En un encuentro organizado por la ONU y la Biblioteca del Congreso debatieron sobre el futuro del aprendizaje
La IA obliga a reinventar la educación superior
Pedagogos, neurocientíficos y tecnólogos advirtieron sobre los riesgos de una adopción acrítica de la IA y llamaron a poner la pedagogía y las habilidades humanas en primer lugar.
"Si Walt Disney se despertara, entraría a una escuela y se encontraría con un lugar muy parecido al que él dejó", aseguró la educadora Eugenia Cosini mostrando la realidad actual educativa argentina. Una realidad que sacudió a la audiencia y encapsuló uno de los debates centrales del conversatorio "Aplicaciones y desafíos para el futuro del aprendizaje", organizado por la ONU Argentina y la Biblioteca del Congreso de la Nación.
Ante las más de 350 personas asistentes al evento, que se desarrolló de forma presencial y con la posibilidad de conectarse virtualmente, el encuentro más que una simple exposición de novedades tecnológicas se convirtió en un profundo y necesario foro de reflexión sobre una disrupción que interpela los cimientos mismos del sistema educativo: la irrupción de la inteligencia artificial (IA) en las aulas.
La pregunta que flotó en el aire durante toda la jornada no fue si la IA entraría en la educación, sino cómo se la integraría sin deshumanizarla, cómo aprovechar su potencial sin sacrificar el pensamiento crítico y qué rol les queda a docentes y estudiantes en un mundo donde el conocimiento parece estar al alcance de un simple comando.
El encuentro, que contó con el auspicio de la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA) y la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), reunió a un panel de destacados especialistas de diversas áreas —pedagogos, neurocientíficos, tecnólogos y académicos— para analizar un fenómeno que, según coincidieron, obliga a repensar desde la raíz el propósito mismo de la enseñanza.
En tanto, la encargada de abrir la jornada fue Claudia Mojica, coordinadora residente de Naciones Unidas en Argentina. Durante su breve discurso estableció un marco ético ineludible para el debate. Lejos de un optimismo ingenuo, advirtió sobre los desafíos inmensos que acompañan al potencial de la IA. "La brecha digital persiste y también corre el riesgo de profundizar desigualdades que ya son existentes en nuestras sociedades", señaló, poniendo de manifiesto que la tecnología, sin una guía adecuada, puede convertirse en un nuevo factor de exclusión.
Por otra parte, Mojica insistió en la necesidad de un debate plural e informado sobre "los aspectos éticos vinculados a la privacidad, los sesgos en los algoritmos y el uso responsable de la información".
Para subrayar la postura de la organización global, citó directamente a su Secretario General, Antonio Guterres que enfatizó que "Para aprovechar al máximo el potencial de la inteligencia artificial, es preciso que la capacidad de acción humana y los derechos humanos sigan siendo el núcleo de esta tecnología".
Este llamado a mantener lo humano en el centro fue un eco constante a lo largo del día.
En esa misma línea, Alejandro Santa, Director General de la Biblioteca del Congreso y anfitrión del evento, reivindicó el rol de estas instituciones centenarias en un mundo digital vertiginoso. "Las bibliotecas son las principales instituciones de validación de la información", afirmó la autoridad que las destacó no solo como repositorios de conocimiento, sino como "lugares seguros" donde la humanización, el encuentro cara a cara y la reflexión pausada aún son posibles.
Aportando una visión desde el terreno de la implementación de políticas, Lorena Moscovitch, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), propuso un enfoque de equilibrio pragmático. "En un contexto de incertidumbre", sugirió, "una solución posible frente a esta sensación de desborde es refugiarnos en las bases, en los fundamentos", como los derechos humanos ya establecidos. Su llamado fue a "acompañar este proceso de adopción de la inteligencia artificial con un espíritu crítico, pero sin ser tecno pesimistas ni tampoco caer en la ingenuidad".
REVOLUCIÓN EN EL AULA
El primer panel del encuentro se trató sobre "Educar con Inteligencia Artificial" y fue moderado por Alejandro Santa. Ahí se descendió de los principios generales a las prácticas pedagógicas concretas, el día a día de docentes y alumnos en la Argentina.
La disertación inicial la comenzó Fabio Tarasow, coordinador del Laboratorio de IA y Educación del Proyecto Educación y Nuevas Tecnologías (PENT) de Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), que fue categórico al establecer una jerarquía clara al señalar que "Lo que debe guiar la inclusión de las tecnologías es la pedagogía".
Tarasow se esforzó por desmitificar la IA, recordándole a una audiencia a veces intimidada por la jerga tecnológica que esta herramienta "no piensa, no razona, y en muchos casos es bastante tonta". La describió como una "verborragia estadística", un sistema complejo que reproduce patrones lingüísticos sin comprensión causal.
Para ilustrar cómo usar esta "tonta" herramienta de manera inteligente, propuso su innovador modelo del "VALS-GPT", un proceso donde el estudiante no termina su tarea pidiéndole la solución a ChatGPT, sino que ahí es donde "empieza el trabajo, el verdadero proceso de aprendizaje". Es un ir y venir, un diálogo crítico donde el alumno "va a cascotear, va a evaluar, va a ponderar, va a criticar" el producto de la IA, aprendiendo en el proceso.
CEREBRO RESETEADO
Desde el campo de la neurociencia, Andrea Goldin ofreció una perspectiva biológica fascinante y, a la vez, una advertencia. Confirmó que el uso intensivo de la tecnología sí está cambiando el cerebro, pero inmediatamente aclaró que "todo cambia el cerebro, hasta esta charla está cambiando nuestros cerebros".
La clave, explicó, reside en la calidad de la experiencia. Usando la nostálgica "Guía Filcar" como contraste con el GPS moderno, ilustró a la perfección cómo la delegación de tareas cognitivas vuelve a las personas "consumidores pasivos" y puede atrofiar habilidades fundamentales.
"Perdemos nuestra capacidad para poder ubicarnos en el espacio, razonar, poder hacernos mapas mentales", enfatizó la especialista, lamentándose por esta situación.
Luego utilizó una analogía final muy esclarecedora al señalar que "Un martillo es una herramienta. Una persona lo puede usar para colgar el cuadro y también se lo puede usar para romperle la cabeza a alguien. Y la culpa no es del martillo".
Cerrando el panel con una intervención apasionada, Eugenia Cosini, cofundadora de la escuela Austin Bilingüal, lanzó un llamado a la acción para sus colegas. Instó a los educadores a "hackear el sistema" desde adentro, a no esperar cambios curriculares que tardan décadas.
La educadora compartió su visión sobre la IA como una oportunidad histórica para automatizar tareas administrativas y de instrucción básica, liberando así el tiempo del docente para lo que considera la misión esencial de la escuela del futuro centrada en la humanización. "Cuando todo esto lo resuelva la inteligencia artificial, el trabajo del docente va a ser la humanización, el trabajar sobre las habilidades de vinculación", afirmó con convicción.
ENCRUCIJADA EDUCATIVA
El segundo panel estuvo moderado por la Dra en filosofía Lucía Aguerre, quien se dedica a la investigación y a la producción científica en temas de ética.
Así, esa parte del encuentro elevó el debate al ámbito de la Educación Superior, donde la disrupción de la IA está reconfigurando la investigación, la escritura académica y la propia definición de competencia profesional.
Leonardo Esnaola, docente e investigador de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (UNNOBA) y la Universidad Nacional de San Antonio de Areco (UNSAdA), identificó el punto más crítico con una precisión quirúrgica al señalar la necesidad urgente de "repensar la evaluación".
Durante su disertación el especialista alertó sobre la "cultura del exitismo de los resultados", un sistema enfocado en la calificación que, combinado con herramientas de IA capaces de generar trabajos impecables, puede anular por completo el proceso de aprendizaje. "Se te pone un 10, pero no aprendiste nada en el proceso", sentenció preocupado ante esa realidad.
En tanto, Susan Deangelis, del Centro de Innovación en Tecnología y Pedagogía de la UBA (CITEP), abogó por una "alfabetización en inteligencia artificial". Propuso disputarle el sentido a las narrativas tecno-solucionistas que presentan a la IA como una "bala de plata" para los complejos problemas educativos.
Una de sus propuestas más interesantes fue la "pedagogía del glitch", que consiste en utilizar los errores, sesgos y "alucinaciones" de la IA como objetos de estudio para estimular el pensamiento crítico de los estudiantes.
Finalmente, Axel Rivas, Director Académico del CIEP de la Universidad de San Andrés, ofreció un análisis crudo y honesto de los dilemas que enfrentan los profesores universitarios. Reconoció que, si bien la evaluación formativa y procesual es el ideal, es una utopía para quienes dictan cursos masivos, donde la única garantía de un trabajo individual es "el examen final como una evaluación presencial".
Así, Rivas puso sobre la mesa el riesgo existencial que enfrenta una de las herramientas pedagógicas más fundamentales como es el ensayo. Al ser una actividad "muy fácilmente replicable por la IA", la tentación de eliminarlo es grande. Sin embargo, advirtió, hacerlo sería renunciar a una actividad cognitiva crucial que nos permite "dialogar textos, comprender, interactuar nuestro pensamiento, escribir, distanciarnos de nuestras ideas, ordenarlas".
El conversatorio en la Biblioteca del Congreso no ofreció recetas mágicas, pero sí un diagnóstico claro y una hoja de ruta conceptual. La inteligencia artificial ya no es una opción, es una realidad indeleble en el paisaje educativo. Quizás, esta revolución tecnológica sea, paradójicamente, el catalizador necesario para que la escuela deje de parecerse a la que Walt Disney conoció y se transforme, por fin, en un verdadero espacio para el aprendizaje del siglo XXI.