POR DANILO ALBERO
En 1927 se estrenó El cantante de jazz, primer film que incluyó secuencias de voz y canto sincronizados. El cantante Al Jolson, peluca de motas, el rostro embetunado color negro, labios pintados de blanco y guantes del mismo color, actúa como artista negro. Burla burlando, la película tiene un tufillo de las comedias de vodevil racista, blackface o “comedias de Jim Crow”, populares en el sur de los Estados Unidos desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX, donde los actores se disfrazaban de negros para repudiar antiesclavistas y el fin de la esclavitud.
Ponderada en otra báscula, en 2019, en plena campaña electoral, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau debió pedir disculpas por haberse disfrazado de Aladino y pintarse la cara de negro en una fiesta realizada veinte años antes. Por otra parte, los integrantes de Zulu King -una de las cofradías (krewes) que desfilan disfrazadas en sus carros para el Mardi Gras de New Orleans- lo hacen caracterizados de negros. El rasgo “racista” de Zulu King es que está compuesta exclusivamente por negros que se disfrazan de… negros. La mascarada se completa con calzas, remeras manga larga y zapatos negros, muchas veces el disfraz comprende una falda de hierbas, chaleco corto y galera. Junto con los tradicionales collares que se arrojan desde los carromatos, los integrantes de esta krewe arrojan cocos de plástico. Ahora, si un negro se disfraza de negro no hay protestas, el problema comienza si lo hacen otras etnias; habría que ver cómo, en el futuro, lo tomarán otras razas o grupos sociales; la esencia de los bailes de disfraz -y de cualquier mascarada- es simular ser otro. Y el tema conlleva una vuelta de tuerca a la llamada “apropiación cultural”.
LAS TRENZAS DE ANGELA
El mismo año de las disculpas de Justin Trudeau, la cantante Ángela Torres debió hacerlo por usar trenzas afro en su cabello rosado en un show; porque, trascartón, muchos usuarios la acusaron de “apropiarse” de la cultura africana y espabilaron el aletargado término “apropiación cultural”, nuevo “delito” resultado de la exacerbación de una moda identitaria. “Angela, no seas racista, tené un poco de sororidad con nuestras hermanas negras y cuestionate tu privilegio blanco”, fue uno de los comentarios surgidos del terraplanista e imaginario mundo de “apropiación racial”.
Después de todo el revuelo, la cantante pasó las Horcas Caudinas, en sus stories de Instagram: “Los artistas buscamos hacer pensar y repensarnos a través de nuestro arte y si bien de mis trenzas solamente había un gusto personal, debido a todo lo que generó por haberlas usado, pido disculpas si ofendí a alguien”. ¿Qué disculpas deberían haber pedido, Marlon Brando, mexicano en ¡Viva Zapata!, siciliano en El Padrino, japonés en La casa de té de la luna de agosto; o Shirley McLaine, la adorable Yoko Mori en Mi adorable Geisha; o el chapucero actor hindú Hrundi V. Baksh, Peter Sellers, en Una fiesta inolvidable?
La “apropiación cultural”, también atracó en el muelle de la moda, en México, Carolina Herrera debió retirar de su línea de producción, diseños basados en bordados, patrones de colores y motivos de animales y flores tomados de distintas colectividades nativas que la denunciaron por robo cultural. También modelos han debido retractarse y pedir disculpas por ataviarse con vestidos y joyas étnicas.
Mucho antes, en el óleo Las señoritas de Aviñon (1907) de Picasso -referencia a la calle Avinyó de Barcelona, famosa por sus prostíbulos-, que abre el período cubista del pintor, muestra uno de los puticlubs más conocidos de la historia de la pintura y encubre un mensaje sobre el peligro de las enfermedades venéreas que hacía estragos en la comunidad artística parisina de la época -y anterior, Baudelaire y Flaubert cruzaron prematuramente el Aqueronte con el tiquet de la sífilis-. Este peligro está representado por dos mujeres a la derecha cuyos rostros son máscaras africanas -arte que había impresionado profundamente a Picasso-. Antes que él, en el cuadro La japonaise (1876) Monet retrató a su esposa Camille vestida con un kimono y un abanico sobre el fondo de una pared decorada con abanicos japoneses; para enfatizar el efecto del disfraz, el pintor le puso una peluca rubia para ocultar su cabello negro. Flagrante apropiación cultural avant la lettre.
TRES CONFLICTOS
En este momento, tres conflictos en ciernes, no sangrientos. En Inglaterra, una cadena de restaurantes lanzó su variante de la tradicional receta de pasta italiana Cacio e pepe (espaguetis, mantequilla, pimienta negra y parmesano rallado), innovada con el agregado de crema de leche; la furiosa respuesta de la asociación que representa a los restaurantes en Italia llegó a la embajada británica en Roma. Los restaurateurs de la itálica península ignoraron el derecho internacional de “cocina fusión” que ha cruzado fronteras: chifas peruanas, tex mex en Estados Unidos y México, las itálicas italmeshi (pizzas con alga nori) y nuestra argenta pizza napolitana.
Otra zafra 2025, la disputa de México con Adidas por las Oaxaca Slips, variante de las tradicionales huaraches, sandalias mexicanas del estado homónimo. Y la más reciente, la de las sandalias Chappal Kolhapuri, de Prada; se asemejan a las chanclas tradicionales hindúes; ya la firma milanesa está en negociaciones con la ciudad de Kolhapur. La razón es comprensible, las Prada tienen un precio estimado en1000 euros, la hindues entre 800 y 1000 rupias (11 euros).
Ayer, en la compra semanal en la verdulería, me encontré con una sorpresa, Víctor Hugo, había pasado por la peluquería y exhibía unas rastas amarillo intenso. Es hijo de Rosemary y David y tiene una hermanita menor -una belleza que juega con sus muñecas haciendo compras en la verdulería- David está terminando el secundario; piensa estudiar arquitectura. Sé que los tres son bolivianos pero no qué idioma hablan entre ellos. Quechua o aimara, supongo.
Me acude la nota de la revista Martín Fierro cuando La Gaceta Literaria de Madrid publicó un editorial: “Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica” (1927), planteando la idea de que España debía regir como eje cultural para integrar los países hispanoamericanos con el idioma compartido. La respuesta Martifierrista en guasa: “A un meridiano encontrao en una fiambrera” -firmada por Ortelli y Gasset- es famosa. Cierra: “Che meridiano, hacete a lao que voy a escupir” y la gloso.
“Che apropiación cultural y corrección política, háganse un lao que voy a gargajear”.