En 1929, Alberto del Solar Dorrego, presidente del Golf Club de Mar del Plata y figura reconocida en la sociedad porteña, y su mujer, María Elena Green, inauguraron su residencia en la entonces Avenida Alvear, hoy avenida del Libertador 1720; que habían encargado al arquitecto Alejandro Bustillo. Comprada por el Estado argentino una década después, fue donada al Perú, que desde 1942 instaló en ella su embajada (como lo muestra la foto de época que ilustra esta nota). En 1942, una reconocida revista porteña daba cuenta de que el edificio era “uno de los más suntuosos de nuestra capital”, mencionaba el nuevo destino como sede de la Embajada del Perú y que “fue regalado por nuestro gobierno al del Perú, que a su vez había tenido poco antes el mismo simpático gesto al obsequiarnos la residencia de la embajada en el Perú”.
Desde marzo de 1941 ejercía la representación diplomática el mariscal Oscar R. Benavídez junto a su esposa, doña Francisca Benavídez Diez Canseco. El había sido presidente de su país en 1914-1915 y de 1933 a1939, y llegaba de haberse desempeñado al frente de la embajada en España. A poco de estar, decía el artículo, “han sabido granjearse la simpatía de nuestros más selectos círculos sociales y diplomáticos”.
Agregaba la nota, ilustrada con el frente de la casa y otras fotos, que “la suntuosidad y la elegancia del palacio pueden apreciarse en el magnífico comedor, estilizados muebles Luis XV, que pertenecieron a don Alberto del Solar Dorrego; las sillas son de cuero beige con filetes dorados, y de gran valor es la araña de cristal y bronce con velas amarillas, entre cuyos adornos se oculta la luz”. Además, se había colocado sobre un espejo “un raro centro de mesa de jade” con flores de cristal y dos copas de plata con rosas rojas. (Se acompaña una foto actual de la misma mesa donde se aprecia, además, la hermosa araña).
La mesa estaba puesta con platos de porcelana con filetes dorados, colocados sobre un mantel individual de encaje, cubiertos de plata. Se anotó que “de extraordinaria belleza es la cristalería de Baccarat finamente tallada”. Sobre el dressoir, un juego de plata para té y un par de candelabros del mismo metal de cinco luces con velas rojas.
La nota, más que completa, tiene hasta una foto del menú servido en esa comida en honor del nuncio apostólico monseñor José Fietta, figura prominente de la diplomacia vaticana que llegó al cardenalato. Por si fuera poco, la señora de Benavídez tuvo la delicadeza de ofrecer las recetas de los platos que se sirvieron: Consomme Royal, Brótola Normandie, Oeufs Rossini, Petit poulets en aspic y Glacé Monte Carlo.
Hace poco tuvimos oportunidad de compartir esa misma mesa invitados por los dueños de casa, el embajador Carlos Chocano Burga y su mujer Claudia, con el nieto de quienes fueran sus propietarios, Alberto del Solar Dorrego, observando fotos y otras conserva del edificio. El hallazgo de esta crónica no hace más que completar aún más la historia de ese edificio señorial, que es patrimonio arquitectónico nacional, que según nos informaron, en breve entrará en una etapa de restauración y que sin duda lucirá espléndido en las vísperas de su centenario.
* Historiador. Académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.
