EL RINCON DEL HISTORIADOR

‘La Guerra Gaucha’: historias de Lugones y de Homero Manzi

El jueves 13 se cumple el sesquicentenario del nacimiento de Leopoldo Lugones. Hace medio siglo una Comisión Nacional de Homenaje, auspiciaba el recuerdo de su nombre, hoy casi un manto de silencio cubre su memoria. Lugones como inspector y visitador de Colegios Nacionales y Escuelas Normales del Consejo Nacional de Educación al decir de Julio Irazusta “tuvo la ventaja de conocer todo el país, de ellos trajo las imágenes de los escenarios que pintó en El Imperio Jesuítico y La Guerra Gaucha, a la vez que con Crepúsculos del jardín, el mismo año de 1905, probó que el poeta no había muerto para sobrevivirse en el cronista político y el historiador”.

El profesor Carlos Gregorio Romero Sosa, destacado historiador y hombre de la cultura salteña, a quien podríamos llamar además un embajador extraordinario de su provincia en Buenos Aires, rescató una serie de recuerdos a veces en hojas sueltas, testimonios orales o correspondencia con una variopinta cantidad de personas. Lamentablemente no lo llevó al papel, pero con devoción filial su hijo Carlos María rescató en Papeles con mi padre muchos de esos testimonios y nos consta que sigue encontrando cosas en su valiosísimo archivo y biblioteca.

Entre esos recuerdos hay uno que corresponde a lo que el profesor Romero Sosa escuchó de labios de su padre don Policarpo Daniel Romero. Nacido en 1871 y emparentado con distinguidas familias locales (entre ellas la del general Güemes), después de agregar de la escuela media, ingresó al Seminario Diocesano atraído por una vocación, pero pronto abandonó.

Obtuvo el título de abogado en Buenos Aires y ejerció la docencia en el Colegio Nacional de Salta, legislador, funcionario, periodista, a su muerte en 1959 el arzobispo monseñor Roberto Tavella afirmó que la provincia toda “había perdido un patriarca”.

Junto con Romero conformaba un grupo de muchachos divertidos, entre los que se encontraban José María Leguizamón y Tood, padre del futuro compositor Gustavo Cuchi Leguizamón; y Nicolás López Isasmendi, que habría de dedicarse a las letras.

Igual que Romero pertenecían a familias de antigua raigambre, de actuación política y social, no solo en ese momento o en tiempos de la independencia, sino que se remontaban a las familias fundadoras.

Cuando Lugones visitó en julio de 1894 la ciudad de Salta, tenía 20 años recién cumplidos, y pronto supo de este grupo de muchachos amigos famosos además por la cálida hospitalidad, las buenas comidas típicas, regadas con los vinos de Cafayate, las fiestas y bailes, en los salones que lucían el antiguo mobiliario, las devociones familiares representadas en las telas cuzqueñas, los retratos de los antepasados y las bellas mozas; y también conocían acabadamente los suburbios o alguna casa discreta del centro, con baile donde reinaba el fandango usando un sinónimo de la época y las chicas divertidas. Llegó a ellos gracias a la presentación de otro salteño Moisés J. Oliva Cornejo, ya amigo de Lugones y de su misma edad.

Según el testimonio de don Policarpo, que recogió su hijo, alguien le propuso llevarlo a algún burdel pero que cito textualmente: “Lugones se encargó de desbaratar el plan, al proponerles a los jóvenes amigos efectuar una plácida y bucólica ascensión al cerro San Bernardo." Y en esa fría noche de julio, “Lugones nos enseñó a los salteños nuestro cerro tutelar. Todos los nombrados amanecieron en el cerro, y posiblemente ese amanecer es el que trasladó años después a las páginas de “La Guerra Gaucha” en el primer párrafo del capítulo final de su inmortal libro”.

Para mayor abundancia, Lugones trató en ese viaje a muchos personajes desconocidos que le trasmitieron aquello que habían recibido de sus mayores por tradición oral, y sirvieron para escribir esos magníficos relatos impregnados del costumbrismo local, que se conoció en 1905.

MOMENTO ESPECTACULAR

Muchos años más tarde la Argentina pasaba un momento espectacular en la industria cinematográfica, exportando sus producciones. El 26 de setiembre de 1941 fundó Artistas Argentinos Asociados Sociedad Cinematográfica S.R.L., siendo los promotores de la idea tantas veces conversada los actores Enrique Muiño, Elías Alippi, Francisco Petrone, Ángel Magaña, el director Lucas Demare y el productor Enrique Faustín, de larga trayectoria en los Estados Unidos y conocedor de la cooperativa Artistas Asociados de ese país.

Homero Manzi tuvo desde siempre la idea de llevar al cine el libro de Lugones y convenció a su amigo Lucas Demare. Uno de los que más apoyó la filmación de esta película fue Francisco Petrone, quien sugirió para adaptar el texto que lo acompañara Ulises Petit de Murat, recordando el éxito que habían tenido con Prisioneros de la tierra.

Sobre la filmación en Salta de la película La guerra gaucha mi amigo Homero Manzione, me hizo este relato que escuchó de boca de su padre Acho Manzi: “Un día mi abuela Casilda llamó a Lucas Demare y le comentó que quería comunicar con el abuelo Homero y en el hotel le informaban que había salido, que por favor vea que pasaba”.

Eran tiempos en que una la demora de comunicación de larga distancia podía llevar larguísimas horas, y en el día Manzi estaba en el set de filmación. “Lucas Demare, el director lo hizo seguir y la conclusión fue que después del rodaje en exteriores de la película el abuelo salía hacia las afueras de la capital de Salta y su destino final era una pulpería donde se ponía a jugar a las cartas con los paisanos de la zona hasta la madrugada y de esta forma sacaba los modismos de éstos para el film”, que al día siguiente enseñaba a los actores y ahí mismo indicaba. “Este fue el resultado del informe que recibió mi abuela”,quien de ese modo desechó la idea que su marido don Homero Manzi, andaba visitando “lugares inconvenientes”.

Digamos finalmente que esta película que estuvo diecinueve semanas en escena, fue uno de los más grandes éxitos del cine nacional, estrenada el 20 de noviembre de 1942, llevó el nombre del autor y su libro al conocimiento popular. En su homenaje al comienzo se leía en la pantalla:

“Desde 1814 a 1818, Güemes y sus gauchos, en la frontera con el Alto Perú abandonada por las tropas regulares, sostuvieron una lucha sin cuartel contra los ejércitos realistas. Esa lucha de escasas batallas y numerosas guerrillas se caracterizó por la permanente heroicidad de los adversarios. La espesura de los montes cobijó centenares de partidas. La guerra de recursos se abrió como un abanico mortal sobre los campos. Viejas tercerolas, sables mellados, hondas, garrotes, lanzas, lazos y boleadoras fueron las armas del gauchaje. Ni el hambre ni la miseria detuvieron a estas huestes primitivas. A ellos, a los que murieron lejos de las páginas de la historia, queremos evocar en estas imágenes”.

Digno homenaje a aquellos héroes ignorados, a Lugones en este aniversario y al equipo que con La Guerra Gaucha en el celuloide difundió masivamente estos episodios de nuestra historia nacional.