La Argentina en busca de la competitividad
Por Martín Márquez Miranda *
La Argentina ha cambiado la pendiente negativa de sus expectativas, aun cuando una sutil sensación de rechazo al gobierno quiera nublar la luz de esperanza al final del túnel.
Dicho rechazo es consecuencia del desgaste ante el actual contexto: tras bruscos cambios la coyuntura confunde; explica, la inflación, el superávit fiscal y el tipo de cambio, como objetivos de gobierno, cuando en realidad son consecuencias de sus acciones. Confundir efectos con causas es tan letal como entreverar fines y medios.
Aunque la oposición, desesperada por volver al poder, aliente turbulencias y volatilidades, la esperanza subsiste, porque el gobierno no se confunde.
SEIS VARIABLES
La realidad indica que en 2025 se juegan seis variables. Dos afianzadas en 2024: 1. El equilibrio fiscal, que debe ser amplio superávit para pagar las deudas contraídas por los ladrones y mentirosos que nos gobernaron antes; y, 2. Un posicionamiento internacional donde corresponde: Occidente; el cual nos exige compromisos en términos estratégicos.
La tercera es una incógnita por develar: 3. La independencia del poder judicial, integrada a los demás poderes; garantía de la “seguridad jurídica” que necesita el sector privado para ser competitivo y dedicarse a generar riqueza y, por ende, inversión, empleo, trabajo.
A los fines de ser competitivos, de crear condiciones de competitividad, es imprescindible observar tres condimentos: 4. La Tasa de interés; 5. La presión tributaria; que de por sí deben ser bien bajas; y, 6. Un tipo de cambio, que debe llegar a ser óptimamente alto.
De las seis variables, estas tres últimas son históricamente indomables. Sin tasa de interés y presión tributaria bajas, la competitividad solo será ficticia, y solo cuando se manipule el tipo de cambio, devaluando… y, la devaluación, afecta la calidad de vida de los argentinos.
Analicemos brevemente la concepción de estas variables en la actualidad:
El superávit fiscal es una tarea cotidiana del Poder Ejecutivo de cada nivel, nacional, provincial y municipal, ahorrando y haciendo más eficiente y eficaz el gasto público. La inmensa mayoría de nuestros gobernantes no lo hicieron, ni lo hacen: así estamos.
La seguridad jurídica es un enigma; un cuco de altura filosófico-constitucional. A la lentitud de la Justicia se agrega que cierto establishment y ciertos políticos, la necesitan para tapar sus pisadas, lo cual aniquila la confianza de la gente común. ¿Podrán los políticos del cambio de era inhibirse de semejante tentación? Creo que sí, y que podemos ayudarlos.
La tasa de interés y la presión tributaria, bajas, inalcanzables, son dos variables estructurales que obligan al Presidente a plantear, en su plan, el lejano horizonte de treinta años para convertirnos en potencia mundial. Hoy en día, todo proyecto o emprendimiento, a cualquier plazo, está coartado por el altísimo costo improductivo que imponen estas variables. El tipo de cambio, ahora liberado, entre bandas, dejó de ser una traba; pero, para que sea adecuadamente alto depende de nuestra capacidad competitiva.
En conjunto, las seis variables provocaron el disloque estructural de Argentina. Son efecto de las acciones de nuestros gobernantes, y causa de nuestras desconfianzas.
En el contexto actual, la tasa de interés extremadamente alta, aunque baje en la coyuntura, tenderá a acercarse a su piso estructural, y nada más. La gran presión tributaria marca el nivel de informalidad de la economía; y muy difícilmente tenderá a descender.
LA CONTINUIDAD DEL PLAN
La continuidad del plan en ejecución, que es el correcto, depende de machacar sobre desregulaciones y reformas en un agotador desgaste cotidiano, sin altibajos, sin cambios de rumbo, detectando nichos de corrupción y desarticulando intereses espurios.
Si el Presidente pudiera modificar el contexto estructural que influye negativamente en estas tres variables lograría reducir los treinta años imaginarios de su plan, a sólo cinco reales, insertándonos antes al mundo como nueva potencia de Occidente. Pero, en el contexto estructural, aun con la mayor voluntad de técnicos y políticos eliminando regulaciones e intentando reformas (laboral, impositiva, etc.), los mejores índices que podrían alcanzar estas variables, no nos permitirían ser lo suficientemente competitivos.
Una dolarización impuesta es contraindicada ante la falta de competitividad real. Dolarizar beneficiosamente implicaría contar con una estructura productiva tan competitiva como la de los Estados Unidos. En la coyuntura, nuestros costos internos en dólares, son altos. Argentina es cara en dólares.
Aun cuando la dolarización elimina distorsiones, es mejor que los particulares elijan libremente en qué moneda realizar sus transacciones. Mientras tanto, de todos modos, las reformas por lograr condiciones de competitividad reales deben avanzar a paso firme. Cualquier desvío en el plan implicará un rebote negativo dramático en lo social, con alto costo político. Pudiendo elegir lo mejor, entre lo bueno, volveríamos a dar espacio a lo malo, lo que fracasó y debemos desterrar, para que nunca más vuelvan; porque, eso es la “libertad”: elegir racionalmente lo mejor, sin dar espacio a lo malo.
LA RIQUEZA DE LOS ARGENTINOS
¿Cómo multiplicar por cinco en cinco años la riqueza de los argentinos?
Este Plan A, sobre el que el Presidente avanza, sustentado en normas de conducta, es excelente; debe continuar a rajatabla; y debe “jugarse” poniendo en práctica un Plan B, en paralelo, coexistente y no contradictorio del Plan A. Una alternativa que brinde “seguridad” y afiance la “determinación” en seguir por el rumbo elegido. Actuar en dos líneas de acción, como en un movimiento de pinza, accionando el Plan A y el Plan B, simultáneamente.
En la implementación del Plan B, debe crear, en un espacio vacío, un innovador sistema de normas, sin regulaciones indeseadas, que garantice en dicho espacio, condiciones de superávit fiscal, con tasas de interés y de recaudación tan bajas que superen a las de los países más competitivos, incentivando, sin molestar, a los productores y consumidores locales. Inicialmente, debe instrumentar, en dicho espacio, una nueva moneda con un tipo de cambio fijo, óptimamente alto y convertible, establecido por ley, actualizado de acuerdo a la variación de los índices de precios, que incluya la indexación de los depósitos bancarios a mediano y largo plazo, aunque sea mínima, para que todas las transacciones se efectúen en términos reales, impulsando las exportaciones, con altos niveles de competitividad real, como primer objetivo para fortalecer al valor de la nueva moneda utilizada en dicho espacio vacío y en toda jurisdicción que adherir al nuevo esquema.
Un nuevo sistema diseñado con la tecnología más avanzada, sobre la base del conocimiento y la experiencia de tantos fracasos, al cual, cada jurisdicción estadual o actividad económica, por conveniencia, voluntaria o democráticamente, elija adherir.
CONVIVENCIA TRANSITORIA
El Plan B, en paralelo al Plan A, implica la convivencia transitoria de dos sistemas. Algo parecido a lo que hicieron los países que se integraron a la Unión Europea, o a lo que hizo Alemania después de la Segunda Guerra Mundial o luego de la caída del Muro de Berlín al anexar a Alemania Democrática, pero en Argentina, con el formato de adhesión a un nuevo Pacto Federal, que podría involucrar a otros países de la región, amigos y socios.
Ese espacio vacío debe ser un nuevo Territorio Nacional, como lo fueron los nueve que se crearon en nuestra historia a partir del artículo 75° inciso 15 de la Constitución Nacional.
En ese inciso escrito en 1853, encontramos un hallazgo a la vista de todos, que habilita la puesta en ejecución de este Plan B: Al quedar fuera de los límites asignados a las provincias, debe determinarse en una legislación especial la organización, administración y gobierno para dicho nuevo espacio jurisdiccional. Allí es donde se crea el nuevo sistema de normas sin regulaciones indeseadas. Ese espacio vacío es el territorio de nuestra plataforma submarina en el Atlántico Sur. El nuevo Territorio Nacional del Mar Argentino es nuestro aporte estratégico: la gran oportunidad de fortalecer la alianza con Occidente.
Con un innovador sistema de impuestos que formaliza la economía, ayudaremos a los políticos y al establishment; la transparencia limpia las conductas dudosas en las relaciones con el poder judicial, y afianza la seguridad jurídica ansiada por la gente común.
En el libro “El Plan A es el Plan B”, presentado por Editorial Kanon en la Feria del Libro, están los fundamentos, argumentos y acciones necesarias para poner en ejecución esta propuesta que transforma el futuro de nuestro país desde la geopolítica, desintegrando, de un solo golpe, la perpetua complejidad estructural que nos impide ser competitivos.
Sólo de este modo es posible tomar las riendas de las seis variables que impulsarán a Argentina a convertirse en potencia mundial en cinco años. Solo así los argentinos saldremos antes del nudo que nos atasca, y podremos elegir racionalmente entre lo bueno y lo mejor, dejando de lado lo malo; la verdadera libertad que nos impulsa naturalmente al respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo.
*Profesor, académico y analista. Especializado en toma de decisiones en situaciones de crisis, seguridad y defensa nacional. Licenciado en Economía de la Universidad de Buenos Aires, con una Maestría en Estrategia y Geopolítica de la Escuela Superior de Guerra del Ejército Argentino de la Universidad de la Defensa Nacional; coordina ejercicios de simulación de nivel estratégico y operacional. Premiado con Pluma Académica es consultor de empresas.