¿La Argentina está muriendo?

La declaración del presidente Trump que tanto revuelo causó tiene su razón de ser. Si bien importa el resultado de las elecciones, lo cierto es que Argentina está en terapia intensiva.

Los estragos que hizo el kirchnerismo en sus años de gobierno volviendo atrás una política y una economía que tenía todo para volver a recuperarse nos dejó con los brazos caídos. Con el gobierno de Alberto Fernández, el agua nos llegó al cuello.

Los argentinos, la mayoría hartos de populismo, votaron por un cambio radical que abriera otro camino. Y llegó Milei, con su aspecto de roquero sui generis, su lenguaje soez, y sus peleas con todo el que se le pusiera delante, a contradecirlo o criticarlo. Pero la realidad mostró que más allá de su estilo, el rumbo que defendió con sus modales es el correcto.

Basta observar a países como Bolivia para notar los estragos que hubiera seguido haciendo al país continuar por un rumbo socialistoide. En estos pocos años de gobierno no se dejó intimidar, se abocó a bajar la inflación a paso acelerado, para ello debió luchar contra una mafia pocas veces vista dedicada a entorpecer, con saña, cualquier alejamiento de un gobierno populista.

No importó el Pacto de Mayo. Todo valió para que no se concretara y quedara inmovilizado. Gran parte de los que apoyaron al kirchnerismo se jugaban la carrera y no sólo eso, como en el caso de Cristina Kirchner, muchos también temían ir a la cárcel y no en tan buenas condiciones como las que goza la exvicepresidente.

Milei tuvo grandes aciertos, uno fue de entrada y “antes de que las papas quemen”: declarar su inquebrantable posición pro occidental. Acompañó, como pudo, a la campaña del actual presidente de Estados Unidos, se jugó por su candidatura. Criticó también, desde el principio de su administración a las dictaduras, sobre todo la de Maduro, amigo “carnal” de los presidentes kirchneristas.

Cambió radicalmente de rumbo: de un país alineado a Cuba y Venezuela pasamos a ser un país virando hacia la cercanía con los países democráticos y capitalistas del primer mundo. Y aquí estamos, con un gobierno, si bien acosado por una oposición mafiosa, intentando lograr su cometido.

HARTAZGO

Las elecciones del 26 de octubre mostraron que buena parte de la sociedad no desea volver atrás, apoyó al Gobierno a pesar de errores y circunstancias adversas como fue el “caso Espert”.

Es que el kirchnerismo ayudó a que la volátil sociedad argentina prefiriera darle otra oportunidad al presidente en vez de arriesgarse a más de lo mismo. También muchos no quisieron espantar la buena voluntad del presidente Trump: la ayuda del gobierno norteamericano facilitara el despegue que desea Javier Milei, más que todos.

Con apoyo popular, la oposición más dura de capa caída, el nuevo Congreso y una actitud conciliatoria, lejos de la omnipotencia, le hará más fácil enderezar el camino. Se vienen varias reformas necesarias para atraer a inversores y para facilitar la acción de los emprendedores, quienes esperaban mejores condiciones.

Producto de errores propios y obstrucciones opositoras se necesita de mucha ayuda exterior. Por suerte y gracias al rumbo elegido, Estados Unidos comenzó a darla. Es de esperar que otros países lo imiten.

Los que tienen ideas afines a las del Gobierno con seguridad y con el resultado de las elecciones, seguramente apoyarán en el Congreso. ¿Pero cómo obrará la oposición que no tiene nombre por su comportamiento? Habrá que estar atentos, los grupos que descuentan su impunidad y que especulan con el deterioro de la autoridad del Gobierno y el desprestigio de las instituciones, seguramente se moverán cada vez con mayor agresividad, tratando de impedir el cambio drástico del régimen económico. Puede llegar a constituir a corto plazo una amenaza para la tranquilidad del país.

Se debería aprovechar la necesidad cierta de Estados Unidos de tener presencia ideológica y buenos resultados en las economías latinoamericanas. Difícilmente se va a repetir una oportunidad como esta. Ojalá la vean y la “sientan” los criticones de siempre, los que un día quieren blanco y al día siguiente negro.

Los argentinos tendrían que considerar el fracaso del socialismo en todas sus dimensiones. Hoy cuentan con muchos ejemplos, sobretodo el de la Unión Soviética: luego de tantas décadas de socialismo al puro estilo marxista, implosionó sin que hubiera ninguna amenaza externa, no podía abastecer a su población de lo más necesario.

ANTICAPITALISMO

¿Continúa siendo Argentina un país anticapitalista política y culturalmente como hace más de 60 años? Todos recordamos que desde las universidades, profesores que llegaron a ser altos funcionarios prepararon terroristas para luchar por el socialismo nacional, admiraban a la Unión Soviética y viajaban a visitarla invitados por su Gobierno.

Se continúa odiando a Estados Unidos donde el capitalismo real ha modelado a la sociedad más rica, innovadora y dinámica de la historia. Nadie tiene en cuenta que el gran desarrollo de Corea del Sur como los de Japón, Alemania Federal, Italia, entre otros, se realizó bajo la dependencia de Estados Unidos, país que, como vencedor de la Segunda Guerra, impuso sin excepción la instauración de un régimen democrático.

Mientras que la URSS, sobre los países que ocupó, estableció un sistema totalitario, si bien con matices. La dependencia, en contra de lo que se cree, no es la ruina

-como pensaban terroristas y defensores del socialismo nacional-. Lo muestran Canadá y Australia, países libres pero sometidos a fuertes compromisos políticos con Gran Bretaña. Todas son naciones desarrolladas y democráticas.

En América Latina, ni Yrigoyen, Perón, Frondizi, Paz Estenssoro, Getulio Vargas, Rojas Pinilla y Stroessner, entre otros muchos Gobiernos, fueron dependientes, como lo aseguraba Henrique F. Cardoso y Enzo Faletto en un libro: “Dependencia y Desarrollo en América Latina”.

La dependencia, que nunca hubo, no fue la causa del subdesarrollo como se explicaba en esta versión nacionalista y estatista de los autores, sino el no haber abrazado la masividad del capitalismo dada por la extraordinaria magnitud de sus mercados que ha permitido crear más bienes, infinitamente más variados, de precios reducidos e intereses bajos.

Ojalá, en Argentina, ahora que termina el periodo electoral, no se olvide ni el Gobierno, ni la oposición, que las leyes de la economía existen desde siempre, son universales: cuando los Gobiernos las violan se producen crisis como la nuestra.

No hay, por ello, que denostar al mercado, el cual sólo nos da información sobre qué piensa la gente frente a las opciones que le ofrece la vida, sino a los políticos que crean las condiciones para que ellas ocurran.

El peligro en Argentina consiste en que si el Gobierno es de signo populista o socialista los procesos de acumulación y concentración de capitales los lleva a cabo el Estado en detrimento de la sociedad civil, como lo hizo Perón e intentaron los Kirchner.

Entonces se reemplazan los mercados y la acción electiva y se crean monopolios, o cuasi monopolios, que actúan en beneficio de los equipos políticos que administran y de su burocracia, cuyos costos y pérdidas los paga la sociedad. Se la deja, de este modo indefensa y se difunde una corrupción incontrolable, estructural.

 

* Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas). Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed. Lumiere, 2006).