Una bisagra en el naiconalismo argentino

La Alianza Libertadora Nacionalista

En la década del ’30, el nacionalismo argentino vivió una transformación que llevó a una parte del movimiento a pasar de un nacionalismo oligárquico a uno de raíz popular.
En mayo de 1931, el primer dictador que tuvo la Argentina, José Félix Uriburu, fundó la Legión Cívica, una organización de carácter paramilitar para apoyar a la llamada Revolución de Septiembre. La Legión, presidida por Floro Lavalle, obtuvo personería jurídica en 1932. Se ramificó por el Interior de país y hasta tuvo una rama femenina y otra infantil. Los legionarios vestían uniforme y recibían instrucción militar en cuarteles del Ejército. Sin embargo, el verdadero conductor de la Legión Cívica fue el secretario general de la presidencia de Uriburu, el teniente coronel Juan Bautista Molina, un salteño, nacido en 1882 y que había comenzado la carrera militar como soldado voluntario.
En la Legión se destacó un discípulo de Molina, Juan Enrique Román Queraltó, que en 1935 fundó la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios, una agrupación policlasista que reunió a jóvenes militantes nacionalistas. Dos años más tarde, Queraltó amplió la UNES organizando la Alianza de la Juventud Nacionalista junto a Carlos Burundarena, un ingeniero que sería, en 1981, ministro de Educación del dictador Roberto Viola y padre de la humorista Maitena.


PATRIA SI, COLONIA NO
No conforme con desarrollar la organización juvenil nacionalista, que contó con varios miles de adherentes, Queraltó fundó la Vanguardia Obrera Nacionalista (VON), con el objetivo de disputarle a la izquierda el apoyo de la clase obrera. Tan fue así que el 1° de mayo de 1938 los sindicalistas nacionalistas hicieron un acto conmemorativo de la fecha en donde se escuchó, aparentemente por primera vez, la consiga de ‘Patria sí colonia no’. También publicó una revista denominada Alianza, la que difundía el ideario del nacionalismo vernáculo.
La VON sostuvo que los obreros se volcaban al comunismo debido a la pésima situación social que atravesaban y que era necesario promover reformas sociales para mejorar esas condiciones y así atraer a los trabajadores a las filas nacionalistas. Bregaron por sindicatos nacionales y no clasistas; la comunión entre el capital y el trabajo; la nacionalización de los servicios públicos; la intervención directa del Estado en la planificación de la economía; el fin de los monopolios y la distribución de tierras fiscales para los trabajadores rurales.
Cierto que no fue la primera experiencia nacional-sindicalista. Había un antecedente bastante borroso, pero antecedente al fin, en la Liga Patriótica Argentina (LPA), surgida en la Semana Trágica y que, si bien había nacido para reprimir las protestas del movimiento obrero, buscó al mismo tiempo atraer a los “buenos trabajadores”. Sin mayor grado de inserción lograron algunos pocos adeptos en los operadores telefónicos, ladrilleros, pintores, zapateros, carpinteros, peones, cigarreros, metalúrgicos, portuarios, estibadores, ferroviarios, panaderos, entre otros.
La LPA también se interesó por el gremio docente. Para Manuel Carlés, un exdiputado nacional autonomista, devenido radical, interventor federal en las provincias de Salta y San Juan en los gobiernos radicales y fundador de la LPA, la escuela y el hogar eran los principales difusores de la nacionalidad y los valores tradicionales.
Los aliancistas de Queraltó se habían alejado de los liguistas, bregaban por un nacionalismo, no de “niños bien” y sí de sectores populares y especialmente de clase trabajadora para lo cual se insertaron entre los trabajadores de pizzerías, tranviarios, marítimos, madereros, comercio y talabarteros a los que lograron aglutinar bajo la consigna de ‘Dios, Patria y Hogar’.

DESARROLLO DE LA INDUSTRIALIZACIÓN
Debemos considerar que el lento desarrollo de la industrialización por sustitución de importaciones, incorporó también mano de obra del Interior de la Argentina. Los obreros no eran mayoritariamente extranjeros y anarquistas; varios fueron ganados por los socialistas y especialmente por los comunistas.
Aquí radicó la disputa de los aliancistas dentro de la clase trabajadora. La Alianza de la Juventud Nacionalista incorporó además a jóvenes que tuvieron una intensa vida política, como Jordán Bruno Genta, Alfredo Taruella, Rodolfo Walsh, Jorge Masetti y Oscar Bidegain, entre otros. Después del golpe, al que apoyaron, de 1943, la AJN cambió su nombre por el de Alianza Libertadora Nacionalista.
Los nacionalistas tuvieron una fuerte impronta los dos primeros años del gobierno militar. Lograron ubicar en el ministerio de Educación al escritor Gustavo Martínez Zuviría y luego al sociólogo Alberto Baldrich quienes designaron en las intervenidas universidades nacionales a conocidos ideólogos nacionalistas.
También los nacionalistas plantearon diferencias con el gobierno militar, especialmente en las discusiones en favor y en contra de que la Argentina le declarara la guerra al Eje, cosa que terminó ocurriendo. Y si bien apoyaron a Perón en las elecciones de 1946, llevaron listas propias para senadores y diputados. Entre los candidatos, además de Queraltó, estuvieron Carlos Ibarguren, José María Rosa y el cura Leonardo Castellani entre otros, pero con algo más de veinte mil votos, no consiguieron que ninguno lograra una banca.
Con el correr de la gestión peronista, la firma del Acta de Chapultepec y el reconocimiento del Estado de Israel por parte de Argentina, las relaciones entre el gobierno y los nacionalistas empezaron a deteriorarse.
En 1953, Guillermo Patricio Kelly, un militante aliancista, tomó a los tiros la sede de Corrientes y San Martín, desalojando de la jefatura de la Alianza a Queraltó, quien tuvo que exiliarse en Paraguay. Kelly cambió el nombre de la ALN por el de Alianza Popular Nacionalista, la que convirtió en una fuerza de choque del gobierno.
Con el triunfo del golpe de 1955, el 21 de septiembre, dos tanques Sherman del Ejército, derribaron la sede de la Alianza, tras una balacera con los diecisiete militantes apostados dentro. Kelly fue detenido y enviado preso a Río Gallegos. Fue el fin de la Alianza.
En 1973, con el regreso del peronismo, Queraltó, regresado al país, volvió a organizar la ALN, que ahora funcionaba en la calle Cangallo al 1200 y, a editar nuevamente la publicación Alianza, pero el país había cambiado, y no llegó a obtener la popularidad de los tiempos pretéritos. Tras el golpe de 1976, tuvo que volver a refugiarse en el Paraguay. Regresó en 1982 y murió en Buenos Aires el 8 de agosto de 1987.
El coronel Molina, nunca perdió las mañas y después de participar en el golpe del ´30, intentó derrocar, sin éxito, a Agustín Pedro Justo en 1936. Lo mismo con Roberto Ortíz en 1941; con Perón en 1951 sumándose a la sublevación de Benjamín Menéndez. Pero en 1955 salió victorioso al sumarse al golpe que derrocó a Perón y logró ocupar un lugar presidiendo el Círculo Militar. Falleció en 1963.
Kelly, más joven que Queraltó y mucho más que Molina, había logrado escaparse del Penal de Gallegos en 1957, junto a John Willian Cooke, Héctor Cámpora y el empresario Jorge Antonio, e inició un periplo por diversos países latinoamericanos, en parte acompañando a Perón en su exilio. Sin embargo, cuando el ex presidente tuvo que abandonar República Dominicana, el exaliancista pudo regresar a la Argentina, aparentemente con un pasaporte que le sustrajera al locutor Roberto Galán.
En Argentina estuvo preso en varias oportunidades, pero a fines de la década del sesenta empezó a mutar: abjuró del antisemitismo, viajó a Israel (no faltó quién dijera que se había convertido en un agente del Mossad). En 1976 se fue a Nueva York. Allí editó un medio llamado Argentina, que salió de manera irregular, aparentemente financiado por la Armada. Tras su ruptura con el jefe naval Emilio Eduardo Massera y de vuelta en Buenos Aires, Kelly fue secuestrado por un rato por la banda criminal de Aníbal Gordon, exmiembro de la Triple A y represor de lo que fue el centro clandestino Automotores Orletti.
Regresada la democracia, Kelly siguió con su transformación, había descubierto las luces de los estudios televisivos, fue así que tuvo un programa de televisión a principios de los años noventa, Sin Concesiones, por Canal 7 y fue un habitue de los almuerzos de Mirtha Legrand, siempre lanzando denuncias rimbombantes. Lo poquísimo que quedaba de la Alianza Libertadora Nacionalista sucumbió ante el glamour del menemismo.