El rincón del historiador

La Ciudad y sus habitantes, en la época de las Invasiones Inglesas

POR JULIO C. BORDA *

Durante sus dos primeros siglos de existencia, Buenos Aires (fundada por segunda vez en 1580 por Juan de Garay) fue una pequeña y austera ciudad que no ofrecía grandes expectativas desde el punto de vista cultural, político ni económico, pues los grandes centros de poder se encontraban en Méjico, Lima y Quito; la Capital del Virreinato del Río de la Plata por lo tanto, fue una de las últimas fundaciones coloniales pues en el territorio argentino ya habían sido fundadas Santiago del Estero, Corrientes, Córdoba y Santa Fe.

BOTIN CODICIADO

Buenos Aires se convirtió desde sus primeros años de su existencia, en un botín codiciado tanto por ingleses, como así también por holandeses y franceses, la que comienza a tomar importancia a finales del S. XVIII cuando la extensa pampa se puebla de ganado vacuno y equino, cuya proliferación resulta sorprendente debido a la calidad de pastos que abundaban en sus campos, transformando la actividad económica de esas tierras, pues ayudó al desarrollo del comercio que comienza a crecer con la matanza de numerosos vacunos a los que sólo se les extraía el cuero para cambiarlo por artículos de acero, tejidos y yerba mate. El cuero se convirtió así, en un producto codiciado en Europa, por lo que se empezó a importar a distintas ciudades del Viejo continente, ente ellas Londres, París y Roma.

De modo tal que Buenos Aires, comienza a tener un desarrollo económico y comercial impensado; a todo ello se unía la abundancia de sus pastos -como ya se apuntó- el poderoso caudal de sus ríos y la riqueza de sus bosques, transformando esa tierra privilegiada, en un valioso botín que muchos países europeos codiciaban.

LA POBLACION

Respecto a los porteños, es de destacar que durante los primeros años del S. XIX, Buenos Aires tenía una población que rondaba entre 40.000 y 50.000 habitantes, de los cuales la mayor parte eran españoles y luego los portugueses, predominando los blancos, y luego los mestizos, negros, indígenas y mulatos.

También se podían encontrar familias francesas, napolitanas, genovesas, inglesas, holandesas, alemanas y norteamericanas que se fueron autorizadas a vivir en Buenos Aires.

En cuanto a los españoles, se decía que éstos eran orgullosos en demasía; tan es así que consideraban que algunos oficios como el de zapatero, pulpero, carpintero o peluquero, entre otros, eran de rango inferior, razón por la cual esas actividades estaban destinadas a los criollos de baja condición social y económica.

La mayoría de la población era muy religiosa, pues las familias de clase alta como las de clase media y baja, eran católicos, religión heredada de la Madre Patria.

Ese fervor religioso se reflejaba sobre todo, en el nombre de las principales calles de Buenos Aires, pues muchas llevaban nombre de santos; Así, la actual 25 de Mayo era la calle Santo Cristo; Florida se llamaba San José; la actual San Martín llevaba el nombre de Santísima Trinidad, etc.

La religión fue un duro obstáculo que los ingleses subestimaron cuando intentaron conquistar Buenos Aires, lo que les costó caro, pues nunca imaginaron que uno de los soportes que hubo para organizar la férrea defensa de la ciudad porteña, iba a estar inspirada en la Fe que el pueblo profesaba de manera tan intensa.

Un gran investigador, César García Belsunce, señala en relación a esta cuestión que "el pueblo de Buenos Aires, revoltoso y amigo del dinero, vociferador y pendenciero en la plebe, era en todos los casos un pueblo profundamente religioso. Los ingleses no eran simplemente contrincantes, eran los herejes, en el lenguaje de la época. Su presencia triunfante era no sólo un desafío al Reino, sinio también un agravio a la Iglesia. La Fe católica resultó un elemento de convocatoria para la resistencia y fue la causa también de la deserción de los soldados británicos de origen irlandés, ellos también católicos"´.

Numerosas iglesias se hallaban en Buenos Aires, siendo los más importantes el convento de San Francisco, Santo Domingo, del Socorro, la Parroquia de San Nicolás, entre otras.

La clase adinerada vivía en la zona de San Telmo, siendo las casas que habitaban de una sola planta con una gran azotea y enormes ventanales enrejados.

La Ciudad contaba con un colegio secundario, el San Carlos, pero no tenía universidades; los hijos de las familias acomodadas por lo tanto, debían ir a estudiar a la Universidad de Charcas o a la prestigiosa Universidad de Córdoba.

Los hombres interesados en informarse acerca de la actividad política, social o cultural, asistían al café Los Tres Reyes, ubicado en la calle Santo Cristo; allí se dedicaban a discutir y analizar todos los acontecimientos de tipo político.

Muchos de los oficiales ingleses que participaron de las invasiones, quedaron maravillados por la inmensidad de los campos cercanos a Buenos Aires, y se sorprendían de la abundancia de caballos, como así también de la gran cantidad de ganado vacuno, como ya se apuntó.

LAS COSTUMBRES

En cuanto a las costumbres de los habitantes porteños un autor inglés, John Bent, decía que "dormir, conversar, fumar cigarros y andar a caballo son las ocupaciones en que pasan tes cuartas partes del día. La gran abundancia de provisiones facilita su pereza, además de lo cual hay muchos propietarios, de manera que todos ellos parecen vivir en gran estilo y no tienen nada que hacer".

¡Pero quién iba a imaginar que en poco tiempo más ese hombre indiferente, abúlico, esclavo de la comodidad se iba a convertir de la noche a la mañana en una fiera brutal, indómita e implacable!

Esa es a grandes rasgos, la Ciudad que los ingleses pretendían invadir; lo que no imaginaban era la reacción de aquellos porteños que, de mansos corderos se convirtieron de pronto, en temibles leones.

* Abogado e historiador.