La CGT como ariete

El PJ huele sangre y apela a viejos vicios.

Por Darío Lopérfido*

La relación entre el peronismo y la CGT es la columna vertebral de la decadencia argentina. Del fascismo inicial a esta relación de negocios, en la cual los dirigentes peronistas se alimentan de las estructuras sindicales que conducen dirigentes ricos y corruptos. Trabajadores cada vez más pobres son vampirizados por dirigentes millonarios.
El gobierno de Raúl Alfonsín padeció 13 paros generales y el rechazo de una ley de reforma sindical debido a la plata del PJ, que compró voluntades en el Senado.
A Fernando de la Rúa le declararon la guerra cuando quiso reformar los sindicatos. El PJ, aliado a Hugo Moyano, inventó la comedia de los sobornos en el Senado. Años después, la Justicia dijo que no existieron tales sobornos, pero la mafia logró su objetivo de voltear la ley. Al gobierno de Mauricio Macri le hicieron la vida imposible con paros y denuncias. Desde el primer día, fue desestabilizado por el PJ.
Nada de eso sucedió en el gobierno de Carlos Menem ni en el kirchnerismo. Son los momentos en que los sindicalistas manejan cajas millonarias y no se meten con el gobierno ni hacen paros. Se ocupan de lo que mejor saben hacer: enriquecerse y enriquecer a los políticos del PJ.
No es casual que ahora empiece la lógica de anunciar paros. El Gobierno viene dando señales de debilidad desde hace un tiempo.
La primavera inicial terminó y, desde el discurso de Davos, aparecen más noticias malas que buenas. Además, la criptoestafa de Libra tocó una fibra sensible. La situación económica da señales de estancamiento.
La inflación baja, pero la reactivación va muy lenta y muchos sectores sienten que llegar a fin de mes se hace muy complicado.
Son los momentos en que el PJ huele sangre y su estrategia de desgaste tiene en el sindicalismo a un jugador esencial.
Si algo enseña la historia es que intentar negociar cuando no se está fuerte es contraproducente.
El Gobierno muchas veces confunde dónde está el enemigo. Es muy importante que se junten voluntades en el Congreso para reactivar los capítulos de reforma sindical que quedaron fuera de la ley Ómnibus.
Debería ser el momento, además, de avanzar con el proyecto que elimine las reelecciones indefinidas de los sindicalistas. Es una vergüenza histórica que haya sindicalistas o familias que se apoderen de la conducción de sindicatos para toda la vida.
Hay que eliminar los aportes obligatorios de los trabajadores. El Gobierno sabe, además, que hay obras sociales con problemas económicos y casos de corrupción.
Es momento de mostrar fortaleza frente a los eternos conspiradores.

(*) Ex secretario de Cultura y Comunicación de la Nación, ex ministro de Cultura porteño y ex director del Teatro Colón.