EL RINCON DEL HISTORIADOR

La Biblioteca Pública y los libros de José de San Martín

La semana pasada nos referíamos a que el 16 de marzo de 1812 se daba a conocer el decreto de creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, que organizara el general San Martín, y que hoy lleva su nombre. Como lo señalamos en ese momento, se le otorgó como cuartel el de la Ranchería, que ocupó por unos meses, hasta su mudanza definitiva a del Retiro.

Ese mismo lunes 16 de marzo, en la manzana de enfrente, en el solar posteriormente conocido como Manzana de las Luces, inauguraba su atención la Biblioteca Pública. Las primeras noticias de esta institución se remontan al año 1628 cuando el primer obispo del Río de la Plata, fray Pedro de Carraza, debiendo emprender un largo viaje a fin de participar del Concilio convocado por el obispo de Charcas, como se sintiera “falto de salud y a riesgo de morirse en el camino”, hizo donación de los libros de su propiedad “que son doscientos cincuenta y tres cuerpos para que sirvan el bien público”.

Otro antecedente es cuando la expulsión de los jesuitas. El gobernador y el obispo De la Torre pidieron al conde de Aranda les fuera entregada la rica biblioteca a los religiosos de la Orden de Santo Domingo “con la obligación de mantenerla como biblioteca franca para el uso del público”, lo que no se concretó.

En 1794 hubo un intento de corta duración en el convento de la Merced, con la librería del escribano don Francisco de Prieto y Pulido, un personaje curioso de aquel Buenos Aires. Y en 1795 el obispo Azamor dejó su biblioteca a los mismos fines, depositada en el Seminario Conciliar sin concretarse su apertura. Fue el Pbro. Luis José de Chorroarín quien insistió en 1805 en su apertura, pero tan loable iniciativa se postergó ante la primera invasión y después por temor a otras nuevas tentativas conquistadoras de los británicos. En 1801 el síndico don Ventura Marcó del Pont había aconsejado al Consulado “consignar alguna cantidad, cada año, para reparos y proporción de una biblioteca económica”. Por esa razón la apertura en la Manzana de las Luces fue un motivo de honda satisfacción para los porteños.

Según anotó Juan Manuel Beruti, fue “la apertura a la tarde. Se compone de ocho mil volúmenes actualmente: A su inauguración asistió el excelentísimo Gobierno y demás autoridades eclesiásticas, civiles y militares, e infinitos ciudadanos. La oración que pronunció el doctor don Joaquín Ruiz versó sobre lo benéfico de este establecimiento”. Al mismo tiempo el mismo día se creaba el Regimiento de Granaderos, que a escasos cien metros San Martín comenzaba a organizar.

¿Habrá estado el recién llegado entre “las autoridades militares” que concurrieron a la inauguración? No lo sabemos, pero no es muy probable o casi seguro que en el “horario de las 8 a las 12 y media hasta fin de abril en que se variará” haya concurrido a recorrer sus anaqueles, porque San Martín como lo dijera el doctor Carlos Larrosa “era como Mitre, su gran biógrafo, un hombre volcado a la aventura del conocimiento por medio de la lectura, una afición a la que se dedicaba con entusiasmo”.

En 1950 con la autoridad que la profesora Josefa Sabor tenía en la corriente renovadora de la bibliotecología desde comienzos de la década del 40 y que conservó hasta su muerte en el 2012 afirmó en un homenaje al Libertador: “Cuando San Martín llegó a Buenos Aires, poco después de la Revolución de Mayo, para poner su espada al servicio de su patria, traía una biblioteca privada, que había ido formando en Europa. No se sabe a ciencia cierta si todos los libros que él mismo registró posteriormente venían en sus maletas, pero el estado del mercado librero de Buenos Aires era tan pobre, que todo hace pensar que muy poco fue lo que consiguió agregar en esta ciudad. De tal manera que su biblioteca procedía, sin duda alguna, de Europa. El catálogo que se conserva de esa biblioteca, de puño y letra del propio San Martín y que se halla en el Museo Mitre, nos revela que trajo del viejo mundo unos 800 a 1.000 libros, suma no despreciable para un militar pobre, que abandonaba Europa con un equipaje indispensable”.

Ese conjunto de libros los trasladó a Mendoza, desde allí con el mismo cuidado que las armas a Chile y finalmente al Perú, donde los dejó como base de la Biblioteca Pública de Lima que fundó. Algunos de sus volúmenes habían quedado en Chile, o vuelto a Mendoza, consciente como era que “la ilustración y el fomento de las letras son la llave maestra que abre las puertas de la abundancia y hace felices a los pueblos”.

En los comienzos de su ostracismo europeo San Martín se ocupó por formar una nueva biblioteca, incluso compró algunos ejemplares que envió a Buenos Aires según lo comprobamos en la correspondencia que mantuvo desde Bruselas con Miguel de Riglos, que expusimos en la sesión privada de la Academia Sanmartiniana en setiembre de 2023. Esa afición la mantuvo y así rearmó la nueva librería, que ocupaba algunos espacios comunes de la residencia familiar al fin de sus días en Boulogne Sur Mer, como lo dijera su nieta Josefa Balcarce de Gutiérrez Estrada.

Mariano Balcarce tuvo una devoción filial por el general San Martín. Testigo de muchas conversaciones, quizás de confidencias cuando el anciano privado de la vista no podía ya acariciar las páginas tantas veces consultadas, recordó alguna de sus visitas a la Biblioteca Pública tan cercana a la primera sede de su Regimiento. Por esa razón el 6 de mayo de 1856 le escribió desde París a su amigo Félix Frías: “Por un buque que debe salir en estos días del Havre con destino a ese Puerto, dirijo al Señor Director de nuestra Biblioteca un baúl de libros que pertenecieron al General San Martín, cuyo nombre llevan de su puño y letra. Mendoza, Santiago de Chile y Lima, recibieron en otra época donativos generosos de esta especie, y he creído llenar los deseos de mi finado Señor Padre, haciendo igual obsequio a Buenos Aires”.

Hemos subrayado que fue el deseo de San Martín hacer llegar algunos de sus libros a la biblioteca de la ciudad en la que había dispuesto descansaran sus restos.

A través de la casa Jaime Llavallol e Hijos, libres de todo gasto, llegaron los ejemplares a Buenos Aires, con un listado de dichas obras, con unas breves líneas al director Carlos Tejedor: “Quiera Ud. aceptarlos para la Biblioteca de Buenos Ayres por haber pertenecido a mi finado Señor Padre Político, el Gral. San Martín, cuyos nombres llevan los más de ellos escritos de su puño y letra”. Según un exhaustivo estudio de Mario Tesler conocedor como pocos de la historia de la Biblioteca, un total de 25 títulos y 74 volúmenes.

El tema ha sido estudiado además de los nombrados, entre otros por los historiadores: José Pacífico Otero, Adolfo Espíndola, Raúl Aguirre Molina, Juan Carlos Zuretti, Olga Fernández Latour de Botas, Pedro L. Barcia, María Adela Di Bucchianico. Hebe Pelosi y Emilia Menotti.

En el año 2013 los ejemplares que enviara Balcarce se exhibieron en la Biblioteca Nacional, con el auspicio del Instituto Nacional Sanmartiniano, una muestra acompañada por un ciclo de conferencias de estudiosos en la materia y académicos sanmartinianos. Feliz iniciativa digna de repetirse este año del 175º aniversario de su muerte, recordando aquello que le dijera a los maestros mendocinos en 1815: “La educación forma el espíritu de los hombres”.