La Revolución de los Claveles

Hace 50 años se producía la caída de la dictadura más antigua de Europa (Primera entrega).

En las primeras horas del 25 de abril de 1974, los portugueses madrugadores pudieron escuchar por Radio Renascenca, la canción de José Afonzo: “Grandola, Vila Morena”. Afonzo, también conocido como Zeca, fue un popular cantautor de la canción de protesta de los años sesenta y setenta, como la estadounidense Joan Baez y el español Patxi Andion. ¿Por qué la Radio pasó esta canción y no otra? Porque fue la señal para que los militares complotados contra la dictadura lusitana, la más antigua de Europa, supieran que tenían que salir de los cuarteles y marchar sobre Lisboa. Así se inició la llamada Revolución de los Claveles.
En pocas horas, el presidente de la República Portuguesa, almirante Américo Tomas, y el primer ministro Marcelo Caetano fueron detenidos y expulsados del país, dando por terminado el régimen del Estado Novo, que había impuesto Antonio de Oliveira Salazar hacía más de cuarenta años.
¿De qué se trató el salazarismo? Antes tengamos en cuenta que, en 1910, una revuelta destronó al Rey Manuel II, de la dinastía Braganza Sajonia-Coburgo y Gotha e instaló la República. Con una Constitución de tipo parlamentaria, un Poder Ejecutivo débil y sistema bicameral, la República no pudo solucionar los conflictos sociales y económicos del Portugal de entonces.
Un campesinado monárquico y una Iglesia conservadora se enfrentaron con los sindicatos radicalizados y una delgada burguesía liberal.
En 1926, otra sublevación militar instaló una dictadura que designó a Salazar, abogado, economista y profesor universitario, al frente de la cartera de Finanzas. En 1932, ya con suficiente poder concentrado en su persona, fundó un régimen nacionalista, católico, anticomunista y corporativo, que a la hora de la Guerra Civil Española apoyó al bando sublevado. Sin embargo, frente a la Segunda Guerra Mundial, y a pesar de las simpatías que tenía por Alemania e Italia, Salazar se cuidó bien de seguir manteniendo cordiales relaciones con un aliado de más de doscientos años, que era Gran Bretaña. Las islas Azores fueron la base aérea fundamental para el avance aliado en el Norte de África, que desplazó a los alemanes, lo que permitió comenzar a dar vuelta los resultados del conflicto mundial. Finalizado este, y en plena Guerra Fría, Salazar fue considerado por los aliados más confiable que su vecino FranciscoFranco.
A fines de los años cincuenta, el régimen tuvo un intento de apertura que no fue, cuando el jefe de la Fuerza Aérea, general Humberto Delgado, intentó participar como candidato a presidente. En Portugal se mantuvo una fachada republicana, con instituciones sin peso político alguno y la existencia de la Unión Nacional, el único partido político permitido. Salazar dejó hacer, pero Delgado no fue elegido y terminó, años más tarde, involucrado en un fallido golpe de Estado que lo obligó a exiliarse. Murió asesinado por la temible policía secreta portuguesa, la PIDE (Policía Internacional y de Defensa del Estado), en España en 1965.
En 1968 un accidente doméstico, un golpe en la cabeza a causa de una caída, dejó a Salazar afuera del poder. Falleció en 1970. Tomas, presidente de la República desde 1958, designó a Caetano, ex Rector de la Universidad de Lisboa, como primer ministro. Este nombramiento generó la esperanza de una liberalización del régimen. Caetano había renunciado al rectorado, en 1962, por haberse opuesto a una represión policial dentro de la Universidad. Sin embargo, el marcelismo pronto se desvaneció. Aunque agregara el aditamento Popular a la Unión Nacional, no pudo torcer, si es que realmente lo quiso, la celosa mirada de los dinosaurios del salazarismo dispuestos a no cambiar nada.

LA CUESTIÓN COLONIAL
El origen de la Revolución de los Claveles lo tenemos que buscar en la cuestión colonial. Portugal mantenía colonias en Asia y África, con un territorio veintidós veces más grande que la metrópoli, desde hacía quinientos años, y si bien en 1951 se les otorgó la jerarquía de provincias de ultramar, no cambió la suerte de los explotados territorios. En los inicios de los años sesenta se desató la guerra de liberación de las colonias. El encuentro entre insurgentes y represores permitirá cambiar la historia.
En 1974, las colonias seguían en poder de Lisboa, pero a un costo material y humano de gran envergadura. Muchos portugueses tenían un pariente muerto o mutilado por la guerra. Hasta el general Antonio Spinola, jefe del Estado Mayor de Ejército propuso en un taquillero libro Portugal e o futuro que había que crea una especie de Commonwelth con las provincias de ultramar. Spinola fue relevado inmediatamente en febrero, pero en marzo, militares de baja graduación constituyeron el Movimiento de las Fuerzas Armadas, base de la Revolución de abril.
Hacía años que la carrera militar había dejado de ser una oferta interesante para los hijos de la gran burguesía, que preferían otros estudios y ocupaciones. Pero para los sectores medios y bajos, ingresar en las fuerzas de Tierra y de Aire era una posibilidad de ascenso social y estabilidad laboral. La fuerza de Mar por lo contrario, seguía de algún modo manteniendo un status social más elevado, es decir, no era tan accesible para los sectores populares.
En la larga guerra colonial, los oficiales lusitanos aprendieron las causas que llevaron a los colonos a luchar. Fue la época del socialismo árabe, del tercermundismo del egipcio Gamal Abdel Nasser y del yugoeslavo mariscal Josip Broz Tito. También de la Revolución Peruana del general Juan Velasco Alvarado y el triunfo de la Unidad Popular en Chile que llevó al gobierno a Salvador Allende. El nacionalismo popular revolucionario bullía en todas partes y muchos militares fueron parte de ello.
Cuando las tropas sublevadas entraron triunfantes a Lisboa, la multitud las aclamó: habían terminado con la anquilosada dictadura. Muchas mujeres colocaron, a manera de agradecimiento, claveles rojos en los cañones de los fusiles de los soldados. Empezaba la libertad.