La Blitzkrieg de la reforma laboral

El tiempo apremia. Las modificaciones en la arena laboral tienen que salir, exige la Casa Rosada, antes de que la nueva camada de legisladores tome posesión de sus cargos, entre ellos Cristina Fernández de Kirchner. El debate podría ser mucho más arduo entonces.

Sorprende a propios y extraños la velocidad con la cual el Gobierno le ha dado curso al proyecto de reforma laboral, tanto que la semana próxima será tratado en el Senado y, de ser aprobado, pronto caerá sobre los escritorios de los diputados. El triunfo electoral de octubre ha disparado una vorágine política inesperada hace apenas un puñado de meses.

Respaldado por buena parte de los votantes, Cambiemos se lanzó a la conquista de puntos que considera clave en su programa de gobierno. El tiempo apremia. Las modificaciones en la arena laboral tienen que salir, exige la Casa Rosada, antes de que la nueva camada de legisladores tome posesión de sus cargos, entre ellos Cristina Fernández de Kirchner. El debate podría ser mucho más arduo entonces.

La carrera emprendida por el Gobierno tiene objetivos de corto y mediano plazo. En lo inmediato, los cambios laborales. Para el año que viene quedará la discusión en torno a la reforma tributaria y los cambios en el sistema previsional, entre otros. El Pacto Fiscal logrado con los gobernadores es una muestra de que 2018 puede ser cuesta abajo en materia de negociaciones.

Pese al envión del oficialismo, tanto que nada ni nadie parece poder detener su enjundia, el Ejecutivo aceptó quitar del proyecto laboral original los artículos que hacían foco sobre las tercerizaciones, la reducción de las indemnizaciones y el llamado banco de horas, que buscaba computar las jornadas de manera anual. El plan comprende el blanqueo laboral, las pasantías y el incremento de la licencia por paternidad de dos a quince días.

SINDICALISMO

Hace tan sólo un mes los especialistas en política y economía mostraban una seguridad a prueba de balas a la hora de explicar que el Gobierno no llevaría el proyecto de reforma laboral al Congreso por nada del mundo. Su condición de minoría le impediría avanzar con el plan, decían algunos. El peronismo no aceptará arriar banderas tan caras a sus sentimientos. No querrán perder capital político, argumentaban otros. Y los sindicatos, ni hablar. Serán un hueso duro de roer, insistían.
Pero, de no creer, en un abrir y cerrar de ojos el Gobierno avanzó cuantas posiciones quiso. Su Blitzkrieg -guerra relámpago- sorprendió a todos. El peronismo, que busca refundarse luego de años a la deriva, bajó la cabeza. Y los sindicalistas de la CGT terminaron firmando el acuerdo contra todos los pronósticos.

Se defendieron argumentando que se mantiene el núcleo de los derechos adquiridos y que se preservó la Ley de Contrato de Trabajo en sus aspectos doctrinarios esenciales. Tampoco se modificará el cálculo de las indemnizaciones.

Pero su escaso margen de maniobra, y la facilidad con que los petroleros patagónicos y los electrónicos de Tierra del Fuego capitularon, generó un clima de tensión intra filas. Y, como era de esperar, desató las diatribas de las centrales sindicales que no están alineadas con la CGT.

A la hora del análisis con proyección, Alberto Schuster, director de la Unidad de Competitividad de la consultora Abeceb, señaló que "el mercado laboral argentino ha mostrado un pobre comportamiento en los últimos 50 años, producto tanto de la elevada volatilidad macroeconómica como de sus propias características: su rigidez o falta de adaptación a los cambios que la tecnología y la demografía le imponen y el elevado costo laboral no salarial".

EL VIGIA

Frente a lo despejado de conflictos que asoma el camino ante la arremetida del Gobierno ha surgido una voz de alerta: la Iglesia. El flamante jefe de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea, dejó en claro la postura de la institución religiosa ante los cambios en el mercado laboral: "El trabajo no es una mercancía, sino que hace a la dignidad de la persona".

Y agregó: "Toda la sociedad es un poco responsable de que los hermanos puedan conservar las fuentes de trabajo y que no se vulneren los derechos de los trabajadores. Somos muy sensibles a esto. Vamos a estar al lado de estas situaciones".

El reformismo permanente de Mauricio Macri parece ser más que una expresión de deseos. Avanza a paso redoblado. Los que hace casi dos años calificaron ingenuamente al Gabinete como un grupo de tecnócratas sin muñeca política hoy se refriegan los ojos, incrédulos de contemplar la dinámica de una maquinaria arrolladora.