal que hasta llegó a la portada de la revista Sports Illustrated.

Las autoridades de la Federación Argentina de Box (FAB) no contemplaban la posibilidad de legislar sobre la cuestión. Eso hacía que las pioneras como Acuña asumieran un rol decisivo para sortear los obstáculos que se les presentaban. Lo mismo le había pasado a la misionera Lourdes Noemí González de Ocampo, quien había viajado por su cuenta y riesgo a Panamá para vérselas con la local Clara Colombo.

El 4 de octubre de 1997, es decir dos meses antes del combate Martin -Acuña, la boxeadora mesopotámica venció a Colombo por nocaut técnico en el segundo round. Esa pelea en el Gimnasio Chino -Panameño fue, formalmente, la primera presentación de una boxeadora argentina en el exterior. Claro, le faltó el reconocimiento de la FAB. Más allá de eso. Lourdes Noemí González de Ocampo también hizo historia.

Acuña subió al ring el 5 de diciembre para medir fuerzas con Martin. El duelo era muy desigual. La Tigresa afrontaba su debut y la estadounidense, de 29 años, acumulaba 32 victorias (26 por nocaut), una derrota y dos peleas sin decisión. Las diferencias no se notaron sobre el ring. El amor propio y la determinación de la formoseña la llevaron a soportar el castigo de su rival y, cuando podía, también le hacía sentir el rigor de sus puños.

La formoseña abrió el camino para las mujeres argentinas en el mundo del boxeo.

Si bien sufrió una caída en el último asalto, dejó una excelente imagen. No era sencillo resistir la pegada de Martin, cuya fama la había llevado hasta la tapa de la revista Sports Illustrated. Las tarjetas de los jurados dictaminaron el triunfo unánime de la estadounidense. Paul Herman y Bill Ray fallaron 99-90 para la campeona, mientras que Rocky Young vio un 100-90. La ventaja numérica para la vencedora era enorme, quizás tan grande como el éxito personal que había logrado Acuña al subir al ring a las mujeres argentinas.